El cielo de Naboo se oscureció mientras las naves de la Federación de Comercio comenzaban su descenso. La imponente flota de desembarco proyectaba largas sombras sobre los campos verdes y las aguas cristalinas de Naboo, creando un contraste perturbador con la belleza natural del planeta. Desde su posición en la torre de observación, Aiden miraba la aproximación de las enormes naves. Sabía que cada minuto contaba, y que los primeros momentos de la invasión serían cruciales para marcar el curso de la guerra.
El zumbido de las naves de transporte era audible en toda la ciudad, y pronto el sonido de los motores y las máquinas fue acompañado por los primeros gritos de alarma de los ciudadanos. Aiden se apresuró a bajar de la torre, dirigiéndose al centro de mando situado en las profundidades del palacio. Al llegar, encontró a los comandantes y oficiales ya ocupando sus puestos, coordinando las defensas y enviando órdenes a las fuerzas desplegadas.
“El momento ha llegado”, dijo Aiden mientras entraba en la sala, su voz cortando el aire cargado de tensión. “¿Posiciones?”
El capitán Panaka, quien había estado observando los monitores, respondió rápidamente. “Las defensas están preparadas, señor. Las tropas gungan están en su posición en los pantanos, y nuestras fuerzas en Theed están listas. Pero estamos superados en número. Si no logramos contener las primeras oleadas de droides, podrían tomar la ciudad.”
Aiden asintió. La situación era precaria, pero confiaba en que la combinación de estrategias y el uso del terreno podrían ralentizar a la Federación lo suficiente como para ganar tiempo. "Debemos concentrarnos en mantener la línea lo más posible. No podemos permitirles un avance fácil."
Un oficial de comunicaciones levantó la vista desde su pantalla. “Comandante, los gungan están reportando movimiento en la periferia del pantano. Están preparados para activar los escudos de energía.”
“Dile a los gungan que aguanten hasta que las naves de desembarco estén lo suficientemente cerca”, ordenó Aiden. “No queremos revelar nuestras defensas demasiado pronto.”
Las defensas naturales de Naboo y la tecnología gungan eran una parte vital del plan de Aiden. Sabía que si los gungan lograban mantener la línea en los pantanos, el avance terrestre de la Federación se vería significativamente obstaculizado. Mientras tanto, las tropas en Theed debían resistir cualquier intento de asalto directo a la ciudad.
A medida que el reloj avanzaba, Aiden no podía evitar recordar las palabras de Lyria. Sidious estaba acelerando sus planes, y esta invasión no era más que una pieza en un juego mucho más grande. Era imposible no sentir el peso de esa realidad, pero no tenía tiempo para detenerse en lo que aún no podía controlar. Por ahora, su única prioridad era defender Naboo.
En los pantanos, los ejércitos gungan, liderados por el general Jar Jar Binks y el comandante Tarpals, se preparaban para la inminente batalla. Las enormes cúpulas de energía comenzaban a activarse, formando un escudo protector que cubría sus posiciones. Los guerreros gungan, armados con lanzas de energía y bombas de plasma, esperaban con paciencia mientras las naves de la Federación se acercaban lentamente.
Jar Jar, a pesar de su naturaleza algo torpe, había demostrado ser un líder respetado entre su gente. Aunque no era el más experimentado en combate, su coraje y lealtad eran incuestionables, y los gungan confiaban en él para guiarlos a través de la batalla que se avecinaba.
“Ahora es cuando”, dijo Tarpals mientras observaba a través de sus prismáticos. “Cuando estén dentro del alcance, activamos los escudos completos.”
Jar Jar asintió nervioso, pero mantuvo la compostura. Sabía lo que estaba en juego. Las primeras oleadas de droides ya estaban bajando de las naves, alineándose en formaciones rígidas mientras se preparaban para avanzar a través del pantano.
“¡Ahora!”, gritó Tarpals, y los escudos de energía se desplegaron por completo, envolviendo al ejército gungan en una burbuja protectora que brillaba con un resplandor azulado. Los disparos láser de los droides comenzaron a rebotar ineficazmente contra el campo de fuerza, mientras los gungan respondían con sus propias armas, lanzando bombas de plasma que explotaban en medio de las filas de los droides, desactivándolos en masa.
Desde su puesto de mando en Theed, Aiden observaba los primeros momentos del combate. “La defensa gungan está funcionando. Están conteniendo el avance terrestre.”
Pero entonces, una alerta resonó en la sala. “Comandante, tenemos múltiples naves de la Federación moviéndose hacia Theed. Están intentando un desembarco directo.”
“Era de esperar”, murmuró Aiden. “Muy bien, prepárense para lo que viene.”
En las calles de Theed, el sonido de los motores de las naves de la Federación llenaba el aire mientras los primeros transportes tocaban tierra. Los droides de batalla comenzaron a desplegarse rápidamente, moviéndose en formación hacia los puntos estratégicos de la ciudad. Los soldados de Naboo, dirigidos por Panaka y sus capitanes, estaban listos.
Los disparos cruzaban el aire mientras las tropas de Naboo abrían fuego contra los droides invasores. Aiden, observando la batalla desde su puesto de mando, se mantenía en contacto constante con las diferentes unidades desplegadas en la ciudad.
“El primer grupo de droides está intentando tomar las puertas del palacio”, informó uno de los oficiales.
“No dejen que lleguen demasiado cerca”, ordenó Aiden. “Usen las minas y las trampas que instalamos. Cada metro debe costarles.”
A lo largo de la ciudad, los soldados de Naboo se movían rápidamente, utilizando las calles estrechas y los edificios como ventaja. Las trampas explosivas que habían colocado previamente comenzaron a detonar, desactivando grupos enteros de droides. Pero por cada ola que repelían, más droides descendían de las naves de desembarco.
Panaka, al frente de una de las unidades, se encontraba coordinando el esfuerzo defensivo en la entrada principal de la ciudad. “Mantengan la formación, no dejen que rompan las líneas”, gritó mientras apuntaba su bláster y derribaba a varios droides de un solo disparo.
A pesar de su ferocidad, las fuerzas de Naboo estaban siendo empujadas hacia el centro de la ciudad. Los droides avanzaban con una precisión implacable, y Aiden sabía que, si no hacían algo pronto, perderían Theed.
De regreso en el centro de mando, una nueva alerta parpadeó en la pantalla. Aiden se acercó rápidamente. “¿Qué está pasando?”
Uno de los técnicos lo miró con preocupación. “Comandante, hemos detectado una nueva nave de la Federación. Esta no es una nave de transporte, es una nave de mando.”
Aiden frunció el ceño. Una nave de mando solo podía significar una cosa: la Federación estaba preparada para tomar el control completo de Naboo, instalando sus operaciones de manera permanente. Y si eso sucedía, la resistencia sería mucho más difícil.
“Mara, quiero que coordines una misión para interceptar esa nave”, dijo Aiden, volviéndose hacia su asistente. “No podemos permitir que establezcan una base de mando aquí. Si lo hacen, será imposible expulsarlos.”
Mara asintió rápidamente y comenzó a organizar el equipo.
“Y dime, ¿Lyria ha enviado alguna actualización?”
“No, señor. Desde su último mensaje, no hemos recibido nada más.”
Aiden sintió una punzada de preocupación. Lyria siempre había sido confiable, y su silencio solo podía significar que algo estaba ocurriendo en Coruscant. Pero en ese momento, no tenía más opción que concentrarse en la batalla que tenía frente a él.
El destino de Naboo estaba en juego, y Aiden sabía que el siguiente paso que tomara podría definir el curso de la invasión.
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EL ASCENSO DE UN IMPERIO EN NABO
Science FictionUn hombre del siglo XXI muere en un accidente y se reencarna en el universo de Star Wars, justo antes del Asedio de Naboo. Con recuerdos de su vida pasada y un conocimiento profundo del futuro, decide aprovechar la oportunidad para construir un impe...