Día 13: Ver dormir al otro

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Shiryu despertó cerca de las ocho de la mañana, había dormido como un bebé, y lo primero que encontraron sus ojos al abrirse fue a Seiya.

Había olvidado que estaba ahí; en un instante, todos los recuerdos de la noche anterior volvieron a él. Entonces, esbozó una sonrisa.

Lo admiró por unos momentos. Realmente nunca lo había observado tan de cerca y con tanta atención. Antes porque habría sido raro, ahora porque siempre estaban haciendo otra cosa; sin mencionar que sentarse a verse la cara nada más sería extraño, y Seiya era perceptivo en demasía, por lo que si Shiryu alguna vez se le quedaba viendo atentamente mientras él hacía otra cosa, lo notaría de inmediato, soltaría aquella risita nerviosa suya y procedería a integrar a Shiryu en sus actividades o a hacer payasadas —lo que por completo anulaba el propósito del Dragón de simplemente contemplarlo.

Una vez más, las palabras de Shun probaban tener razón. Nunca se iba a aburrir con él.

Lo que estaba bien, ¡excelente! Pero a veces... Shiryu deseaba tener un momento de tranquilidad y observar cada detalle de su novio, encontrar mil razones más para amarlo y conocer cada centímetro de su ser.

Ahora era el momento. Dormido lucía pacífico, adorable, incluso. Apenas y quedaba rastro del joven alegre y energético que era. Aunque no era de extrañar que para tener tanta energía durante el día necesitaba un buen descanso.

Su cabello lucía exactamente igual, alborotado. Shiryu comenzaba a preguntarse si Seiya se peinaba del todo, quizás así como se levantaba bajaba a desayunar y a hacer el resto de sus actividades. Probablemente no, pero conociéndole, no podía descartarlo por completo.

Dormía en una posición bastante cómoda al parecer, los brazos recogidos y cerca de él, al igual que sus piernas, casi echo bolita. Su respiración era tranquila y su pecho subía y bajaba con una tranquilidad hipnotizante. Shiryu intentaba asomarse para ver si cachaba algún rastro de piel descubierta en su pecho y deleitar sus ojos un poco más, pero la pijama de Seiya dejaba todo a la imaginación. Siempre vestía despreocupadamente, un estilo casual que le quedaba como anillo al dedo a su personalidad, y que además sabía llevar muy bien. Una playera de cualquier color, con o sin mangas, polo o T-shirt, cualquiera era buena; unos jeans y sus Converse preferidos —rojos, naturalmente—. Su pijama era un contraste total: una bonita blusa con cuello y botones y pantalones a juego con algún patrón gracioso —naves espaciales era la edición de esta noche—, parecía más del departamento infantil que del de hombres, y siempre adornaba con calcetines de figuritas similares y sus pantuflas de conejo.

Así era Seiya, divertido, chistoso y relajado, y a veces un tanto infantil y desordenado. El perfecto complemento para Shiryu, quien era todo lo contrario.

La tranquilidad del Dragón se vio interrumpida por un sonido somnoliento que Seiya emitió. Shiryu permaneció quieto, aguardando a ver si despertaba.

—Mmmmmm.... No quiero ir a prisión, Shun... abdkdbskk..... —murmuró, más dormido que despierto, luego se removió un poco en la cama.

Shiryu trató de reprimir la risa que amenazaba con salir explosivamente.

Seiya era todo un caso, y así le encantaba.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora