• Capitulo 19

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—¡¿Por qué vine aquí?! —grito, sin poder evitarlo. El vértigo me revuelve el estómago, y el mundo pasa tan rápido a mi alrededor que no puedo concentrarme en nada. Solo puedo gritar.

A mi lado, Kai sigue con los ojos cerrados, apretando los dientes. No dice ni una palabra, pero su cara lo dice todo. Está tan aterrorizado como yo.

—¡Estás... estás tan callado! —le grito entre risas nerviosas y puro pánico—. ¿No vas a gritar?

Sacude la cabeza sin abrir los ojos. —¡No grito porque no es necesario! —responde con voz temblorosa, y aunque intenta sonar seguro, claramente está tan asustado como yo.

—¡¿No es necesario?! ¡Estamos cayendo en picada! —le replico. No puedo creer lo que está diciendo. En ese momento, el vagón da una curva violenta que nos sacude hacia un lado. Mi cuerpo casi flota en el aire, y siento como si todo se descontrolara.

—¡Gritar no ayuda! —contesta con una firmeza que apenas logra mantener.

Lo miro, y de repente, me echo a reír, aunque estoy muerta de miedo. —¡Eso lo dices tú! ¡Mira cómo tienes los ojos cerrados, admítelo!

—¡No los tengo cerrados! —insiste, pero claro que los tiene. Lo veo apretando los párpados con todas sus fuerzas.

—¡Claro que los tienes cerrados! —le respondo, intentando no soltar otra carcajada. En ese momento el vagón sube una pequeña cuesta, dándonos un segundo para respirar.

Mis manos siguen temblando, y la barra de seguridad parece resbaladiza por todo el sudor. Intento soltarla por un segundo para relajar los músculos, pero no puedo. Sé que en cualquier momento volveremos a caer.

Y como si fuera una trampa, el vagón acelera de nuevo hacia abajo. Grito otra vez, esta vez más fuerte, cerrando los ojos con fuerza.

—¿Qué? ¿Ya te dio miedo? —pregunta Kai, pero su voz suena temblorosa. Aunque no quiera admitirlo, yo sé que él también está aterrado.

—¡Claro que no! —le miento, aunque probablemente suene más aterrada que él. El vagón da otra vuelta cerrada, sacudiéndonos de un lado a otro, y al final, suelto la verdad en medio de otro grito—. ¡Ok, sí! ¡Lo admito, estoy asustada!

Para mi sorpresa, Kai suelta una pequeña risa. Es extraña, casi inaudible por el ruido del viento y el vagón, pero está ahí. —¡Qué valiente de tu parte admitirlo!

El vagón comienza a frenar, lo que me da un alivio enorme.

Cuando finalmente nos detenemos, ambos nos quedamos en silencio por unos segundos, recuperando el aliento. Me suelto lentamente de la barra, notando que mis manos siguen temblando. Al menos lo peor ya pasó.

—Bueno —digo con la voz entrecortada por tanto gritar—, sobrevivimos.

Kai, aún algo rígido, parece más relajado que antes. —¿Pensaste que no lo haríamos?

Lo miro y sonrío. —Por un momento, lo dudé.

Nos bajamos de la montaña rusa, y aunque mis piernas aún están un poco temblorosas, intento caminar con normalidad. Kai tampoco dice mucho, pero noto que ahora tiene los ojos abiertos, aunque sigue algo callado. A pesar de su fachada, sé que estaba tan asustado como yo.

—La próxima vez que diga que no le tengo miedo a algo... recuérdame este momento, ¿vale? —le digo, bromeando.

Kai sonríe de lado, una sonrisa tan pequeña que podría pasar desapercibida si no lo estuviera mirando de cerca. —Lo haré.

logramos encontrar un banco cercano, me desplomé sobre él como si hubiera corrido un maratón. Kai no dijo nada, solo se sentó a mi lado, su postura mucho más relajada que la mía. Claro, como si no hubiera estado a punto de perder la cabeza segundos antes.

29 razones para quedarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora