Capítulo 26: El perdón es para los débiles

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Tenía cinco años cuando mi padre dio la orden de sellar las mazmorras

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Tenía cinco años cuando mi padre dio la orden de sellar las mazmorras. Los índices delictivos de la manada eran prácticamente nulos, por lo que no tenía sentido tener una cárcel bajo tierra cuando cualquier problema que pudiera llegarse a presentar podría resolverse en la comisaria.

Recuerdo ese día como si fuera ayer, papá estaba muy orgulloso. Su mandato inició cubierto de cenizas y dolor y en unos cuantos años, había conseguido encaminar una manada que estaba destinada al desastre. Le enorgullecía saber que detrás de él tenía un pueblo que conocía las consecuencias de malos actos y prefería ahorrárselos. La celebración duró una semana entera.

Según mamá, fue un acto que marcó precedentes no solo aquí sino en todo el país, ya que unos meses después varios Alfas siguieron los pasos de papá.

Con un nudo en la garganta, observo la piedra en donde se encuentra tallado el logo de mi familia. La M custodiada por dos lobos me observa, prácticamente burlándose de mí. Durante más de doce años nos dio el alivio de que nada malo ocurría en nuestra manada como para necesitarla.

Hasta ahora.

La piedra está hecha a un lado y observo la oscuridad del lugar con nerviosismo.

—Ven, te ayudo —me dice Violet para darme ánimos y yo asiento, armándome de valor. Tyler prohibió la entrada a las mazmorras a cualquier persona que no fuéramos nosotras, él o Tristán, incrementando el temor de lo que pueda encontrar abajo.

La Beta de Tyler se adelanta y baja el primer par de escalones cubiertos de telarañas y polvo. Violet me mira y la sonrisa conciliadora que me da me anima a dar el primer par de pasos para tomar la mano que me extiende. Sin soltarla, bajamos los escalones de a uno y trago grueso cuando veo las celdas a cada lado del extenso pasillo.

Las paredes están hechas de piedra y el lugar está apenas iluminado por antorchas que cuelgan de las paredes. El suelo se encuentra cubierto por más polvo y manchas de sangre que me generan la interrogante de quién o quiénes serán sus dueños. Se ven frescas.

Me pego a la espalda de Violet cuando los híbridos hambrientos corren a las rejas, metiendo sus brazos en los espacios para intentar tocarnos. Miro con asco sus dedos alargados y huesudos y a pesar del pánico que me causa verlos, me encuentro escaneando sus rostros en busca de Ashley.

No está en ninguna parte.

—Hey —saluda Tristán, acercándose a nosotras. El cabello se le pega a la frente por el sudor y su camiseta está sucia. Reconozco manchas de sangre en sus brazos y el nerviosismo se instala en mi pecho.

—¿Dónde está Tyler?

—Abbs, necesito que estés tranquila —me dice, consiguiendo todo lo contrario en mí.

—¿Dónde está Tyler, T?

—Allá, pero...

Dejo a mi mejor amigo con la palabra en la boca. Abrazándome a mí misma para impedir por todos los medios que ninguno de los híbridos pueda alcanzarme, camino lo más rápido que puedo a la celda que se encuentra al final del pasillo.

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora