Capítulo 15: La Sombra de Sidious

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Mientras el cielo sobre Naboo comenzaba a despejarse y los droides caían en desorganización, una figura oscura observaba desde las profundidades del cosmos. Darth Sidious, siempre presente aunque invisible, estudiaba cada movimiento en el campo de batalla. Su mente, siempre calculadora, se concentraba en las consecuencias de esta derrota momentánea. La Federación había fallado, pero para Sidious, esto no era más que un revés menor. Tenía otros planes para Naboo, y este contratiempo solo alimentaba su deseo de venganza.

“Lord Maul”, susurró la voz de Sidious a través de la oscura y fría transmisión holográfica. “Es el momento de ejecutar la siguiente fase. Naboo ha demostrado ser más resistente de lo previsto, pero su victoria es temporal. Asegúrate de que lo sientan en sus huesos.”

Desde su lugar de meditación, el aprendiz oscuro, Darth Maul, respondió con una reverencia profunda. “Sí, maestro. El final de Naboo se acerca.”

Con sus ojos carmesí llenos de furia y una precisión letal, Maul se preparó para su tarea. Sidious le había dado una misión clara: desmantelar cualquier esperanza que Naboo tuviera antes de que pudiera afianzarse. Naboo era el tablero, y Maul el peón oscuro destinado a eliminar cualquier resistencia.

De vuelta en Theed, la ciudad estaba ocupada en una actividad frenética. Con la nave de mando de la Federación destruida y sus droides en desorden, las tropas de Naboo y los gungan, ahora aliados firmes, trabajaban codo a codo para asegurar la capital. Aiden recorría las calles de la ciudad, supervisando la reorganización de las defensas. A pesar de la victoria lograda, sabía que esto no era más que una pausa en la tormenta que se avecinaba.

Mara se acercó a él, su rostro aún marcado por el cansancio de la misión. “El daño ha sido considerable, pero la gente está respondiendo. Están dispuestos a luchar por su hogar, pero necesitamos más tiempo para reorganizarnos.”

Aiden asintió. Era consciente de que Naboo había ganado una importante batalla, pero la guerra aún estaba lejos de terminar. Había algo en el aire, una presencia oscura que no podía ignorar. Como si las sombras mismas estuvieran acechando, esperando el momento adecuado para golpear.

“Sidious no ha terminado con nosotros”, dijo Aiden con tono sombrío. “Lo siento. Algo grande se está gestando, y no será una simple batalla.”

Mara, acostumbrada ya a la intuición casi sobrenatural de Aiden, lo miró con seriedad. “¿Qué sugieres?”

“Fortificar las defensas. Mandar mensajes a nuestros aliados en la República. Necesitamos que entiendan que Naboo no es simplemente un conflicto local. Este es un teatro para algo mucho más grande.”

Aiden se apartó un momento, observando la ciudad desde lo alto de la plaza central. Había ayudado a Naboo a resistir, a organizarse y contraatacar, pero las fuerzas que estaba enfrentando eran mayores que lo que cualquiera en el planeta podía imaginar.

En otro lugar, entre las montañas al este de Theed, un pequeño grupo de cazadores se movía sigilosamente, vigilando cualquier movimiento extraño. Estas regiones montañosas eran clave para la defensa, ya que proveían rutas estratégicas para evitar los principales corredores de acceso a la capital. Uno de los vigías, un joven llamado Lonnar, observaba desde lo alto de un risco, su bláster listo, cuando algo extraño captó su atención.

A la distancia, a través de la bruma que cubría el paisaje, vio una figura oscura moviéndose a una velocidad inhumana. Por un momento pensó que era su imaginación, pero cuando vio cómo aquella figura saltaba entre las rocas con una agilidad aterradora, su sangre se heló.

“¿Qué…?”, murmuró Lonnar mientras trataba de enfocar su visor. Lo que vio a continuación hizo que sus manos temblaran.

Darth Maul, con su rostro tatuado de negro y rojo, avanzaba silenciosamente entre las sombras, su sable láser colgando de su cinturón. Los ojos de Maul destellaban con odio y concentración, su presencia en Naboo no era casual; había sido enviado a destruir. Lonnar, sin dudarlo, activó su comunicador y envió una señal de alerta.

De vuelta en Theed, la alerta se disparó en el centro de mando. Aiden revisó el informe y sintió una presión familiar en su pecho. “Lo sabía… Sidious ha enviado a su arma más letal.”

“¿Qué es lo que enfrentamos?”, preguntó Panaka mientras observaba la pantalla, incapaz de comprender lo que veía.

“Darth Maul”, murmuró Aiden con gravedad. “El aprendiz de Sidious. Es un Sith. Y está aquí para destruir todo lo que hemos logrado.”

El capitán Panaka, aunque escéptico sobre la idea de un Sith, sabía que Aiden rara vez estaba equivocado. “¿Qué debemos hacer?”

Aiden cerró los ojos por un momento, sopesando sus opciones. La presencia de Maul significaba que la Federación había perdido su paciencia. Este no era un simple ataque táctico; era un golpe destinado a eliminar cualquier resistencia de una vez por todas. Pero él sabía que enfrentarse a un Sith requería más que simples soldados.

“Preparen las tropas para una posible invasión directa”, ordenó Aiden finalmente. “Pero yo me ocuparé de Maul.”

“¿Tú solo?”, preguntó Mara, sorprendida.

Aiden asintió con firmeza. “No podemos enfrentarnos a él como si fuera un enemigo normal. Maul es una fuerza destructiva. Si enfrentamos a Maul de manera convencional, perderemos más de lo que podemos permitirnos. Yo lo detendré, pero necesitaré toda la distracción que puedan ofrecerme.”

Mara lo miró, sabiendo que Aiden no tomaba decisiones a la ligera. “Lo tendrás. Haremos todo lo posible para mantener a sus tropas ocupadas.”

Esa noche, mientras las estrellas iluminaban el cielo sobre Naboo, Aiden se preparaba mental y físicamente para el duelo que se avecinaba. Sabía que enfrentarse a un Sith sería lo más peligroso que había hecho hasta ahora. Pero también sabía que no podía retroceder. Había aceptado este destino al momento de reencarnar en este universo. Su papel en esta historia no era ser un simple espectador.

Con su sable láser modificado en mano, se dirigió hacia las montañas donde Maul había sido avistado por última vez. Su mente estaba enfocada en lo que tenía que hacer, pero en el fondo sabía que este enfrentamiento decidiría el futuro inmediato de Naboo.

Mientras avanzaba por el terreno rocoso, sus sentidos se agudizaron. Podía sentir la oscuridad que emanaba de Maul a la distancia, como una presión sofocante en el aire. Aiden se detuvo en un claro, sintiendo que Maul estaba cerca.

Y entonces, de las sombras, emergió la figura del Sith.

Darth Maul, con su presencia amenazante y su postura letal, lo observó en silencio durante unos segundos antes de encender su sable de doble hoja. El resplandor rojo bañó el claro en una luz siniestra.

“Sabía que Sidious enviaría a alguien”, dijo Aiden con calma, encendiendo su propio sable.

Maul no respondió con palabras. En lugar de eso, avanzó lentamente, su sable zumbando en el aire, mientras los dos se preparaban para el combate inevitable.

La batalla por el destino de Naboo había comenzado.

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