• Capitulo 36

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La noche era tan silenciosa que casi podía escuchar mi propio corazón latir. Tatiana dormía profundamente a mi lado, pero yo no lograba conciliar el sueño. Mis pensamientos estaban con Kai, que lo había dejado durmiendo en el sofá con el cuello doblado de una forma que, ahora que lo pensaba, parecía bastante incómoda.

Suspiré, sintiéndome un poco culpable. ¿Y si se despertaba con dolor? No podía dejar de preocuparme. Tal vez debería ir a ver cómo estaba.

Con cuidado, me deslicé fuera de la cama, evitando despertar a Tatiana. El frío del suelo me hizo estremecer, pero decidí ignorarlo mientras bajaba las escaleras, tratando de no hacer ruido. La casa estaba completamente a oscuras, apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las ventanas.

Cuando llegué al primer piso, busqué con la mirada el sofá donde había dejado a Kai, pero no estaba allí. Fruncí el ceño. ¿Dónde se había ido?

Fue entonces cuando lo vi, tirado en el suelo, justo al lado de la mesa de centro.

—¡Kai! —exclamé, corriendo hacia él, el pánico empezando a instalarse en mi pecho.

Me arrodillé a su lado, sacudiéndolo suavemente por los hombros.

—Kai, despierta.—le susurré.

Pero él no se movía.

Lo sacudí un poco más fuerte.

—Kai, ¡despierta! —mi voz ahora era un poco más alta, pero él seguía inmóvil.

Justo cuando estaba a punto de entrar en pánico total, escuché un ruido. Era un sonido extraño, como si alguien estuviera susurrando... o revolviendo algo. Giré la cabeza hacia la cocina. ¿Qué estaba pasando?

Me puse de pie, nerviosa, y di un par de pasos hacia la puerta de la cocina. Pero antes de que pudiera acercarme más, Kai soltó un gruñido bajo, moviéndose ligeramente en el suelo.

—¿Kai? —dije, arrodillándome de nuevo junto a él.

Él abrió un ojo, luego el otro, mirándome con confusión.

—¿Qué haces en el suelo? —pregunté, más aliviada ahora que lo veía despierto.

Kai soltó un suspiro y murmuró algo ininteligible antes de intentar sentarse.

—Sofá... se movió —dijo, pasándose una mano por la cara, claramente desorientado.

—¿El sofá se movió? —le pregunté, divertida—. Más bien parece que te caíste.

Antes de que pudiera responder, el ruido en la cocina se hizo más fuerte. Ahora eran claramente voces, y eso me puso en alerta de nuevo. Me levanté rápidamente.

—¿Escuchaste eso? —le susurré, mirando hacia la puerta de la cocina.

Kai frunció el ceño, claramente molesto por haber sido despertado, pero asintió levemente. Ambos nos levantamos lentamente y comenzamos a caminar hacia la cocina, con cuidado.

Cuando empujé la puerta, esperando lo peor, lo último que esperaba encontrar era a Daniel y Mario... rebuscando en la nevera.

—¿Qué están haciendo? —pregunté, en parte sorprendida y en parte aliviada.

Daniel levantó la vista, sosteniendo un tarro de pepinillos en una mano y una cucharada de helado en la otra. Mario, a su lado, tenía la boca llena de algo que no pude identificar.

—Ah, hola, Sophia —dijo Daniel, como si fuera lo más normal del mundo estar saqueando la cocina en medio de la noche—. Estamos... investigando. ¿Qué? ¿Tienen hambre o algo?

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⏰ Última actualización: 19 hours ago ⏰

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