Capítulo 4: Luto

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Un par de días después, justo al atardecer comienzan los funerales en la manada

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Un par de días después, justo al atardecer comienzan los funerales en la manada.

A lo largo de mi vida, han sido contadas las ocasiones en las que he tenido que presenciar funerales. Todos ellas, como señal de respeto a personas en la manada y no teniendo más opción que asistir, solo por ser la hija de mis padres.

Aunque en el fondo, quiero hacerle caso a la vocecita dentro de mi cabeza que me ruega que no asista y que me quede en mi cama envuelta como un burrito, ya no soy una niña pequeña que puede solo decir que no cuando no quiere hacer algo. Por tanto, me coloco el vestido negro, recordándome mil veces que ahora estoy al frente de mi pueblo y que es mi deber acompañar a sus familiares en estos momento difíciles. Es mi deber demostrarles que no están solos.

Cada manada tiene su propia forma de venerar a sus fallecidos, pero al final todos terminan igual: siendo incinerados a la luz de la luna.

Según nuestra tradición, la familia del fallecido se encargaba de preparar el cuerpo y tras despedirse, lo colocaban en una plancha de madera decorada con flor de luna como muestra de que, después de la muerte, aun podrán sanar los errores que hayan cumplido en vida. Los hijos, hermanos o amigos más cercanos se encargaban de llevar el cuerpo desde la casa del difunto hasta la entrada del cementerio en una caminata y ahí lo incineraban a la luz de la luna. A la mañana siguiente colocaban las cenizas en una pequeña urna y luego se llevaba a la cripta de su familia.

Según la tradición de la manada de Tyler, la familia colocaba el cuerpo en un féretro y en su camino al cementerio, personas de toda la manada esperaban para lanzar flor de luna al féretro marcando el último camino que habría hecho el difunto. Ya dentro de la cripta, la familia se encargaba de dar unas palabras de despedida, el cuerpo era incinerado y las cenizas eran enterradas o esparcidas en el bosque.

Como muestras de uno de los muchos cambios que comenzaran en la manada en mi mandato junto a Tyler y como aceptación ante la unión de ambos territorios, hemos creado una nueva tradición que fusiona todas nuestras costumbres.

—Es hora —suspiro, mirándome en el espejo luego de peinar mi cabello con los dedos y colocarme un poco de brillo labial. Siendo que todos los funerales serán a la misma hora, Tyler ha decidido encargarse de su antigua manada mientras que yo he quedado al cargo de la mía. Con el vestido negro a la rodilla, de mangas tres cuartos y las sandalias de tacón también negras me parezco mucho a mamá. Lo único que rompe la monocromía de mi atuendo es el cabestrillo al que he decidido llamar Tommy, para ver si así dejo de odiarlo tanto.

Golpes resuenan en la puerta y permito el paso, no sorprendiéndome de que se trate de papá.

—¿Estás lista? —pregunta y me doy el ultimo visto bueno frente al espejo.

—No creo que se pueda estar lista para algo como esto —suspiro, encogiéndome de hombros—. ¿Todos están listos?

—Se adelantaron —anuncia mi padre y yo asiento dirigiéndome a la puerta para irnos, pero me detiene colocando su mano en mi hombro sano y lo masajea—. No te esfuerces en aparentar que estas bien, puedes ser la Alfa de la manada pero eso no significa que no puedas llorar o sufrir junto a tu pueblo.

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora