La mañana siguiente, Aiden se despertó temprano. Se había acostado tarde, tratando de asimilar los recuerdos y la identidad de Edran Dallen, pero su mente, ávida y ansiosa, se negaba a descansar. A medida que las primeras luces del amanecer llenaban la habitación, Aiden se levantó decidido a entender el nuevo mundo en el que había sido lanzado.
Su primera tarea fue revisar la correspondencia y los documentos personales que encontró en el escritorio de su habitación. La letra fluida y elegante de Edran Dallen parecía ser la de un joven educado, con una formación adecuada a su rango, pero que no tenía grandes responsabilidades. Al parecer, la familia Dallen era propietaria de extensas tierras en Naboo, conocidas principalmente por sus viñedos y huertos, lo que proporcionaba a la familia una vida cómoda pero modesta en comparación con las grandes casas nobles del planeta.
Los recuerdos de Edran que ahora ocupaban su mente confirmaban esto. La vida en la casa Dallen había sido tranquila, casi aburrida. No había guerras, ni grandes intrigas políticas, solo la administración de las tierras y la gestión de las relaciones con otros nobles locales. Edran había sido un joven que había pasado sus días entrenando en esgrima, participando en eventos sociales, y disfrutando de la poesía y la música. Era un noble respetable, pero no particularmente ambicioso.
Aiden, por el contrario, era un hombre de otro mundo, alguien que había conocido la dureza de la vida moderna, con sus desafíos y constantes cambios. Sabía que no podía permitirse el lujo de ser complaciente. Si quería sobrevivir, y más aún, prosperar en este universo, tendría que ser mucho más que un simple noble terrateniente.
Después de revisar los documentos, Aiden decidió que era hora de explorar más allá de los límites de la finca familiar. Necesitaba ver Naboo con sus propios ojos, no solo a través de los recuerdos de Edran. Con ese pensamiento en mente, se vistió con ropa cómoda para un día de exploración: una túnica de color oscuro y botas de cuero, perfectas para moverse sin llamar demasiado la atención.
Mientras descendía por las amplias escaleras de mármol de la casa, fue interceptado por Mara, la gobernanta. Ella parecía algo preocupada, pero Aiden notó un matiz de alivio al verlo en pie y aparentemente en buen estado.
"Señor Dallen, ¿se encuentra bien para levantarse tan temprano?", preguntó Mara con tono maternal.
Aiden le ofreció una sonrisa tranquilizadora. "Me siento mucho mejor, Mara. Gracias por tu preocupación. De hecho, estoy pensando en salir a dar un paseo por las tierras. Necesito despejar mi mente".
Mara pareció dudar por un momento, pero luego asintió. "Muy bien, pero por favor, no se esfuerce demasiado. Aún debe recuperarse por completo".
"Lo tendré en cuenta", prometió Aiden, antes de salir por las puertas principales.
El aire fresco de la mañana lo recibió cuando cruzó el umbral, y Aiden se tomó un momento para respirar profundamente, sintiendo cómo el fresco viento de Naboo llenaba sus pulmones. La finca Dallen se extendía ante él, un vasto paisaje de colinas verdes y viñedos que se perdían en la distancia. El sol empezaba a elevarse, bañando la tierra en una cálida luz dorada. Era un lugar hermoso, un paraíso en miniatura, pero Aiden sabía que la belleza de Naboo ocultaba muchas complejidades.
Comenzó su caminata recorriendo los viñedos, donde los trabajadores ya estaban en sus puestos, atendiendo las vides con esmero. Aiden los saludó con un gesto de cabeza, mientras los observaba trabajar. Era evidente que el joven Edran había sido un patrón justo y respetado, y Aiden decidió que, al menos por ahora, mantendría esa fachada.
Después de una hora de caminar por los viñedos y los alrededores de la finca, Aiden decidió que era momento de aventurarse más allá. Dirigió sus pasos hacia el pequeño speeder que había visto la noche anterior en el garaje. Los recuerdos de Edran le proporcionaron el conocimiento necesario para manejar el vehículo, y en pocos minutos, estaba volando a baja altura sobre los prados ondulantes de Naboo, en dirección a Theed, la capital del planeta.
Mientras volaba, Aiden dejó que sus pensamientos vagaran. La ciudad de Theed sería el lugar perfecto para comenzar a establecerse, no solo como Edran Dallen, sino como el hombre que tenía la intención de ser: un líder, un estratega, un constructor de imperios. Sabía que la clave para el poder en Naboo residía en las conexiones, y para eso necesitaría integrarse en los círculos políticos y sociales de Theed.
A medida que se acercaba a la ciudad, Aiden pudo ver las magníficas estructuras que se alzaban sobre el paisaje, majestuosas y llenas de historia. Los altos edificios de piedra blanca y las torres doradas relucían bajo la luz del sol, reflejando la opulencia y la cultura de un pueblo orgulloso. El Palacio Real dominaba la vista, una obra maestra de la arquitectura que simbolizaba el poder y la estabilidad del gobierno de Naboo.
Aiden aterrizó el speeder en un área designada para visitantes en las afueras de la ciudad y decidió continuar a pie. Theed era un hervidero de actividad, con gente de todas las clases sociales moviéndose por las calles empedradas, comerciando, charlando y realizando sus quehaceres diarios. Todo parecía tranquilo, pero Aiden sabía que, bajo la superficie, el mundo estaba al borde del caos. El asedio de Naboo por parte de la Federación de Comercio estaba a solo unos meses de distancia, y sería el primer gran acontecimiento que sacudiría los cimientos de la galaxia.
Mientras caminaba por las calles, Aiden se dirigió al mercado central. Era un lugar bullicioso, lleno de comerciantes que ofrecían desde frutas frescas hasta artefactos exóticos traídos de los rincones más lejanos de la galaxia. Aiden observó todo con detenimiento, buscando cualquier cosa que pudiera darle una ventaja en el futuro.
Finalmente, decidió que era hora de hacer su primer movimiento. Se dirigió a una pequeña tienda en la esquina del mercado, donde según los recuerdos de Edran, se vendían dispositivos de comunicación y tecnología. El dueño de la tienda, un hombre mayor de aspecto afable, lo recibió con una sonrisa.
"¡Ah, joven Dallen! ¡Es un placer verlo!", exclamó el hombre, obviamente reconociendo a Edran.
Aiden asintió cortésmente. "Necesito algunos dispositivos de comunicación avanzados, algo que no sea fácil de interceptar. Tengo negocios que atender que requieren discreción".
El hombre pareció intrigado, pero no hizo preguntas. "Por supuesto, tengo justo lo que necesita. Estos son de fabricación corelliana, muy confiables y con cifrado de última generación".
Aiden inspeccionó los dispositivos y seleccionó algunos que le parecieron adecuados. Pagó sin regatear y, antes de irse, dejó caer una sutil sugerencia. "Si alguna vez escucha algo interesante, especialmente sobre movimientos inusuales en el espacio cercano a Naboo, me gustaría saberlo. Pagaré bien por esa información".
El comerciante asintió, comprendiendo la implicación. "Por supuesto, joven Dallen. Siempre es un placer hacer negocios con alguien tan... perspicaz".
Con eso, Aiden salió de la tienda, satisfecho con el primer paso dado. Tenía mucho por hacer, y no mucho tiempo para hacerlo. Pero con paciencia, estrategia y un poco de suerte, Naboo pronto sería más que un simple planeta en el borde de la galaxia. Sería el corazón de su imperio.
ESTÁS LEYENDO
EL ASCENSO DE UN IMPERIO EN NABO
Science FictionUn hombre del siglo XXI muere en un accidente y se reencarna en el universo de Star Wars, justo antes del Asedio de Naboo. Con recuerdos de su vida pasada y un conocimiento profundo del futuro, decide aprovechar la oportunidad para construir un impe...