Día 8: Ejercicio

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El sol estaba en su punto, y aunque no abrasaba igual que en el Coliseo en Grecia, agotaba de igual manera. Realmente podrían haber elegido cualquier otro día, pero entrenar todos juntos —aunque cada uno estuviera por su lado— era más llevadero y divertido que por separado.

Seiya no podía hacer mucho, hacía un par de días había tropezado mientras corría su distancia habitual y su muñeca estaba fracturada. Normalmente tenía coordinación al momento de correr, pero la lluvia hacía todo resbaloso; así, unas horas después se encontraba en la sala de emergencias, su muñeca estaría inmovilizada entre seis y ocho semanas.

Se limitaba a correr alrededor del patio nada más, cualquier otra cosa estaba completamente descartada. Pero, contrario a lo que había pensado, la sesión de entrenamiento no era particularmente aburrida. ¡Y cómo lo sería! Si el día estaba soleado y el calor aumentaba con el ejercicio que los Caballeros llevaban haciendo por casi dos horas; naturalmente, Shiryu había desechado su playera hace mucho tiempo. Y por si los pectorales y abdomen del Dragón no fueran espectáculo suficiente, el sudor que escurría por su rostro y cuerpo, la forma en la que el sol impactaba contra la musculatura del chico, y el cabello recogido que permitía una mejor apreciación de todo aquello, eran una combinación que tenían a Pegaso en las nubes.

Llevaba un rato combatiendo con Shun, y aunque Andrómeda lucía terriblemente atractivo en aquella situación, Seiya sólo tenía ojos para Shiryu. Quizás por eso Saori insistía de vez em cuando en presenciar los entrenamientos en el Santuario.

El combate se detuvo momentáneamente, ambos Caballeros necesitaban un respiro. Parecía que Shiryu sabía que su novio lo seguía con la mirada, pues en lugar de aprovechar el descanso para ir a pasar un rato con él, se colocó en un conveniente lugar donde Seiya podía admirarlo perfectamente, además de que cada movimiento era ejecutado con una gracia y cuidado irritantes. Seiya mordió su labio inferior, su Dragón jamás se había visto mejor. Perdió por completo la cordura cuando Shiryu echó la cabeza para atrás para tomar un gran trago de agua.

Pegaso dejó escapar un gemido. Quién sabe si Shiryu lo escuchó, pero se volvió en su dirección. Seiya desvió la mirada, avergonzado. El Dragón sonrió y caminó hasta su novio, quien enrojecía a cada paso que Shiryu daba.

—¿Aburrido?

Seiya se sobresaltó al escuchar su voz, intentó fingir que no lo había visto, pero no engañaba a nadie.

—¿Eh? Esto... no. Todo bonito... ¡bien! Bien... bonito... quise decir...

Shiryu ahogó una carcajada.

Seiya evitaba a toda costa hacer alguna clase de contacto visual, o hablar, no fuera a decir otra tontería.

—¿No tienes frío? —preguntó después de un rato.

—No —respondió Shiryu, ensanchando su sonrisa.

—Ah.

—¿Me ayudas? —Seiya levantó las cejas, tratando de adivinar a qué se refería Shiryu.

—No creo que pueda ser de mucha ayuda —contestó, levantando la muñeca derecha enyesada.

—Yo creo que sí. Iba a hacer un set de abdominales. Creo que puedes ayudarme con eso, ¿no? —Sin esperar respuesta, Shiryu hizo un movimiento con la cabeza, indicándole a su novio que lo siguiera.

Se recostó en un lugar con sombra. Su espalda descubierta contra el pasto, la rodillas flexionadas y los pies bien plantados en el suelo. Seiya se sentó frente a él, embelesado por la vista que tenía enfrente, y que ahora podía disfrutar en primera fila.

—¿Listo?

Con su mano izquierda detuvo los pies de Shiryu y respondió: —Dale.

Shiryu comenzó a subir y a bajar, mientras Seiya intentaba concentrarse en la cuenta, era terriblemente difícil con el cuerpo de su novio frente a su cara. ¿Para que quería Shiryu que estuviera ahí? Podía hacer las abdominales él solo; y si lo quería para llevar la cuenta, se lo había pedido a la persona equivocada, pues entre el cinco y el seis Seiya dejó de contar.

Cuando se percató de que estaba boquiabierto y con la saliva a punto de escurrir por sus labios, Pegaso sacudió la cabeza desesperadamente.

-¿Para qué me necesitabas, Shiryu? Creo que lo tienes todo bajo control —inquirió, intentando no sonar desquiciado.

—Necesito un insentivo.

«¿Un qué...?»

Antes de que Seiya pudiera terminar su pensamiento, sintió fugazmente los labios de Shiryu chocar contra los suyos.

Seiya pasó por mil emociones a la vez que su cara enrojecía y comenzaba a reír nerviosamente.

—Cien son muchas abdominales. —Shiryu sonrió pícaramente.

«¡Cien!» pensó Pegaso, su corazón estaba por explotar.

—Perdí la cuenta, philtatos, tendrás que volver a empezar.

Ambos rieron.

—Bien... ¡uno!... ¡dos!... —contaba Dragón, besando a Seiya cada vez que subía—. ¡Tres!... ¡cuatro!

—¡Esa no contó! ¡Tres!

¿Aburrida? ¡Qué va! Era la mejor sesión de entrenamiento que Seiya hubiera podido imaginar.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora