• Capitulo 25-PARTE DOS

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Cuando llegamos a la mansión, Kai bajó del auto y yo lo seguí, aún algo aturdida por el alcohol, pero más consciente que antes. La señora Jhanik, por otro lado, ya estaba completamente dormida. Kai la miró por un segundo y, sin decir nada, la cargó en su espalda con facilidad, como si ya hubiera hecho esto varias veces. Me quedé observando cómo manejaba todo con calma, incluso en medio del cansancio que debía estar sintiendo.

El gran portal frente a nosotros se abrió después de que Kai marcara un código en el panel. El sonido del mecanismo al activarse resonó en el silencio de la noche. La mansión era impresionante, grande y elegante, pero no había nadie por ahí, todo estaba en completo silencio, como si la casa misma durmiera. Subimos por unas amplias escaleras de mármol que llevaban al segundo piso, con Kai aún cargando a su madre, que apenas se movía.

—Es más grande de lo que imaginaba —murmuré, viendo cómo todo a nuestro alrededor parecía sacado de una revista de lujo.

Kai no respondió, concentrado en no despertar a su madre mientras la llevaba hasta una gran habitación en el segundo piso. Abrió la puerta con suavidad y la depositó con cuidado en una cama enorme, cubriéndola con una manta. Yo solo observaba desde la puerta, sintiéndome un poco como una intrusa en todo aquello.

Una vez que la señora Jhanik estaba bien acomodada, Kai salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Me miró y me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera.

—Puedes ir al cuarto de visitas y dormir si quieres —dijo cuando nos dirigimos al pasillo—. Está al final del corredor.

Lo pensé por un segundo, pero la verdad es que no tenía nada de sueño.

—No tengo sueño —le respondí, encogiéndome de hombros. El alcohol aún hacía efecto, pero ya no lo suficiente como para tumbarme.

Kai asintió, como si hubiera esperado esa respuesta.

—¿Quieres un té? —preguntó, y la verdad es que sonaba bien.

—Sí, un té suena bien —dije, siguiéndolo mientras bajábamos de nuevo al primer piso y entrábamos en la cocina.

La cocina era tan grande como todo lo demás en la casa. Elegante, de mármol y acero inoxidable, con una luz tenue que le daba un ambiente acogedor a pesar de lo fría que parecía al principio. Me senté en uno de los bancos altos frente a la isla de la cocina, mientras Kai comenzaba a preparar el té con movimientos precisos.

—¿Aquí es donde vives? —pregunté, inconscientemente, sin saber muy bien por qué lo hacía. Tal vez el ambiente, tal vez la noche, o el hecho de que el alcohol me hacía más parlanchina de lo normal.

Kai negó con la cabeza mientras seguía trabajando en el té.

—No, yo vivo en otro sitio —dijo con tranquilidad.

—¿Entonces tus padres viven aquí? —insistí, más curiosa de lo que debería estar a esa hora de la noche.

Kai volvió a negar, esta vez más lento.

—solo mi mamá... mi padre vive en otro país atendiendo la empresa que está ahí , tenemos dos sedes y además ellos están separados—dijo, y su tono cambió un poco, haciéndose más serio.

—¿Estás enojado? —pregunté, recordando cómo había reaccionado cuando nos vio a Jhanik y a mí tomando en el restaurante—. Parecías molesto antes.

Kai se detuvo un segundo, pensativo, antes de volver a lo que estaba haciendo.

—No es tanto enojo —dijo—. Solo... es complicado.

—¿Por qué complicado?

—Porque cuando ellos se divorciaron , mi madre tuvo que hacerse cargo de la empresa ya que mi padre inmediatamente se fue—dijo, mientras se concentraba en la tetera que comenzaba a hervir—. Yo era solo un niño, y para ella, fue muy difícil. No sabía cómo manejarlo todo.

29 razones para quedarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora