Capítulo Extra

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—Hay una llave de repuesto debajo del tapete.

—De acuerdo.

—La hora de dormir es a las ocho, ni un minuto después, ¿entendido?

—Se ve que diriges esta casa con puño de hierro, Dragón.

—¡Hyoga! ¡Esto es en serio! ¡Son mis hijos a los que vas a cuidar!

—¡Sí, señor!

Eran aproximadamente las ocho de la mañana, Shiryu y Seiya estaban listos para salir de viaje por su aniversario: unos días de relajación y aventura en el paraíso de la Isla Jeju. Unas vacaciones bien merecidas y esperadas por la pareja, pues por primera vez en poco más de un año ambos se encontrarían completamente solos; para atender aquellos asuntos en los que los niños no tenían cabida. Pero para que aquel viaje pudiera cumplir su propósito, entonces había que dejar a los niños con alguien. Y las niñeras elegidas —la única opción que les quedó, en realidad— fueron Hyoga y Shun.

Ikki había puesto mil pretextos al igual que Shunrei. A Saori le hubiera encantado cuidarlos otra vez, pero esta se hallaba en Grecia atendiendo algunos asuntos del Santuario. La diosa había sugerido que los pequeños se quedaran en la Mansión Kido a cargo de la servidumbre, pero Seiya se negó rotundamente. Cuando Pegaso le llamó a Shun para ver si él podía hacerse cargo, Andrómeda fue incapaz de negarse o inventar alguna excusa, y por si fuera poco, el peliverde jaló a su marido a todo el asunto.

Hyoga jamás se había arrepentido tanto de no haber contestado el teléfono. Por lo general siempre dejaba que Shun lo hiciera, contestar suponía entablar una conversación con otro alguien, y el Cisne prefería evitarlo. Pero en aquel momento, de haber sido el rubio quien hubiera tomado la llamada, evadir la tarea de niñera habría sido pan comido. Shun podría no querer inventar una excusa, pero él no tenía ningún problema en hacerlo.

Sin embargo, el destino tenía otros planes. Y Shun y Hyoga se encontraron en el departamento de Seiya y Shiryu a tiempo para despedirlos.

—No suelen ser selectivos con la comida, cualquier cosa que les des estará bien —aclaró Seiya, quien terminaba de hacer su maleta a la vez que llenaba a Shun de datos útiles sobre sus hijos que pudieran evitarle algunas desgracias—. El refri está lleno, así que ocupa lo que te plazca.

—Seguro, Sei-chan.

—Sólo limítate con los postres, tratarán de engañarte para comer dos o más. Permanece alerta. —La severidad del tono con el que Pegaso expresó sus palabras dejó a Shun confundido. Después de un momento de incómoda incertidumbre, Shun atribuyó todo a alguna especie de broma que Seiya le estaba jugando; rió nerviosamente y asintió.

—No te preocupes, Seiya. Lo tengo todo bajo control. Ustedes olvídense de todo y disfruten su viaje.

Cuando Shiryu estuvo seguro de que no faltaba nada, ambos se despidieron de los niños, cuyas caritas de sueño enternecieron a Shun.

—Pórtense bien, y no hagan enojar al tío Hyoga que es de mecha corta, ¿eh? —sugirió Seiya cuando terminó de llenar de besos las caritas de sus pequeños. Ryuho y Koga sonrieron.

—Les avisaremos cuando despegue nuestro avión y cuando aterricemos. Cualquier cosa, no duden en llamarnos, ¿sí?

—Nada de eso, Shiryu-kun. —Shun negó con la cabeza con una sonrisa—. Ustedes disfruten su aniversario y no se preocupen por nada. Podemos con esto.

Shiryu sonrió, de verdad esperaba no recibir ninguna llamada de su amigos, pero conocía a sus hijos. —De todas formas, no duden en llamar.

—¿Por quién nos toman? —agregó Hyoga, soltando una risotada—. Váyanse y disfruten su viaje, que no fue nada barato.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora