—Mi dulce niño, mamá está aquí y siempre va a estar aquí. —Aenyssa sonrió, besando la nariz, de su pequeño hijo.
Baelon carcajeo jugando con un mechón de su madre, Aenyssa rió y siguió hablando con su dulce y pequeño hijo.
Últimamente no sabía tanto de su esposo, el padre de Baelon, su tío Aemond Targaryen, lo veía al anochecer, cuando se enterraba profundamente dentro de ella y al amanecer, durmiendo plácidamente, después no lo veía más. Ella salía del Castillo repetidas veces, volando sobre los lomos de su dragona, una dragona celeste con rojo y gris, su preciosa Sydar y ayudando a su abuelo con su maqueta y velando por su enfermedad. Entrenaba con sus hermanos y jugaba con sus hermanos menores. Bordaba con su tía Helaena y la escuchaba hablar de todo tipo de insectos. Ayudaba a su madre a vestir y ayudaba a Daemon a pensar con más claridad, manteniéndose lejos de Aegon, Otto y Alicent, sabía sobre las asquerosidades de Aegon, más de una vez, lo había encontrado masturbándose frente a la ventana gimiendo su nombre.
Horrorizada, había pedido a su abuelo que la dejará marchar, Viserys sabiendo el porqué, proclamó.
《—Te casaras con tu tío, mi hijo, Aemond Targaryen.》
La boda había sido normal, una gran celebración para la única hija de la princesa heredera y el segundo hijo del rey Viserys.
Al consumar el matrimonio, Aenyssa tenía su pecho contra el enorme y suave colchón, mientras Aemond embestía contra ella. Dando a su primogénito, el príncipe Baelon Targaryen Velaryon.
—Princesa.
—¿Sí?
—El príncipe Aemond solicita su presencia en sus aposentos.
—Estoy con nuestro hijo, puedo ir después.
—El príncipe ha pedido que el niño sea llevado a la guardería... inmediatamente.
Aenyssa frunció el ceño, la doncella tomó a su hijo, haciendo una reverencia y saliendo del lugar, Aenyssa se levantó, sacudió sus faldas y se encaminó a la enorme habitación de su marido. Al llegar, la anunciaron y el guardia la miró apenado.
Su esposo estaba de espaldas, completamente furico, su cabello estaba despeinado y sus hombros tensos.
—Dijeron qué me necesitabas.
—Así es. A cuatro patas en la cama.
Aenyssa frunció el ceño nuevamente, normalmente procreaban a la hora del búho, no en plena tarde.
—Es tarde, Aemond.
—Y yo deseo tenerte esposa, no es tan tarde. —Aemond se giró y Aenyssa contuvo su grito ahogado.
Estaba completamente rojo, su vestimenta negra ya no era oscura, era un púrpura muy peculiar, cosa que asustó a la menor.
—Aemond. ¿Qué sucedió?
—Fui a la batalla y casi muero. —dijo quitándose los guantes. —y de hacerlo, habrías tenido sólo un hijo mío, deseo más.
—Aemond no es necesario...
—Lo es, sí Baelon muere mi linaje se perderá con él, necesitamos más niños.
—Aún hay gente en los pasillos.
—Aemond gruñó. —ven a la hora del búho entonces. —Aenyssa asintió, completamente agradecida de no tener que procrear esa vez. Eran esposos y era normal su vida sexual, pero los demás estaban despiertos y temía qué los encontrarán en eso.
Volvió a sus aposentos, en dónde Helaena estaba junto a Jaehaera, la menor sonrió al verla.
—¿En dónde está Baelon?
—Pronto vendrá cariño.
[***]
Más tarde, estaba con su esposo encima, chocando sus caderas bruscamente con las de ella, con la habitación llena de gemidos, suspiros, jadeos y llantos quejosos.
—Aemond...
—No me detendré hasta que me des una niña. —gruñó, embistiendo fuertemente.
—¡Lo haré! ¡Lo haré! —Aenyssa gritó al sentir su tercer orgasmo, Aemond siguió embistiendo, gasta finalmente venir dentro de ella. Finalmente salió. Acostándose sobre el pecho desnudo de su esposa.
—Quiero una niña. —murmuró, mirándola fijamente, sin su parche ni su cabello peinado. —quiero una princesa Targaryen.
—Y la tendremos. —murmuró, cerrando los ojos, Aemond complacido asintió.
[***]
—¿En dónde está mi bebé? ¿Qué pasó con mi bebé? —la princesa gritó.
—Nuestro hijo ha muerto. —Aemond pronunció, y aquello se escuchaba tan irreal. Aemond jamás diría eso y Baelon era muy joven para estar con el Extraño aún. El único ojo de su padre estaba bañado en lágrimas. —lamento anunciarlo.
Aenyssa no creía en las palabras de Aemond, lo había arropado en su cama junto a ellos, su cuna estaba a sus pies.
—¿Tú estás bien? —Aemond preguntó. —Aenyssa te lastimaron, déjame ver tu cara. —dijo tomándola del mentón. —tienes un corte profundo, llamaré a un maestre.
Aenyssa de rodillas cayó, ante el cuerpo de su pequeño hijo, su dulce niño, su bebé, su primer bebé Targaryen. Intentando unir su cabeza nuevamente a él. Aemond conmovido la alejó, los guardias pronto actuaron y todos miraron con pesar a la princesa.
—¿Qué sucedió? —Rhaenyra preguntó, al ver el cuerpo degollado de su nieto, ahogó un grito, abrazando a su hija, quién se negaba a dejar el cuerpo de su hijo. —mi niña... oh mi dulce niña.
[***]
La mañana siguiente fue dura para la princesa Velaryon, prepararse para el funeral de su hijo, ordenando a su dragón qué lo incinerara, mirando fijamente como las brasas abrazaban el cuerpo de su niño y cómo el poco a poco se marchaba hasta que sus cenizas quedaron en la pira y fueron enterradas.
Aenyssa se negó a comer y a beber, encerrada en sus aposentos día y noche, sin saber nada de su esposo, Baelon era la imagen de Aemond y Aemond era la viva imagen de Baelon.
Había escuchado que estaba furioso, torturando a los asesinos de su pequeño.
—Otto Hightower envío ratas a mi hijo.
—Eso no es posible Aemond, mi padre, tu abuelo ja...
—¡Él lo hizo, Alicent! —Aemond gritó, exaltando a todos. —¡Él lo hizo, él lo asesinó! ¡Baelon era inocente! ¡Era hijo de Aenyssa! ¡Él no era como yo, era dulce y amable como su madre lo es! ¡Y ya no está! Otto lo asesinó por gusto puro.
—¿Cómo sabes eso, niño?
—Tortura a los asesinos. Confesaron porqué, quién los envió y cuanto les dio. La vida de mi hijo no valía diez dragones de oro, que nos fueron robados y mi hijo arrebatado.