Con el paso de los días mi cuerpo comienza a recuperar de a poco su fuerza. Las cicatrices dejan de ser rojas a un rosado pálido que pasa bastante desapercibido en mi piel y si internet no me ha mentido, solo es cuestión de tiempo para que desaparezcan casi por completo.
Para acelerar mi recuperación he comenzado a entrenar en las mañanas junto con Tyler, cuando el insomnio me obliga a estar despierta más tiempo del que me gustaría. No hago más que hacer un poco de cardio en las caminadoras y levantar pesas ligeras cuando mi esposo no me ve. Es desesperante no sentirme como yo misma.
Los moretones también han desaparecido, al igual que las heridas en mis nudillos. Solo quedan unas pequeñas cicatrices blanquecinas que me encuentro rozando con la yema de mis dedos cuando no me doy cuenta.
Por fuera, he vuelto a ser la misma Abby de siempre.
Por dentro, es otra historia.
Las pesadillas no han desaparecido, en cambio han empeorado gradualmente. Cada noche despierto cubierta de sudor, gritando y con la respiración acelerada. Al inicio eran más leves, con Evelyn visitándome en el sótano para drogarme. Ahora tratan siempre de Cedric, K o Bola de Carne golpeándome e intentando aprovecharse de mí.
Cada noche Tyler se queda a mi lado para tranquilizarme, me apoya cuando no deseo que me toque o me da palabras de aliento cuando no soy capaz de hacer otra cosa que no sea llorar y temblar, presa del pánico.
Balanceo mis piernas que cuelgan de la camilla en la que llevo más de una hora sentada y entrelazo mis dedos para intentar mitigar el temblor en mis manos.
Para asegurarnos de que el acónito no ha dejado estragos a largo plazo en mi cuerpo, me han realizado exámenes para descartar cualquier problema físico y así poder volver a mis actividades normales sin preocupaciones.
Tyler no se ha ido de mi lado en ningún momento, ni aunque su teléfono ha estado a punto de reventarse a punta de llamadas. Luce como un león enjaulado dando vueltas por la habitación, con toda su atención puesta en la puerta a la espera de la llegada del doctor.
—Cariño, vas a abrirle un agujero al suelo. ¿Por qué no te sientas?
—Han tardado demasiado —murmura sin detenerse—. Dijeron que tardarían solo un momento y ha pasado más de una hora. ¿Y si hay algo malo con los exámenes?
Esa pregunta se ha repetido en mi mente un millón de veces desde el momento en que desperté, aun más luego de cada vez en que las náuseas y los vómitos me han impedido levantarme del suelo del baño en numerosas ocasiones.
Me he planteado la posibilidad de que pueda deberse a un embarazo, pero siempre dejo la idea de lado al instante. El acónito amarillo es lo suficientemente letal para acabar hasta con el más fuerte, un bebé... seria pan comido. Aunque fuese nuestro.
Si alguna vez hubo vida dentro de mí, el acónito debió encargarse de que ya no fuera así.
—No lo creo —le digo, intentando tranquilizarlo—. ¿No me ves? Ya estoy como nueva.
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La Alfa (Saga Alfas #3)
Kurt AdamTercera parte de "Viviendo con los Alfas" y "La Hija de los Alfas" las cuales se encuentran completas en mi perfil. Te recomiendo leerlas para que entiendas los sucesos de este libro. Por dieciocho años, he sido Abigail Moore, la hija del alfa, la...