Día 26: Rutina mañanera

18 2 3
                                    

El despertador sonó a las 6:30 de la mañana en punto. Seiya lo ignoró, como era su costumbre, mientras Shiryu estiraba el brazo a través de su esposo buscando el aparato para apagarlo.

—Mi amor, es hora de levantarse —susurró Shiryu, besando la sien de su marido con ternura. Seiya sólo gruñó.

El Dragón se levantó sin darle mucha importancia, Seiya se levantaría cuando estuviera listo para hacerlo; además, el Caballero Pegaso sólo necesitaba cuando menos cinco minutos para estar listo. Todo estaba fríamente calculado.

Shiryu bostezó de camino al baño, y luego de encender la luz y acostumbrar sus adormilados ojos a esta, procedió a abrir la llave del agua fría para lavar su rostro y dientes, la única forma eficiente de lograr espabilarse.

Tomó su tiempo, Seiya no ocuparía el lavabo por otra hora. Salió y se dirigió al tocador de la habitación.

—Seiya... ya es hora, ài ren... —anunció de nuevo al pasar junto a la cama. Seiya volvió a gruñir.

Shiryu tomó su cepillo para el cabello, uno grande con cerdas de jabalí para su largo y abundante cabello. Deshizo el desordenado chongo en el que lo sujetaba para dormir, imprescindible si no quería que se enredara durante la noche y pasar una grosera cantidad de tiempo desenredándolo por la mañana. Una vez más tomó su tiempo, cepillando cada rincón de arriba a abajo para extender los aceites y nutrientes a todo lo largo.

Cuando aquella tarea titánica quedó completada, se dirigió al armario para sacar su atuendo del día —previamente seleccionado y listo para usarse—, de nuevo aprovechó el viaje a través de la habitación para recordarle otra vez a su esposo que ya era de mañana y debía levantarse.

—Seiya... —Esta vez le dio unas palmaditas en las piernas y lo sacudió un poco. Su esposo siguió ignorándolo.

Lanzó la ropa hacia la cama, aterrizando convenientemente sobre Seiya, quizás eso lo levantaría de una vez por todas.

El colchón rebotaba ligeramente mientras Shiryu se ponía el pantalón de mezclilla oscura y las botas militares negras —que se veían perfectas con la sencilla playera blanca—, pero aquello parecía tener el efecto contrario en Seiya, quien seguía sin levantarse.

Shiryu salió de la habitación —no sin antes volver a intentar levantar a su esposo— y se dirigió a la cocina, el desayuno era la parte más importante de su mañana. Normalmente hacia algo delicioso y no muy elaborado, aunque no sencillo; esta vez optó por algo más rápido de preparar, pero no menos llenador: huevos estrellados sobre pan recién tostado, café y jugo de naranja, y para Seiya un panqué de postre, pues no podía iniciar su día sin una buena dosis de azúcar que lo llenara de energía.

El aroma del café recién hecho y el pan tostado llegaron hasta la habitación, donde la nariz de Seiya obligó al resto de su cuerpo a ponerse de pie de una vez por todas. Medio dormido y despeinado, salió en pijama al comedor, donde un rico plato de fruta lo esperaba en su lugar.

—¡Vaya! ¡Por dónde salió el sol! Buen día, ài ren.

Hola —respondió Seiya, besando los labios de su esposo—. Se ve delicioso.

—Eso espero, tenemos un gran día hoy.

Desayunaron tranquilamente, Seiya miraba televisión mientras Shiryu leía el periódico, ocasionalmente intercambiando algunas palabras.

Cuando terminaron, Shiryu recogió todo mientras Seiya se preparaba para salir. En los escasos minutos que al Dragón le tomó recoger la mesa, Pegaso estuvo vestido y ¿peinado?... al menos eso pretendía.

—¿Tendiste la cama?

—¿Yo? Sí, claro —Shiryu levantó una ceja ante aquel comentario—. Está bien, ya voy. —Seiya arrastró los pies de regreso a la habitación, mientras Shiryu lavaba los trastes y se preparaba para salir.

Mientras tomaba las llaves del auto y se ponía su chaqueta de cuero negra, Seiya se le unió, colocándose su propio abrigo.

—¿La habitación está lista?

—¿La nuestra o la de ellos?

—Ambas, no quiero que lo primero que vean sea el departamento todo regado.

Seiya rió. Aquel era un día especial, aunque la monótona rutina de todas las mañanas ciertamente no lo aparentaba. Después de mucho papeleo y un largo proceso de tres meses, finalmente podrían llevarse a casa a aquellos dos pequeños con quienes tanto se habían encariñado aquel día en el orfanato.

Su primer día como padres. Su primer día como familia.

Antes de salir, ambos compartieron un largo beso en los labios.

—Te amo tanto, philtatos.

—Y yo a ti.

—¡Seremos unos padres geniales! —celebró Seiya.

Ambos salieron por la puerta, listos para iniciar el primer día del resto de sus vidas. Una día que inició como cualquier otro, pero que jamás volvería a ser como antes.




———————————————————————

* Ài ren - (chino) Equivalente a "cariño" o cualquier otro derivado afectuoso para referirse al esposo.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora