• Capitulo 6

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La cena transcurrió sin contratiempos. Me senté al costado de Tatiana y Andrés, sintiendo un alivio palpable en el ambiente. A pesar de la agitación inicial, me encontraba mejor, comiendo en silencio pero con una actitud más animada. Tatiana y Andrés conversaban animadamente, lo que me hizo sentir más cómoda.

De repente, Laura y Ricardo se levantaron para dar unas palabras de agradecimiento. Sus discursos parecían sinceros, pero no pude evitar escuchar el murmullo de Tatiana:

—Qué hipócritas.

Me giré hacia Tatiana, sorprendida, pero antes de poder decir algo, Ricardo se levantó para iniciar el siguiente evento: la búsqueda del futuro afortunado. Con una sonrisa juguetona, comenzó a llamar a todos los chicos solteros para que se acercaran.

— ¡Todos los solteros, vengan acá! Vamos a ver quién será el próximo afortunado.

Andrés, lleno de entusiasmo, se unió al grupo y exclamó:

— ¡Hoy encontraré pareja!

Tatiana y yo reímos ante el optimismo de Andrés. Mientras los chicos se movían animadamente hacia el centro, noté que en una esquina, dos chicos estaban arrastrando a otro que claramente no quería participar. Su desdén era evidente y me causó inquietud. La incomodidad que irradiaba contrastaba con la animada expectación de los demás.

Ricardo se preparó para lanzar la tela blanca. Comenzó a dar varias vueltas mientras todos observaban ansiosos. El chico que claramente no quería participar se mantenía en la retaguardia, mostrando su desinterés. Sus amigos lo empujaron hacia la primera fila, pero él seguía con los brazos cruzados, mirando a su alrededor con irritación.

Finalmente, Ricardo lanzó la tela blanca al aire. Miré cómo caía lentamente, y para mi sorpresa, aterrizó sobre la cabeza del chico reacio. Todos aplaudieron mientras él, con desdén, la retiró de su cabeza y se la pasó a su amigo. Ricardo se acercó y le dio un apretón en el brazo.

— ¡Tenemos un afortunado! ¿Alguna palabras que quieras decir?

— Solo vine por la comida, no pienso ser parte de sus jueguitos ridículos — respondió el chico con una frialdad que no pasó desapercibida para mí.

— ¡Parece que está muy emocionado por encontrar a su futura esposa! — exclamó Ricardo, mientras los amigos del chico lo rodeaban y lo hacían sentar en el lugar indicado.

Luego, el animador llamó a las chicas solteras. Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, Tatiana me arrastró hacia el centro de la pista.

— ¡Tu momento ha llegado, Soph! Es hora de encontrar el verdadero amor.

— ¡No! — protesté, intentando resistirme.

— ¡Sí! — insistió Tatiana con determinación.

En un abrir y cerrar de ojos, me vi rodeada por un grupo de chicas emocionadas. El animador comenzó a contar y Laura se posicionó al frente con el ramo. La tensión en el aire era palpable mientras el ramo volaba en giros lentos. Las chicas se estiraban y corrían, ansiosas por atraparlo.

— ¡Vamos, Sophia! ¡Agárralo! — escuché la voz de Andrés, que parecía haberse aprendido mi nombre rápidamente.

Me quedé paralizada. El ramo se acercaba lentamente hacia mí, y aunque no quería participar en este juego, no podía evitar sentir un pequeño dolor por las flores que inevitablemente se dañarían al caer.

Cerré los ojos por un instante, y al abrirlos, vi una mano intentando atrapar el ramo. Me sentí aliviada al pensar que otra chica lo cogería, pero de repente, una mano rápida apartó esa otra mano. Reconocí el brazalete de Pandora

29 razones para quedarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora