Capítulo 19: Daño colateral

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Obligada por mi nueva e indeseada gorila, salimos de la habitación y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho cuando veo al par de mastodontes que custodian la otra puerta destartalada

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Obligada por mi nueva e indeseada gorila, salimos de la habitación y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho cuando veo al par de mastodontes que custodian la otra puerta destartalada.

Uno es alto, calvo y tiene una cicatriz sobre su ojo derecho que lo hace lucir como el jefe de una pandilla. Su amigo lleva su cabello recogido en un rodete y ambos comparten la misma vestimenta negra, igual a la que lleva Ashley.

El calvo me mira con su único ojo, haciendo que un escalofrío recorra mi espalda cuando relame sus labios como si fuese una especie de presa para él.

—Pero miren lo que tenemos aquí, se ve mucho más apetitosa de cerca.

—Vete a la mierda, K —bufa Ashley detrás de mi y siento que voy a desmayarme cuando las piezas comienzan a unirse dentro de mi cabeza: el suelo, el papel tapiz descarapelado, K... Yo soñé con este lugar—. Abre la puerta, Padre quiere verla.

K ni se inmuta en la orden de Ashley por estar muy ocupado escaneando cada detalle de mi cuerpo, por lo que quien abre la puerta es su compañero, que mantiene en todo momento la expresión de seriedad en su rostro.

El otro lado de la puerta es como un mundo totalmente diferente al resto de la casa, aquí el piso de madera reluce de lo brillante, el papel tapiz de las paredes no existe y en cambio están pintadas de un blanco satinado que hace lucir el lugar mucho más grande lo que es.

En el centro de la habitación hay un enorme mesa de seis sillas, completamente llena de comida que huele increíble y que hace que mi estomago ruja. Al igual que afuera, el lugar está iluminado enteramente por velas pero en vez de generar un ambiente romántico, más bien es lúgubre.

—Siéntate, Padre no debe tardar en llegar.

Ashley me empuja hasta la mesa y termino sentada en el extremo donde hay un plato vacío, cubiertos, servilletas y una copa, también vacía.

—Tú. Atiéndela.

Levanto la cabeza para ver a quien se dirige Ashley y veo a una chica de no más de trece años acercarse a nosotras con la cabeza gacha y una jarra entre sus manos. Por su aroma la identifico como una híbrida y sin decir una palabra, llena mi copa con el líquido en la jarra, es vino.

Intento detallar su rostro lo más que puedo, pero no la reconozco de ninguna parte y sus rasgos son bastante comunes: cabello oscuro, al igual que sus ojos que contrastan con la palidez de su piel. Es delgada, bastante y me aterra saber las razones por las cuales está así. Su rostro blancuzco está acompañado por unas ojeras que le llegan a los pómulos y sus labios están resecos.

—¿Desea algo en específico, señorita? —pregunta sin mirarme, dejando la jarra de vino en la mesa.

—Yo... eh, no, lo que sea está bien.

La chica asiente y se va al extremo de la mesa, de donde toma un par de piezas de pavo al horno y las coloca en mi plato. Todo luce y huele como si estuviese recién hecho. Acompaña el pavo con puré de papas y una ensalada de coles de bruselas.

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora