Capítulo 12 - ¡No te estoy gritando!

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- ¡¿Quién es esta señorita?! ¡¿Y que le estabas haciendo?!- le gritó el señor a él.

- Lo siento- le susurré.

- ¿Por qué?- me preguntó confundido.

- Por esto- continué.

Y en ese momento comencé a correr como alma que se la lleva el diablo... Sé que dirán ¿Por qué lo dejaste allí en semejante problema que tú armaste? Y tienen razón, pero no quiero quedarme allí y ver como me gritan un par de personas que no conozco y que con el sólo hecho de relacionarse con Sasha, ya no me caen. Luego me disculparía, además ¿Qué mierda me importa lo que todos ellos piensan de mí?

Aparte, no hicimos nada malo.

Mientras yo les cuento mi opinión, sigo corriendo sin parar, por suerte tengo un estado físico... Bueno. Eso quiere decir que puedo soportar esto. Pero, en el tema de los saltos y trepadas no soy muy buena es la razón por la cual Jake me ayudo a saltar los alambres que se encontraban ocupando territorio hasta llegar a los 2 metros... De todas formas, ya había llegado hasta aquí y no pensaba volverme y pasar aun más vergüenza. Lance mis sandalias al otro lado y pasaron con lo justo, luego comencé a subir, un pie detrás de otro. Todo estaba bien, hasta que sentí un leve cosquilleo que se fue intensificando... Y ahí me di cuenta que estaban cargados electricamente. Esto provocó que me lanzara, y con la suerte que tengo caí sobre mi muñeca, lastimada. Esto me dolió un montón, por lo cual pegue un grito, pero no muy fuerte.

Me levante tomando mi muñeca y comencé a dirigirme hacia mi Jeep.

Mierda.

Bacalao tenía las llaves.

Tomé mi teléfono.

Más mierda.

Estaba muerto.

Bueno, tendría que caminar convulsionando por el dolor en mi muñeca.

(...)

Muerta del cansancio, por fin llegue a mi casa. Abrí la puerta cuyas llaves si las tenía yo. Adentro de mi casa estaba mi madre.

- ¡Azul! ¡¿Qué haces toda mojada?! ¡¿Dónde estabas?! ¡Oh por Dios!- su cara de horror se vio reflejada cuando se dio cuenta de mi muñeca mitad salchicha. - Sentada, ya- me ordenó señalando el sillón.

Le hice caso y rápidamente regresó una pastilla desinflamatoria y un calmante para el dolor más un vaso de agua.

- Tómalo ya- me tendió las tres cosas.

Con tres tragos me trague una pastilla a la vez. Mi madre sabía algo de medicina ya que hizo un curso porque teniendo a alguien como yo, era más que necesario. También había traído una bolsa de hielo de gran tamaño, a la cual apoyo sobre mi muñeca.

- Del uno al diez ¿Cuánto te duele?- me preguntó ahora más calmada.

- Siete- le respondí.

- No quiero saber que ha pasado, pero te irás a tu habitación y te quedarás allí el resto del día sino me encargaré de hacer que te pongan un yeso- me amenazó.

- Tenemos que practicar con Jake- me justifiqué.

- Hablaré con tu primo, para que se ocupe él- me informó.

- Jake  sólo lo hará si yo le enseño- continué.

- También hablare con él y le haré entender que sólo será por un día- me respondió.

- Agh ¡Bien!- le grité demasiado enfurecida y comencé a subir las escaleras hasta llegar al pasillo que me dirigía hasta la puerta marrón de mi habitación.

Hasta el atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora