•Capitulo 5

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La mañana comenzó con una calma extraña, de esas que te hacen sentir que el tiempo se desliza más lento de lo normal. Ayer regresamos del viaje al campo, y a pesar de lo agotador que fue, dormir en mi propia cama me hizo sentir que podía enfrentar cualquier cosa, incluso el día de hoy. Hoy es la boda y, para ser sincera, no estoy tan emocionada como debería estar. Pero Tatiana, por el contrario, parece estar más entusiasmada que nunca.

—¡Vamos, levántate ya! —me dice Tatiana mientras da vueltas por la cocina, llena de energía y emoción—. Hoy es el gran día, y tenemos mucho que hacer.

Desayunamos juntas, con el aroma del café llenando el aire y los rayos de sol entrando por la ventana. Tatiana no deja de hablar sobre lo mal que se verá Ricardo sin tenerme a su lado.

—Tienes que venir conmigo a recoger mi vestido —me ruega con los ojos brillantes de emoción.

Yo suspiro, dudando por un segundo, pero al final no puedo negarme. Sé lo importante que es este día para ella, y aunque mi ánimo no está al máximo, me esfuerzo por poner una sonrisa en mi rostro.

—Está bien, Tati, te acompañaré —digo al fin, tratando de sonar más entusiasta de lo que realmente me siento.

Después del desayuno, nos ponemos ropa cómoda y salimos de casa. Subimos al carro, con Tatiana al volante, como siempre. Ella decide que primero iremos a recoger su vestido y después aprovecharemos para buscar algunos accesorios que complementen nuestros atuendos para la fastidiosa boda.

—Prometo que no tardaremos tanto —me asegura mientras enciende el motor.

El camino se siente ligero y fresco. Tatiana tiene la música a todo volumen, y por un momento me olvido de mis preocupaciones. Pasamos por una pequeña cafetería en la esquina y decidimos detenernos para comprar café para llevar. Es un ritual, algo que siempre hacemos cuando salimos de compras. El café caliente me reconforta y, poco a poco, comienzo a sentirme más animada.

Llegamos a la sede de envíos, un edificio de ladrillos rojos con un gran cartel que anuncia el nombre de la empresa. Tatiana me toma de la mano y me arrastra adentro, ansiosa por recoger su vestido.
Finalmente, el empleado sale con una caja grande y blanca. Tatiana la recibe con una sonrisa de oreja a oreja, pero decide no abrirla allí mismo.

—Quiero abrirlo con calma en casa —me explica.

Yo asiento, apreciando su entusiasmo. Salimos del edificio con la caja en brazos, y Tatiana sugiere que vayamos a una tienda reconocida para comprar los accesorios que nos faltan.

—No deberíamos gastar mucho —le digo en tono de broma, pero un poco en serio también.

Tatiana me lanza una mirada traviesa.

—¡Por algo trabajamos como esclavas, Sophia! —exclama, riendo—. No todos los días se casa un bueno para nada.

Llegamos a una joyería conocida, y el escaparate está lleno de brazaletes, anillos y collares relucientes. Tatiana ha estado soñando con comprarse un brazalete de Pandora desde hace tiempo, y yo solo puedo sonreír al verla tan emocionada. Entramos, y la tienda es aún más impresionante por dentro, llena de vitrinas que reflejan la luz en todos los colores imaginables.

—Es… espectacular —murmura Tatiana mientras mira alrededor con los ojos muy abiertos.

No puedo evitar compartir su emoción mientras empezamos a mirar las vitrinas. Los brazaletes de Pandora son hermosos, con pequeños detalles que brillan bajo las luces de la tienda. Tatiana elige uno de inmediato, y yo decido hacer lo mismo. También compramos algunos collares que creemos que van perfectos con nuestros vestidos.

29 razones para quedarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora