La noche envolvía Theed, pero la batalla no daba tregua. Aiden observaba desde el centro de mando, con los mapas tácticos iluminados y las comunicaciones con el campo de batalla llenas de ruido y caos. El ejército droide de la Federación avanzaba implacablemente, y aunque las defensas de Naboo y los gungan habían logrado detener las primeras oleadas, cada minuto que pasaba la situación se volvía más desesperada.
“Mara, ¿el equipo de intercepción está listo?”, preguntó Aiden mientras observaba la última actualización en los monitores.
Mara asintió, aunque su rostro estaba tenso. “Los mejores pilotos y soldados que tenemos están listos para atacar la nave de mando. Pero hay demasiadas defensas alrededor de ella. Va a ser una misión suicida si no logramos desviar parte de sus fuerzas.”
Aiden lo sabía. La Federación de Comercio había desplegado una inmensa flota sobre Naboo, y aunque sus tropas de tierra estaban luchando en las calles y los pantanos, el verdadero control del planeta dependía de esa nave de mando. Si lograban derribarla o desestabilizar su operación, la Federación perdería coordinación y Naboo podría ganar un respiro crucial.
“Mantén al equipo en espera por ahora”, ordenó Aiden tras unos segundos de reflexión. “Necesitamos una distracción lo suficientemente grande como para que sus defensas estén comprometidas.”
Mara lo miró con curiosidad, pero no hizo preguntas. Conocía bien a Aiden; cuando callaba, su mente estaba tramando algo.
En los pantanos de Naboo, los gungan seguían resistiendo el avance de los droides con determinación. Bajo la burbuja protectora de sus escudos, el general Jar Jar Binks daba órdenes, animando a sus guerreros. A pesar de las bajas sufridas, los gungan mantenían la línea, ralentizando considerablemente la invasión terrestre.
“Tarpals, ¿cuál es el estado de nuestras fuerzas?”, preguntó Jar Jar, su voz algo más firme de lo habitual debido a la gravedad de la situación.
“El escudo aguanta, pero no por mucho tiempo”, respondió Tarpals mientras observaba las naves de la Federación sobrevolando sus posiciones. “Los droides siguen avanzando, y si siguen trayendo refuerzos, podríamos quedarnos sin opciones.”
Jar Jar asintió con preocupación. Era consciente de que la Federación estaba jugando a ganar por desgaste. Si la línea gungan caía, la invasión terrestre se transformaría en un torrente incontrolable de droides hacia Theed.
“Necesitamos algo para cambiar el rumbo de esta batalla”, pensó en voz alta.
Justo en ese momento, las comunicaciones de los gungan se activaron. Era Aiden, que les hablaba desde Theed. “General Jar Jar, es hora de ejecutar la Fase Cero.”
Tanto Jar Jar como Tarpals intercambiaron miradas. La Fase Cero era una maniobra arriesgada, pero si funcionaba, podría cambiar el curso de la batalla. Aiden había diseñado el plan específicamente para un momento crítico como este. Sabían que el ejército de la Federación se enfocaría en las defensas gungan, lo que les daba una oportunidad única para golpear a las fuerzas enemigas donde menos lo esperaban.
“Vamos a hacerlo”, dijo Jar Jar finalmente, con la determinación en su voz.
De vuelta en Theed, Aiden miraba el holograma de la situación en los pantanos. “Bien. Que las tropas de tierra se preparen para avanzar. Vamos a golpear la retaguardia de los droides.”
La Fase Cero consistía en una táctica de envolvimiento. Mientras los gungan mantenían el frente con su escudo de energía, un grupo de comandos de Naboo se infiltrarían por los flancos y atacarían la retaguardia de las fuerzas droides, interrumpiendo sus suministros y desactivando sus sistemas de comunicación. Esta distracción le permitiría al equipo de Mara una ventana para atacar la nave de mando de la Federación.
El capitán Panaka, quien estaba coordinando las defensas de la ciudad, se acercó a Aiden con una expresión grave. “Sabes que esto solo nos dará tiempo, pero no resolverá la guerra.”
“Lo sé”, respondió Aiden. “Pero necesitamos ganar tiempo. Si debilitamos su nave de mando, podrían replantearse sus operaciones aquí. Y además, tengo la sensación de que Sidious está observando todo desde las sombras. No podemos permitir que sus planes sigan sin resistencia.”
Panaka asintió, confiando en el juicio de Aiden. “Los comandos están listos. A la orden.”
Aiden observó los monitores una última vez. Sabía que cualquier error en esta maniobra podría costarles caro, pero era su única opción. “Que empiece la operación”, ordenó finalmente.
La noche se volvió aún más caótica cuando los comandos de Naboo comenzaron su movimiento por los flancos de las fuerzas droides. Equipados con tecnología de camuflaje y armamento especializado, avanzaron silenciosamente a través de los pantanos, guiados por los gungan que conocían el terreno mejor que nadie. El objetivo era claro: atacar los puntos débiles en la línea de suministros y comunicaciones de los droides, mientras los gungan mantenían la presión frontal.
Los primeros disparos resonaron en la oscuridad, y las explosiones iluminaron el pantano. Los comandos de Naboo lograron desactivar varias unidades de comunicación y causar caos entre las filas de droides. Las fuerzas de la Federación, confundidas por el ataque inesperado, comenzaron a reorganizarse.
En la nave de mando de la Federación, los oficiales neimoidianos estaban visiblemente tensos. “Señor, nuestras fuerzas en el pantano están siendo atacadas desde los flancos. Están perdiendo coordinación”, informó uno de los técnicos.
El líder neimoidiano, Nute Gunray, frunció el ceño. “¿Cómo es posible? Los gungan no deberían tener esta capacidad de ataque.”
“Parece que es un grupo de comandos de Naboo”, respondió el técnico.
Gunray golpeó la mesa con frustración. “¡Aumenten los refuerzos! No podemos permitir que estos nativos debiliten nuestras fuerzas.”
Mientras tanto, en Theed, Mara lideraba su equipo de pilotos y soldados en una nave pequeña y ágil. La distracción en el pantano había surtido efecto: la mayoría de los cazas y defensas de la Federación estaban concentrados en los combates terrestres, lo que les daba una oportunidad para infiltrarse en las defensas de la nave de mando.
“Estamos acercándonos al objetivo”, dijo Mara mientras los escudos de la nave brillaban con energía. “Prepárense. Vamos a tener una oportunidad.”
El equipo asintió en silencio, conscientes de la importancia de su misión. No se trataba solo de una incursión, sino de un ataque decisivo que podría alterar el curso de la invasión.
Al llegar a la nave de mando, los sistemas de defensa comenzaron a disparar, pero Mara y su equipo eran rápidos y experimentados. Sus naves esquivaban los disparos con destreza, acercándose lo suficiente como para iniciar el abordaje. Lograron abrirse paso hasta la nave de mando, aterrizando en uno de sus hangares mientras los soldados de Naboo salían rápidamente, listos para enfrentarse a las fuerzas internas.
“Esto es solo el comienzo”, murmuró Mara mientras avanzaban por los oscuros corredores de la nave enemiga. Sabía que las próximas horas serían críticas. Si lograban desactivar los sistemas de control de la nave, podrían desestabilizar la invasión completa.
Y en ese momento, Aiden observaba desde el centro de mando, esperando el resultado de la misión que podría cambiarlo todo.
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EL ASCENSO DE UN IMPERIO EN NABO
Sci-fiUn hombre del siglo XXI muere en un accidente y se reencarna en el universo de Star Wars, justo antes del Asedio de Naboo. Con recuerdos de su vida pasada y un conocimiento profundo del futuro, decide aprovechar la oportunidad para construir un impe...