• Capitulo 3

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La luz del sol se colaba tímidamente por la ventana de la habitación de Tatiana, iluminando las partículas de polvo que flotaban en el aire. Sentía el cuerpo pesado, como si hubiera corrido una maratón emocional la noche anterior. Me giré para mirar el despertador: las 9:15 de la mañana. Un suspiro profundo escapó de mis labios. Tatiana ya se había levantado, y por el ruido que venía desde la cocina, estaba ocupada haciendo algo. No estaba de humor para enfrentar el día, pero sabía que ella no me dejaría quedarme en cama demasiado tiempo.

—¡Buenos días, dormilona! —gritó desde la cocina, con ese tono de energía matutina que solo ella podía tener.

Me levanté con lentitud, arrastrando los pies hasta la cocina, donde Tatiana estaba preparando café.

—Buenos días… —murmuré, apenas levantando la voz.

Ella me miró con una sonrisa traviesa y una taza de café en la mano.

—¿Te has decidido ya? —preguntó de repente.

—¿Decidido qué? —respondí, aunque sabía perfectamente a qué se refería.

Tatiana me miró como si yo hubiera preguntado algo absurdo.

—A la boda, Soph. A la boda. Ya te dije que debemos ir. Vamos a dejar claro que tú no te quedas llorando por nadie. Además, ¿quién rechaza comida gratis y champán del bueno?

Suspiré, llevándome la taza de café a los labios. No me gustaba la idea. No tenía nada que demostrar, o al menos eso quería creer.

—Tatiana, ya te dije que no sé si quiero ir. No sé si vale la pena…

Tatiana se sentó frente a mí, apoyando los codos en la mesa y mirándome con sus grandes ojos brillantes.

—Mira, Soph, es simple. No vas porque quieras verlo, ni porque te importe. Vas porque... porque te dará placer mostrarle que estás mejor sin él, que te levantaste y que sigues adelante. Y además, porque vamos a disfrutar un banquete espectacular. ¿Te imaginas los entrantes? ¡Uf, el caviar, el salmón! —Tatiana hizo una pausa dramática—. Además, tal vez haya un buen DJ y terminemos bailando toda la noche.

No pude evitar reírme. Era típica de Tatiana encontrar el lado positivo en todo. Aún así, seguía sintiéndome reacia.

—No sé, Tati… No sé si estoy lista para enfrentar eso. Es demasiado pronto.

Tatiana se acercó más y tomó mis manos entre las suyas.

—Soph, escúchame… A veces, enfrentarte a lo que te hace daño es la única forma de sanarte de verdad. No podemos dejar que ese idiota decida cómo te sientes. Tienes que tomar control. Además, ya sabes que yo estaré contigo todo el tiempo, no te dejaré sola ni un segundo.

La miré fijamente, notando la sinceridad en sus ojos. Sabía que tenía razón. Ricardo no podía seguir siendo una sombra en mi vida. Y, en el fondo, parte de mí quería demostrarle que podía seguir adelante.

—De acuerdo… —susurré, con un suspiro de resignación—. Iremos a la boda. Pero lo haré por mí, para demostrarme a mí misma que ya no me importa.

Tatiana soltó un grito de emoción y me abrazó con fuerza.

—¡Sabía que dirías que sí! —dijo emocionada—. Bien, entonces después del almuerzo nos vamos al centro a buscar los vestidos más espectaculares que podamos encontrar. Y, antes de que digas algo, sí, tenemos que llamar la atención.

Me eché a reír, esta vez con más ganas. Era imposible resistirse a la energía de Tatiana.

—Está bien, Tati… pero nada extravagante, ¿de acuerdo? Algo sencillo.

29 razones para quedarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora