Cuando Seiya alegremente sugirió que ayudar a Miho en el orfanato sería un buen entrenamiento para cuando él y Shiryu tuvieran hijos propios, jamás imaginó que la idea le haría replantearse el prospecto de algún día ser padre de familia.
Un par de meses después de la bella propuesta de Shiryu —y cuando finalmente este compró el anillo para sellar aquella promesa—, ambos Caballeros se casaron en dos ocasiones: La primera fue una boda Shinto en un hermoso templo en Kyoto, y la segunda fue una ceremonia tradicional en China, exigencia del propio Dohko y secundada por Shunrei, quien se descontroló buscando el atuendo perfecto para los novios. Saori cargó con la mayor parte de los gastos y su regalo para la pareja fue nada más y nada menos que su propio apartamento, un espacioso lugar ubicado en un condominio de lo más cómodo y atractivo. Buen vecindario y convenientemente cerca de la Mansión Kido.
La luna de miel fue en Santorini, paraíso griego elegido por Seiya, y un destino al que Shiryu jamás había ido. La idea de ambos era ir a un lugar conocido o con pocas cosas que hacer, para poder dedicar los días a los asuntos del placer; sin embargo, Shiryu le insistió a Seiya dejar la cama algunos días para ir a conocer la isla. Aquellas fueron las mejores cuatro semanas de ambos.
De regreso al mundo real, ambos Caballeros disfrutaron del deleite de la vida de casados. Despertar cada día junto al más amado y disfrutar de su presencia en cualquier momento sin tener que preocuparse por que otros interrumpieran o echaran a perder sus planes, cenas románticas todas las noches y citas interminables, además de gozar de los momentos cotidianos de la vida —como ir de compras o hacer el quehacer—, que eran infinitamente más disfrutables y hermosos con el otro a su lado. Y lo mejor, por las noches podían hacer cuanto ruido quisieran; ciertamente, liberar por completo su pasión era de lo mejor del matrimonio, al parecer de Shiryu.
Un buen día, Seiya se encontró pensando en el siguiente paso en su vidas. Shiryu le había platicado sobre su sueño con lujo de detalle; sabía que entre los deseos de su esposo estaba el tener hijos, y no sólo uno, sino dos. Seiya no tenía una postura respecto al tema, nunca se había puesto a pensar en ello. En lo que a él respectaba, Shiryu podía querer tantos niños quisiera, al fin y al cabo él no tendría que parir a ninguno. Sólo había un pequeño detalle: Seiya no tenía la más mínima idea sobre crianza o... niños, en general.
Entonces lo golpeó una idea brillante: ¡Había que practicar! Sólo necesitaba a alguien que le prestara un niño para cuidar.
Pensó en Mū, pero Kiki ya era más un adolescente que un niño. Hyoga le había dicho que podía practicar con Yakov, pero tendría que ir a Siberia, ya que el niño debía asistir a la escuela y no se movería de su pueblo natal. Ikki y Shun no conocían a nadie de menos de veinte y Shunrei se negó rotundamente a "sacrificar" a un pequeño de esa manera.
Entonces se dio cuenta. Miho trabajaba en un orfanato, y siempre que salían la muchacha no se cansaba de repetirle una y otra vez lo ocupadísima que estaba con todos los niños. Ese sería su día de suerte, contaría con la confiable ayuda de él y su esposo, una vez que lograra convencerlo.
—¿No te parece pronto? Digo, nos casamos hace cuatro meses.
—¡No vamos a adoptarlos! Sólo a cuidarlos. Así cuando decidamos tener los nuestros, entonces tendremos una vasta experiencia.
—"Vasta experiencia"... —repitió el Dragón con una sonrisa divertida—. Me sorprendes, lǎogōng, muy pronto tu vocabulario no conocerá límites.
—Ja ja ja, muy gracioso. Sigue burlándote —replicó Seiya, lanzándole un calcetín, Shiryu rió—. Sabes que mi idea es genial, y en un par de años cuando estemos listos, me lo agradecerás.
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30 días Shisei
Fanfic30 días, 30 historias, una sola pareja. ☆ Edición『 Shisei 』☆ ★ Saint Seiya fanfic ★ 「 2024 | Andromeda_Nat 」