Día 27: Tareas del hogar

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La vida como padres de familia era más agotadora de lo que cualquiera de los dos se hubiera imaginado. Nada los pudo haber preparado para el caos que reinaba en su departamento por lo menos dieciocho horas al día, ninguna guía parental o consejos de alguien experimentado en la materia. Quizás el problema eran ellos, o la edad de los niños, seis y ocho eran edades terribles para padres primerizos. Como fuera, Seiya y Shiryu tardaron más que los pequeños en agarrarle el ritmo a su nueva vida.

La sala parecía una zona de guerra: juguetes tirados por todas partes, los sillones destendidos, trastes sucios a lo largo del piso y mesa de centro. La cocina estaba desordenada, la estufa llena de manchas de comida quemada y una montaña de tratses sucios en el fregadero. El comedor albergaba los trastes que ya no cabían en el fregadero, así como un montón de chucherías que no parecían encontrar su lugar. Y respecto a la habitación de los niños... mejor ni hablamos.

Shiryu y Seiya miraron desesperanzados su departamento y suspiraron al unísono. Koga y Ryuho finalmente se había dormido, lo que les daba tiempo para limpiar todo el desorden.

—Hasta que mañana vuelva a suceder... —se quejó Seiya, haciendo cara de puchero.

—Un día a la vez, ¿quieres? —añadió Shiryu, algo temeroso por la perspectiva de que el resto de sus noches fueran a ser así—. Ni hablar, manos a la obra.

Ambos asintieron y comenzaron la reconstrucción de su hogar, ¿qué era todo ese desorden para un par de Caballeros de Athena? Aunque Seiya había dejado en claro más de una vez que prefería pelear contra algún Dios que limpiar cualquier cosa.

Shiryu se enfocó en el comedor, llevando los trastes sucios a la cocina, limpiando la mesa y poniendo en su lugar las chucherías que ahí se encontraban: sus llaves, un carrito de juguete, un calcetín, basura de toda clase y un diminuto y adorable mono de peluche que emitía el pitido más agudo y aberrante si se le oprimía la pancita.

Seiya hacía lo suyo en la sala, recogiendo los juguetes de los niños, que según Koga "iba a seguir jugando con ellos" y por eso no los guardaba.

—Pues no te veo por aquí jugando, hijo —murmuró sarcásticamente Pegaso mientras recogía uno a uno los pequeños edificios de madera del suelo—. Aunque no he de negar que serías un gran urbanista.

Esponjó las almohadas de los sillones, limpió la mesita de centro e incluso aspiró la alfombra. Había aprendido una cosa o dos viviendo con Shiryu.

Finalmente, ambos Caballeros se enfrentaron a su antiguo némesis: los trastes sucios.

—¿Yo enjabono y tú enjuagas? —sugirió Seiya pícaramente—. El jabón a veces reseca las manos y no queremos que las tuyas se hagan feas, ¿verdad?

Shiryu rió. —Me parece bien.

Después de un rato de lavar en silencio, Seiya comentó:

—¿Recuerdas cuando hicimos esto en casa de Saori?

—Claro que sí, dijiste que preferías besarme en el sofá antes que lavar los trastes.

—Sí... ahora sólo quiero dormir ocho horas seguidas... —Ambos rieron.

—Hemos cambiado mucho, ¿no?

Seiya se encogió de hombros. —Para bien, yo creo. Estamos casados y tenemos dos lindos y latosos hijos. ¿Qué más podría pedir?

—¿Cambiarías algo?

Seiya negó con la cabeza. —Nada —respondió sonriendo, estirando el cuello para besar la mejilla más cercana de su esposo—. Tal vez una cosa...

Shiryu frunció el ceño y paró de enjuagar en seco. Normalmente era bastante seguro de sí mismo; no obstante, Seiya siempre había sido el único que podía hacerlo titubear de vez en cuando, incluso entonces.

—Ojalá no hubiéramos perdido tanto tiempo. Escondí mis sentimientos por ti más tiempo del que quisiera admitir —Seiya hizo una pausa para respirar—. La verdad es... que te he amado desde siempre.

Shiryu abrió la boca, pero no logró decir nada. Recordó lo que Shun le había dicho el día que le propuso a Seiya matrimonio: «...ustedes se han amado desde mucho antes...»

—Yo también —admitió, esbozando una ligera sonrisa—. Pero aún así... no cambiaría nada. —Seiya lo miró con curiosidad—. Todas esas noches en las que me robaste el sueño fueron emocionantes. —Ambos soltaron algunas risas.

—Creo que me puedo acostumbrar a hacer esto todas las noches —mencionó Seiya, rebotando ligeramente en su lugar—. Tenemos tiempo para nosotros y podemos charlar.

—Sí... es lindo... pero creo que deberíamos pedirles enfáticamente que recojan sus juguetes. Aunque vayan a "seguir jugando con ellos" —dijo Shiryu, imitando la voz de Koga—. Estas charlas las podemos tener en la cama.

—"Pedirles enfáticamente"... —le imitó Pegaso, haciendo comillas con sus dedos enjabonados—. Buena suerte con eso, Shiryu-kun —soltó una risita divertida—. Aunque cualquier cosa que quieras hacer en la cama, me uno.

Sus vidas habían cambiado demasiado en un tiempo muy corto. Pero eso no significaba que no pudieran adaptarse.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora