Día 1: Perdidos

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Hacía un bonito día en la montaña Mitake, el sol brillaba en su esplendor y no había una sola nube que manchara el cielo azulado, que contrastaba de las mil maravillas con la verde vegetación del lugar.

Un día perfecto para disfrutar, a solas o en compañía de amigos, ¡con quien fuera! Y Saori claro que aprovechó la oportunidad. Las aventuras en la naturaleza podrían no ser lo suyo, pero ¡cómo negarse! El día estaba precioso. Shun rápidamente se sumó a la salida, jalando con él a Ikki y Hyoga, quienes no querían ir, pero si Shun iba, ni hablar. Shiryu accedió igual, caminar por entre la naturaleza de Mitake le parecía una buena idea, sería como estar en los Cinco Pico de nuevo. Seiya, por otra parte, no tenía una postura, pero si todos iban, él iría también.

Excepto que cada uno tenía sus propios planes:

Saori quería observar aves, Shun quería explorar junto con Hyoga, Ikki pensaba seguirlos sigilosamente para evitar que el Cisne intentara algo de más, Shiryu quería llegar a la cima, ¡a eso habían ido! ¿O no? Y Seiya... nuevamente no tenía una preferencia, y decidió unirse a lo que le pareciera más divertido y entretenido.

Observar aves era aburrido, Hyoga y Shun claramente tenían otros planes e Ikki estaría refunfuñando todo el camino —aunque corretear a Hyoga sonaba divertido—. Por eliminación, la opción a elegir era Shiryu.

—¿Vendrás conmigo? —preguntó el Dragón cuando notó a Seiya acercarse a su lado.

—¡Por supuesto!

—Creí que me considerabas aburrido —argumentó, riendo ligeramente.

Seiya lo miró con los ojos bien abiertos, un leve rubor se asomaba por sus mejillas.

—¡Claro que no! Yo... —balbuceó, tratando de encontrar las palabras correctas—. Eres tranquilo y cuidadoso... pero ¿aburrido? ¡Jamás!

Shiryu soltó una risa. —De acuerdo, entonces vamos.

El camino fue silencioso, aunque para nada incómodo. Caminar junto al otro era agradable. Habían pasado tanto tiempo peleando y corriendo lado a lado que se habían acostumbrado a la presencia del otro.

Shiryu caminaba seguro —tal vez... demasiado seguro—, Seiya le seguía, como un niño en el parque, volteando a todas partes admirando los árboles, ardillas y aves. Ocasionalmente señalaba alguno en particular que le gustara, Shiryu sonreía y le daba por su lado, tenía problemas más grandes a los que prestarle atención.

Después de un rato, el Caballero Dragón se detuvo. Seiya dio un par de pasos sin él antes de darse cuenta que el chico azabache se había quedado atrás.

—¿Shiryu? —preguntó, ladeando la cabeza—. ¿Qué sucede?

Shiryu lo miró nervioso antes de responder.

—Nada... estoy... —tardó un poco en completar su frase—. Admirando el lugar...

Seiya arqueó una ceja. —Seguro la vista es más bonita en la cima, ¡vamos!

Tras la motivación de Pegaso, ninguno se movió.

—Bueno... ¡te sigo! —agregó Seiya, dando un brinquito y levantando los brazos. Shiryu lo miró, presa del pánico, seguía sin reaccionar. Después de unos momentos de silencio, Seiya continuó, avanzando hacia su compañero. —¿Shiryu? Acaso... ¿nos perdimos?

El Dragón puso los ojos como platos. —¡Qué va! ¿De qué hablas? ¡Pffffff! ¡Claro que no!

Claro que sí.

Uno habría pensado que tanto tiempo en Rozan y sus infinitas montañas lo convertirían en alguna clase de "experto en la materia" —Shiryu ciertamente lo pensó—, ¡seguro que sabía moverse por los Cinco Picos con los ojos cerrados! Pero esa era la montaña Mitake, y Shiryu jamás había estado ahí.

—De acuerdo... debe ser... ¡hacia allá! —gritó, apuntando en una dirección aleatoria. Shiryu caminó por el camino trazado, Seiya lo siguió.

Caminaron por quince minutos, el Dragón avanzaba firmemente, primero recto, luego a la derecha, izquierda y recto otra vez. Seiya lo seguía, conteniendo sus risas.

—Shiryu... creo que ya pasamos por aquí —comentó Seiya como quien no quiere la cosa.

—¡No es verdad! —respondió Shiryu, más alto y desesperado de lo que pretendía—. Lo tengo todo bajo control, Seiya. Tú sólo disfruta el camino ¿sí?

Seiya rió entre labios y continuó caminando.

Así transcurrió la siguiente hora, a Shiryu le costaba cada vez más trabajo disimular su desesperación, y Seiya —quien sabía perfectamente lo que ocurría— lanzaba ocasionalmente algún comentario para sacar al Dragón de sus casillas.

Finalmente, Shiryu se paró en seco, dando un pisotón y un alarido preocupante que hizo que Seiya pegara un brinco.

—¡Aaaargh! ¡Bien! ¡Lo admito!

—¿Qué te pasa Shiryu-kun? —añadió Seiya, con un tono pícaro.

Shiryu lo miró e inmediatamente desvió la mirada.

—¿Ahora sí nos perdimos?

—¡Sí, Seiya! ¡No sé en dónde estamos!

—¡¿Cómo?! El súper calculador Caballero Dragón que siempre tiene todo bajo control... ¿no tiene idea de dónde está parado?

Shiryu bajó su mochila de un sopetón y se sentó en el suelo.

—No. Anda, ríete un poco más.

Seiya rió. Caminó hasta su compañero y se sentó junto a él.

—Creo que Hyoga planeaba algo parecido. Dudo que le haya funcionado tan bien como a nosotros.

—Lo lamento —murmuró el Dragón con la cabeza baja—. Te defraudé.

—¿De qué hablas? Shiryu... sólo nos perdimos, no es para tanto. Debe haber alguna señalización en algún lugar.

—Tú lo dijiste... siempre tengo todo bajo control. Veniste conmigo para poder disfrutar de una increíble vista, y no has visto más que árboles y pájaros.

Seiya rió. —¡Por supuesto que he disfrutado la vista! Te venía viendo a ti, ¿sabes?

Shiryu lo miró sorprendido. Un ligero rubor invadió el rostro de ambos; el primero por la sorpresa de haber escuchado semejante confesión, el segundo porque se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta.

—Vine contigo porque... me gusta... estar contigo. —Ambos se contemplaron unos momentos más, sin decir nada, sin hacer nada.

Seiya habló nuevamente, rompiendo el silencio.

—¡Mira! —Pegaso se levantó de un brinco, apuntando a una señalización que se encontraba clavada en el tronco de un árbol. —¡Una flecha! Debe ser por allá. —Se paró frente a Shiryu y le extendió la mano—. ¿Vamos?

Dragón sonrió.

—Quedémonos un rato más. Esto es lindo.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora