DOS

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CAPITULO 2

"SOLA EN LA MULTITUD"



Los días de la semana transcurrieron con la misma monotonía, y mi esperanza de encontrar algún rincón en el que me sintiera menos como una extraña se desvaneció. Cada día era una lucha por adaptarme a un ambiente que parecía indiferente a mi presencia. Nadie se acercaba, y las miradas eran un constante recordatorio de mi aislamiento.

Recorría los pasillos sin compañía, me sentía como una sombra entre un mundo vibrante de risas y charlas. Aunque los días pasaban, el sentimiento de desubicación seguía presente. Sin embargo, siempre en mis momentos más oscuros, recordaba las palabras de mi abuela.

—«Debes seguir adelante sin importar los obstáculos que te pone la vida. A veces, la vida te puede ofrecer cosas más valiosas» —me decía ella con una serenidad que calmaba mi inquietud.

—«¿Y si no lo logro?» —le pregunté en un momento de desesperación.

—«Claro que lo lograrás. Confía siempre en tu corazón. Las personas llegan en su tiempo» —me respondió, con una sonrisa que iluminaba sus ojos sabios.

Con esos pensamientos en mente, me esforzaba por seguir adelante, aunque el proceso era doloroso.

Ahora, en mi habitación, me sentía aliviada de tener un momento para mí. Coloqué un bol de palomitas y un vaso de Coca-Cola junto a la pantalla del televisor. Sabía que no era la opción más saludable, pero era mi consuelo, la forma en que me daba un respiro del caos interno. Decidí ver la saga de *Halloween*. Michael Myers siempre había sido mi villano favorito; las películas de terror ofrecían una escapatoria de mi realidad, aunque fuera por un rato.

Mientras la pantalla parpadea con imágenes sangrientas y melodías espeluznantes de esa típica canción de piano que era muy común escucharla, mi mente se mantenía ocupada en otro mundo. En esos momentos, me preguntaba si algún día encontraría amigos leales, personas que estuvieran a mi lado en las buenas y en las malas. Por ahora, las películas y las palabras de mi abuela eran mis únicas compañeras.

Un toque en la puerta me sacó de mis pensamientos. Era mi abuela, siempre reconocía sus pasos suaves y esa melodía que cantaba desde su garganta cuando siempre se acercaba a la puerta de mi habitación. Me levanté para abrir la puerta y ella pasó, mirando la película en la pantalla, decidí mejor pausarla por un momento. No le gustaba ver cosas así, siempre recuerdo sus regaños cuando me cacho viendo viernes 13 «Eso es del diablo, no lo alabes con esas películas»

—¿Cómo te ha ido esta semana, querida? —preguntó mientras se sentaba a mi lado.

—Un poco difícil —respondí con un suspiro—. Nadie parece notarlo, y me siento un poco invisible.

Ella me miró con comprensión y puso una mano sobre mi hombro, acariciando en una calma suave y relajante, transmitiendo su calor a través de su mano arrugada, después de todo es ella la que me ha cuidado desde que mis padres no están conmigo.

—Eso es normal al principio. Recuerda que las cosas siempre mejoran con el tiempo. A veces, hay que ser paciente y permitir que las relaciones se construyen poco a poco.

—Sí, eso es lo que intento recordar —dije, forzando una sonrisa—. Gracias por estar siempre ahí para mí.

—Siempre estaré aquí —dijo con ternura—. No olvides que, aunque el mundo a veces parezca frío, siempre hay calor en los corazones que te rodean. Tienes que mantenerte fuerte y seguir buscando esos momentos y personas que te llenen de alegría.

—Sí abuela, trataré de siempre recordar todo eso, pero a veces pienso que no lo lograré.

—No te esfuerces, recuerda que es importante el estudio. Recuerda que eres muy inteligente, y que siempre recuerdes que vale la pena, Melissa.

—Lo sé, pero a veces no pienso como tú lo haces.

—Debes hacerlo. —me dijo mientras me miraba a los ojos y me tomaba de las manos, no quería verla a la cara, pero tenía que hacerlo.

—Abuela...—pronuncié en un hilo de voz, no quería recordar mi pasado.

—Melissa, recuerda siempre. No quiero que sigas con esos pensamientos suicidas, recuerda lo que pasó anteriormente. —Me replicó mientras yo me quedaba por un momento en silencio, pero terminé contestando.

—Lo intentaré, abuela. —dije mientras la miraba hacia su rostro sincero—Pero no creó hacerlo.

—Debes hacerlo, Melissa. No me gustaría que termines en un lugar tan de mala pinta donde no quieras estar ¿Ya sabes a lo que me refiero? —Me preguntó y yo asentí con mi cabeza.

—Sí. —fue lo único que respondí.

—Eso espero Melissa, no me decepciones.

—No lo haré—. dije y respiré profundamente, sintiendo que me liberé de un peso ante mi abuela.

—¿Quieres cenar? —Me pregunta mientras se levanta de la cama para dirigirse a la puerta.

—No tengo mucha hambre. —respondí y miré el bol lleno de palomitas y el vaso de Coca-cola.

—No tomes mucho eso. Te hará daño, Melissa.

—Pero...—reproché por un momento, pero sabía que hice mal en hacer eso.

—Nada de peros, Melissa. Cuida tu salud siempre, no tomes siempre eso, prueba otras cosas. —fue lo único que me dijo antes de salir de mi habitación no sin antes dejarme un beso en mi frente.

Me volví a concentrar en la televisión. A veces, el siempre hecho de tener a alguien que te escucha es suficiente para enfrentar otra semana en la escuela sin amigos.

Decidí mejor en apagar la pantalla, después de todo siempre repito constantemente la saga de Michael Myers, hasta me puedo de memoria unas escenas y siempre me las termino imaginando tal cual como son, algunos diálogos, o a veces me imagino que estoy en la película y me pongo de víctima y a la vez heroína de la película donde salvó a todos y estos me terminan agradeciendo enormemente. Me gustaría que eso pasara en la vida real, pero vivo en un mundo donde tengo que tener una buena apariencia y buenos recursos para que todos me hablen.

Cuando el corazón habla [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora