Capítulo 15: Las tres Cassandras

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A la mañana siguiente, tras el desayuno, Tyler lleva a lo engendros, Kendall y Jeremy a casa de mis padres

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A la mañana siguiente, tras el desayuno, Tyler lleva a lo engendros, Kendall y Jeremy a casa de mis padres. Scarlett termina yendo con Colin a nuestra antigua manada para que conozca el lugar y yo los miro irse desde el balcón de nuestra habitación, envuelta en una bata de baño.

Soñé toda la noche con Ariel, en su cara en la fotografía de su ficha y en como miraba a su padre el día de su funeral. Es una niña y no tiene a nadie más en el mundo.

¿Lo peor de todo? Su cumpleaños fue hace dos días.

Según he leído en el correo que me ha enviado Agatha —una de las encargadas del orfanato— esta mañana, todos los demás niños han establecido relaciones entre ellos y se han hecho amigos. Sin embargo, Ariel apenas y habla. Se levanta antes que todos y se va a dormir de última. Siempre se encuentra sentada en una esquina y nunca deja de abrazar el raído oso de peluche que lleva consigo a todas partes.

Sabiendo que con Tyler aquí, no podré hacerlo, me ducho y me visto rápido. Sobre el mesón de la cocina dejo una nota en donde explico lo que haré el resto del día y salgo de la casa siendo seguida por mis gorilas.

En toda la manada solo hay una juguetería, recuerdo que de niña cada vez que pasaba por aquí con mis padres, siempre los hacia detenerse a comprarme algo y reconozco con agrado que no ha cambiado nada en todos estos años. Al entrar a la tienda no me sorprendo de encontrarla vacía, es martes a las diez de la mañana, solo a mí se me ocurre venir. La campana sobre la puerta me delata y un hombre mayor sale de una puerta detrás del mostrador. Si mi memoria no me falla, su nombre es Dean. El anciano se sorprende al verme y con rapidez inclina la cabeza.

—Luna.

—No es necesario que hagas eso, puedes llamarme Abby —sonrío al acercarme al mostrador.

—De acuerdo, Abby —dice con timidez, subiendo sus lentes por el puente de su nariz—. ¿Puedo ayudarla con algo?

—De hecho, sí. Busco un regalo para una niña de cuatro años.

—¿Qué tiene en mente?

—No lo sé —confieso, riendo nerviosa—. Hace mucho no busco regalos para niñas.

Y siempre he sido pésima para escoger regalos.

En respuesta Dean sonríe y sale de su lugar detrás del mostrador.

—Mi nieta también tiene cuatro años. Su favorita es una muñeca que habla. Déjeme se la muestro.

Como pez en el agua, Dean me lleva a través de las diversas repisas y estanterías llenas de juguetes y decoraciones hasta llegar a nuestro objetivo: una caja rosa con una muñeca en su interior es lo primero que consigo ver. Mi atención se va a su cabello rojo, tan rojo como el de Ariel y lleva un vestido azul que se parece al de la Cenicienta.

Tomo la decisión al leer el nombre de la muñeca: Cassandra. No solo tiene mi segundo nombre, sino que también el de Ariel.

—La llevaré —sonrío con emoción, es la última muñeca que quedaba. Con ayuda de Dean me paseo por la tienda, tomando una bolsa de caramelos de chocolate y menta, varios chocolates, paletas y para cuando me doy cuenta, ya he llenado dos carritos con juguetes y dulces para todos los niños del orfanato. Dean intenta regalarme buena parte de todo lo que llevo, pero no lo dejo. En su lugar, termino dándole un poco más del precio de la cuenta por toda la ayuda que me ha dado.

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora