Capítulo 18: Padre

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—Tu desayuno

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—Tu desayuno.

El sonido que hace la charola de metal al chocar contra el suelo me despierta de golpe, haciendo que el dolor vuelva y no puedo hacer más que una mueca de incomodad.

Durmiendo al menos puedo olvidar la herida sangrante en mi estómago y el chillido de las ratas que corretean en las esquinas del basurero en el que me tienen.

Pero que poca hospitalidad.

Levanto apenas la cabeza para mirar el sándwich de jamón y queso sobre la bandeja, lo cierto es que no se ve para nada mal y mi estomago gruñe en respuesta, ni siquiera recuerdo la ultima vez que comí algo.

El recuerdo de mamá llena de sangre y cayendo al suelo llega a mi mente, podré estar hambrienta pero nunca será suficiente para que confié en Cedric o alguno de sus perros falderos.

—No tengo hambre —gruño, impulsándome con mis brazos para sentarme. Los hilos de sangre caliente caen por mi estómago y hago el intento de limpiarla un poco con uno de los retazos que le he arrancado a mi top.

Está sanando, pero mucho más lento de lo que me gustaría. El acónito amarillo me la está poniendo difícil.

—Tengo órdenes de no irme hasta que comas.

—Pues toma asiento entonces, quedarte de pie debe ser bastante aburrido.

—Perra insolente...

La chica me mira con furia y se acerca a mí con pasos fuertes, golpeándome con el puño cerrado en el pómulo. Uso mis manos para sostenerme y no chocarme contra el piso, escupiendo la sangre que se ha acumulado en mi boca.

—Si lo que tu amo quiere es mi sangre, estás haciendo un gran trabajo desperdiciándola.

—Mi amo no quiere tu sangre, no aún —escupe con furia y se va, no sin antes patear la bandeja al otro lado de la habitación para que las ratas tengan un festín con el sándwich.

—Mierda —me quejo, usando el dorso de mi mano para limpiar la sangre en mi pómulo y vuelvo a pegar la espalda contra la pared, soltando un suspiro quedo.

Fabuloso, otra cicatriz que compartir con Tyler.

Perdí la cuenta de las veces que intenté comunicarme con él, pero el nivel de acónito y agotamiento en mi cuerpo son tales que apenas y puedo mantener los ojos abiertos. A pesar de eso, solo puedo pensar en la desesperación de Tyler, que me hieran es la única forma que tengo para enviarle un mensaje: lo estoy esperando.

Conozco a mi esposo y sé que si fuese por él, venir a un lugar donde está Cedric es lo último que haría, pero tenerlo cerca es la única forma en la que podré salir con vida de aquí. O entera. Lo que pase primero.

El chillido de las ratas peleando por el sándwich es lo suficientemente molesto como para mantenerme despierta y miro el espacio debajo de la puerta, de donde proviene el único rayo de luz que ilumina el pequeño cuarto. Medirá apenas un par de metros, a lo mucho tres. Las paredes están hechas de bloques que se han llenado de moho por la humedad y un agujero en una de las esquinas es la guarida de mis roomies. Son dos. Los llamaré Gus Gus y Jaq.

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora