• Capitulo 7

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El presentador hizo una señal al DJ, y de repente comenzó a sonar "Love Story". El sonido llenó el salón y sentí cómo mi corazón se aceleraba aún más. Esa canción siempre me había encantado, traía recuerdos de momentos más sencillos, de sueños adolescentes. Pero al parecer, a Kai no le hacía la misma gracia. Se quedó inmóvil, su expresión impasible.

—¡La pista es de ustedes! —anunció el presentador con entusiasmo.

Los aplausos y gritos estallaron a nuestro alrededor, alentándonos a comenzar, pero ninguno de los dos se movió. Mis piernas se sentían como de plomo, y la vergüenza subía por mi cuello, enrojeciendo mis mejillas. Quería que el suelo me tragara en ese mismo instante.

—Esto es ridículo —murmuró él a mi costado, su tono grave y bajo, apenas audible para los demás. Iba a mirarlo, pero antes de que pudiera girarme hacia él, sentí su mano sobre la mía. Un estremecimiento recorrió mi espalda, una corriente inesperada que me tomó por sorpresa.

Sus ojos me miraron, apenas con un destello de paciencia, y con una suavidad sorprendente, me guió hacia el centro de la pista. Mis pies, torpes, apenas podían seguirle el ritmo, y aún sentía el calor de su mano. Cuando llegamos al centro, él finalmente se detuvo y me miró directo a los ojos.

—¿Sabes lo que estás haciendo? —preguntó sin rodeos, su voz tranquila pero directa.

Asentí rápidamente, aunque la inseguridad me invadía. Mis labios se abrieron para decir algo, pero ninguna palabra salió.

Kai, aparentemente resignado, colocó una mano en mi cintura mientras mantenía la otra entrelazada con la mía. Mi cuerpo tembló ligeramente con el contacto, y maldije mi falta de control. Él notó mi reacción, y una leve sonrisa, casi imperceptible, apareció en su rostro.

—No me hagas perder el tiempo, entonces —comentó en un tono neutral—. Trata de seguir el ritmo.

La música subió de volumen, llenando el espacio a nuestro alrededor. Él comenzó a moverse, y aunque traté de seguirle el ritmo, pronto me di cuenta de que él sabía perfectamente lo que hacía. Yo, por mi parte, me sentía torpe, como si mis pies no obedecieran a mi cerebro.

—Relájate —dijo, esta vez con un tono más suave, pero sin perder su actitud segura. Su mano en mi cintura se apretó un poco más, guiándome con firmeza—. Solo sigue mis pasos.

Sus movimientos eran seguros y precisos, y yo trataba de mantenerme al día. Mi mente seguía en caos, recordando todos esos videos de tutoriales de baile que había visto en internet, creyendo que ya era una experta. Pero ahí, frente a él, me sentía como un cachorro asustado, tratando de mantener el equilibrio.

—Dios, qué vergüenza —murmuré sin darme cuenta de que lo había dicho en voz alta.

Mis ojos se enfocaron en el suelo. No quería mirarlo, ni al público. Me concentré en el piso, esperando que de alguna manera me diera consuelo. Kai tampoco me miraba, y eso hacía todo más extraño. No es que su atención me desconcentrara, pero su indiferencia me hacía sentir aún más fuera de lugar.

Kai hizo un movimiento inesperado, un giro suave pero rápido, y por un instante me encontré más cerca de él de lo que esperaba. Nuestros rostros quedaron a escasos centímetros. Mi respiración se aceleró, y por un segundo, nuestras miradas se encontraron. Sus ojos, oscuros e intensos, tenían un brillo que no pude descifrar. Sin embargo, rápidamente apartó la vista, como si la cercanía le resultara incómoda.

—Concéntrate —murmuró sin emoción, pero lo suficientemente cerca como para que solo yo lo escuchara.

Sentí una punzada de frustración, pero traté de seguirle el ritmo, de no pensar demasiado en cada paso. La mano de Kai en mi cintura era firme, segura. Sus movimientos me guiaban con precisión, y poco a poco, comencé a encontrar un ritmo más fluido.

29 razones para quedarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora