dieciocho: blanco albayalde, como este beso

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"Sabía que cuando besara a esta chica y esposara por siempre sus inexpresibles visiones con el perecedero aliento de ella, su mente dejaría de vagar inquieta como la mente de Dios." (F. Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby)

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Mi psicóloga me observaba desde la pantalla de mi laptop, yo no podía evitar notar cómo mi caso era tan complejo para ella que tenía todo un cuaderno de notas dedicado sólo para mí. Lo supe por que noté desde la segunda sesión que, luego de conocer más de mi situación, cambió su cuaderno de notas por otro.

Y siempre lo sacaba al comenzar sesiones en línea conmigo, para tomar notas de todo lo que decía que le llamara la atención o en lo que debería trabajar yo. Como en este momento, luego de contarle al fin que salía con Hyunjin, que era un idol, que él es la identidad del hombre que me salvó en el callejón, y que hemos salido en citas estos últimos días.

También que luego de la audiencia que nunca pasó, y en la que nos encontramos de nuevo (en la que yo tenía tanta ansiedad que vomité en una maceta), tuve un ataque de pánico por que me di cuenta que la universidad de mujeres Ewha lo estaba protegiendo. Sus abogados eran abogados de la universidad, y empujaron la audiencia bajo la excusa de que "no estaba preparado para la audiencia aún y que requeriría de más tiempo para prepararse".

Mis padres, al ver mi reacción visceral ante Daeho siendo respaldado por una institución entera, decidieron convencerme de soltar los cargos en su contra. Mis padres, Hyunjin y yo nos dimos cuenta de la terrible realidad: no se haría justicia nunca.

Así que lo mejor para mí era seguir adelante con mi vida, o al menos intentarlo, y seguir en terapia para tratar mi estrés post-traumático.

—¿Y cómo te hace sentir eso en este momento?—la voz aguda pero calmada de mi terapeuta me hizo enfocarme en ella, y no en los recuerdos.

Otro efecto del estrés post-traumático, de acuerdo a sus explicaciones. Los flashbacks.

—Cierto, te hablaba de Hyunjin—murmuré.

—Está bien, Vivienne. No hay problema si te desenfocas de la consulta por unos segundos—afirmó, pero sin embargo, la vi tomar nota de inmediato con su bolígrafo. Suspiré, no podía ser bueno que disociara tanto, supongo.

Apreté las orejas de Jiniret en mis dedos, lo tenía en mi regazo para calmarme un poco. Me sentía cómoda con mi terapeuta, pero verme tan vulnerable aún me incomodaba. Y si no lo hacía, nunca avanzaría.

—Pues, me hace sentir triste, por supuesto—bufé, negando con la cabeza—. No pude besar su mejilla a pesar que quise hacerlo. Y eso me avergonzó.

—Vergüenza. Dijimos que la vergüenza viene de ¿cuál emoción?—me preguntó.

—No lo recuerdo, lo admito.

—Veamos nuestra tabla de emociones entonces, Vivi.

En mi móvil, busqué la fotografía de la rueda de emociones que ella me hacía usar para identificar cómo me sentía, cuando lo sentía y no podía ponerle un nombre. Buscamos juntas de dónde venía la vergüenza.

—Del enojo parte el sentirse herido, y de ahí parte...—empezó ella.

—La vergüenza—terminé yo.

—Bien. A partir de aquí, podemos trabajar la emoción y por tanto la situación en tu primera cita—parecía feliz, pero yo no estaba feliz.

No podía ni siquiera besar la mejilla del chico que me gustaba. Era una triste burla, un fantasma de la Vivienne que fui.

미술 (art) - hwang hyunjin (stray kids) (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora