Era un sábado perfecto para pasear por el parque. El sol brillaba, pero no lo suficiente como para ser molesto. Yo sostenía un helado de tamaño normal, mientras que Kai había optado por uno extra grande. Había insistido en pedir el más grande del carrito, y ahora se veía en serios problemas, luchando contra el sol que derretía su helado a una velocidad que él claramente no podía controlar.
—Este helado… —Kai suspiró, tratando de evitar que otro chorro de crema se escurriera por sus dedos—. Creo que subestimé el poder del sol.
No pude evitar reír—. Te lo advertí, pero quisiste el más grande.
Él me lanzó una mirada divertida y siguió luchando, lamiendo con rapidez, pero con poco éxito. Aún así, caminamos tranquilamente por el parque hasta que encontramos una banca libre bajo un árbol. Nos sentamos, disfrutando del momento, mientras Kai continuaba su batalla con el helado.
Mientras me relajaba, mis pensamientos comenzaron a volverse hacia la semana que había pasado. Todo iba increíble con Kai. Me hacía reír, me cuidaba y siempre sabía cómo hacerme sentir bien. Pero en la oficina... las cosas eran un poco diferentes. Las miradas habían comenzado, al principio de algunas compañeras, y luego ya casi de todas. Al principio pensé que solo eran accidentes, pero después de varios codazos “casuales” al pasar junto a mí, me di cuenta de que lo hacían a propósito. Antes intentaban disimular, pero ahora no.
No le había dicho nada a Kai, no lo veía importante o que fuera algo que necesitara su atención... aún. Pero esperaba que no llegara a ser algo peor.
Mis pensamientos se interrumpieron cuando Kai, que finalmente había terminado su helado, se levantó bruscamente de la banca y señaló a lo lejos.
—¿Qué es esa cosa horrorosa que está vendiendo esa señora?
Lo seguí con la mirada y vi a una mujer mayor rodeada de globos con diseños de todo tipo de animales. Perros, gatos, elefantes, leones, pájaros… un zoológico entero en forma de globos.
—Son globos, Kai. Globitos con diseño —dije, sonriendo.
Él frunció el ceño—. No los recordaba así de feos.
Reí y sacudí la cabeza—. Son lindos. Hace mucho que no compro uno.
Kai me miró como si hubiera dicho algo increíblemente revelador.
—¿Quieres uno? —preguntó.
—¿Qué? No, no es necesario…
Kai me tomó de la mano y me jaló hacia la dirección de la señora—. ¿Cuál quieres? ¿Ese de allá? ¿O el del león? ¿Qué tal el del gato? —preguntó mientras señalaba todos los globos posibles, con una intensidad que parecía exagerada.
—No sé... son todos bonitos —respondí, sintiéndome un poco abrumada.
Kai sonrió como si hubiera tomado una gran decisión—. Entonces nos llevamos todos —dijo, sacando su billetera y extendiendo un billete grande a la señora.
La mujer tomó el billete, pero lo miró, preocupada—. Joven, no tengo tanto cambio...
Kai hizo un gesto despreocupado con la mano—. Quédese con el cambio. Es para usted.
Los ojos de la señora se iluminaron y comenzó a agradecer repetidamente—. ¡Oh, gracias! ¡Mil gracias! Que Dios los bendiga.
—Sí, sí —dijo Kai, algo incómodo por la efusividad de la señora, mientras recibía todos los globos—. Que tenga un buen día.
Y ahí estábamos, caminando por el parque: Kai con una mano llena de globos de todos los colores y formas, y con la otra mano, jalándome a mí.
Mientras caminábamos, intentando evitar que los globos golpearan a los transeúntes, una niña pequeña se nos acercó.
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29 razones para quedarme
Romance"A veces, el corazón te pide quedarte justo donde más peligro corres." .. Sophia nunca imaginó que conocer a Kai cambiaría su vida de forma tan inesperada. Lo que parecía un encuentro casual en medio de una aventura, se transforma en un viaje emocio...