Capítulo 30: Pequeña Ariel

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Seco mis manos sudorosas con la falda del vestido mirando el juzgado, que se encuentra a un par de metros de nuestra posición

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Seco mis manos sudorosas con la falda del vestido mirando el juzgado, que se encuentra a un par de metros de nuestra posición. Luego de solicitar la asesoría de un abogado, Tyler y yo preparamos una carta de exposición de motivos por los cuales deseamos adoptar a Ariel. De igual manera, llevamos copias de todos nuestros documentos para que puedan realizar nuestros expedientes como posibles adoptantes.

Las últimas dos semanas han sido bastante agobiantes, pero satisfactorias. Hillary, mi psicóloga, me diagnosticó con TEPT y me derivó con una psiquiatra, que recomendó que lo mejor era recetarme medicamentos para dormir y ansiolíticos.

Los efectos secundarios no han sido del todo agradables, pero no es nada que no pueda manejar mientras mi cuerpo se adapta a la medicación. Debo asistir a mis citas dos veces por semana durante tres meses y en función de mi progreso, se reevaluará mi caso.

El abogado nos advirtió que este podía ser un proceso bastante tedioso y largo. De igual manera, que no podía asegurar que aprobaran la adopción en el primer intento y que de ser así, debíamos ser constantes.

Aquello consiguió asustarnos un poco, pero no lo suficiente como para arrepentirnos de la decisión que habíamos tomado. Lo único que nos interesa en este momento es poder brindarle la vida que se merece y lo intentaremos cuantas veces sea necesario.

—¿Estás lista?

Volteo a mirar a Tyler, con el miedo tallado en mis facciones. Entre los documentos, se encuentra el informe médico emitido por Hillary y me aterra que eso pueda representar un problema. Me sentiría horrible si fuese así.

—No lo sé. ¿Tú?

—¿Se puede estar listo para algo como esto? —Su risa hace que me sienta una milésima mejor y acaricia con su dedo el dorso de mi mano antes de dejar un beso en ella—. Todo saldrá bien, confía. Vamos, se nos hará tarde.

Me miro en el espejo para asegurarme de que mi maquillaje esté en perfecto estado, al igual que mi cabello. En busca de lucir un poco más formal, terminé llenándome el cabello de gel y laca para que no se salga ni un solo cabello del moño bajo que me hice.

Uso mis manos para alisar la falda del vestido azul que llevo puesto y me doy el visto bueno antes de entrelazar mis dedos con los de Tyler. Aferro el sobre lleno de papeles a mi pecho y juntos cortamos la distancia que queda entre nosotros y la puerta del juzgado.

—Alfa, Luna —saluda una chica menuda detrás de la recepción. Nerviosa, acomoda su ropa y se arregla los cabellos que se han salido de su moño—. Que alegría tenerlos por aquí.

—Buenos días...

—¡Hayley! —se apresura a decir, con las mejillas sonrojadas. No luce mucho mayor que nosotros—. Lo lamento, me llamo Hayley.

—Es un placer, Hayley —le sonrío, en busca de que sus nervios mejoren—. Tenemos una cita a las 9 con el juez Mallard.

—Por supuesto. Le avisaré que ya llegaron, ¿desean un poco de agua? ¿Café, tal vez?

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora