VEINTICUATRO

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CAPITULO 24

LUKAS CADAVAL



El aire fresco de la ciudad chocaba contra mi rostro, mientras el frío me recordaba que la vida seguía, a pesar de mis problemas. Las yemas de mis dedos estaban heladas, pero el cigarro entre mis labios me proporcionaba un pequeño alivio momentáneo. Sabía que fumar y las drogas me estaban destruyendo, pero la idea de perder a Melissa era aún más aterradora.

—¡Diablos, Lukas! —exclamó Kian, alzando la voz a mi lado—. Llevas consumiendo demasiada droga. No sé cómo puedes seguir así.

Tomé una bocanada de aire, sintiendo el humo llenar mis pulmones antes de exhalar. Cada calada era como un pequeño escape de la realidad, pero al mismo tiempo, sabía que me estaba alejando de lo que realmente importaba.

—No lo puedo evitar —murmuré, sintiéndome atrapado entre la necesidad de liberarme y el profundo amor que sentía por Melissa.

—Preocúpate por Melissa, hombre —dijo Kian, con una mirada seria—. Si sigues así, no te querrá. ¿Qué crees que pasará si se entera de esto?

Su preocupación me hizo sentir un peso en el pecho. La idea de que Melissa pudiera alejarse de mí era devastadora. Ella era la luz en mi vida, la razón por la que cada día valía la pena. Y, sin embargo, aquí estaba yo, con un pie en el abismo.

—No creo... —respondí, aunque sabía que mi voz sonaba incierta—. Bueno, no sé. A veces pienso que ella me ama a pesar de mis defectos.

Kian me miró con escepticismo. Sabía que tenía razón. Melissa era demasiado buena para mí, y cada día que pasaba, la idea de perderla se hacía más real.

—Entonces, haz algo al respecto —insistió Kian—. Habla con ella. Dile cuánto la amas.

Sentí que el nudo en mi garganta se apretaba. Kian tenía razón. Tenía que dejar de lado mis demonios por ella, aunque significara enfrentar mi propia sombra.

—La amo demasiado, Kian. Haría cualquier cosa por Melissa, cualquier cosa —confesé, sintiendo cómo mis emociones se desbordaban—. El universo queda pequeño ante lo que siento por ella.

Kian arqueó una ceja, sorprendido por mi fervor.

—¿Cualquier cosa, Lukas? —preguntó, sonriendo levemente—. ¿Incluso dejar la droga?

Me detuve un momento, sopesando sus palabras. La idea de renunciar a algo que me daba alivio, aunque temporal, era aterradora. Pero el amor que sentía por Melissa era más fuerte que cualquier vicio.

—Sí, incluso eso —respondí con firmeza—. Quiero casarme con ella. Quiero tener un hijo, una niña, quizás. Imagínate, Kian: una pequeña que tenga la belleza y la luz de su madre. Pero eso también significaría ser un papá celoso, lo sé.

Kian soltó una risa suave, pero yo seguía sumido en mis pensamientos. La imagen de una pequeña Melissa corriendo por la casa, riendo, me llenaba de esperanza. La idea de formar una familia me hacía desear dejar atrás mis hábitos destructivos.

—Lukas, si realmente la amas, hazlo. Cambia. No dejes que este vicio te aleje de ella.

Suspiré, sintiendo el peso de sus palabras. Tenía que luchar por Melissa, por nosotros. Sabía que podía hacerlo, y que si lo hacía, podría ofrecerle un futuro lleno de amor y felicidad.

—Lo haré, Kian. Lo prometo. Voy a luchar por ella y por la vida que quiero construir a su lado.

Arrojé el cigarro al suelo y lo pisoteé.

Cuando el corazón habla [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora