VEINTICINCO

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CAPITULO 25

"VOCES EN EL CORAZÓN"



Antes no podía imaginar un día sin saber de él, y ahora ya habían pasado 7 meses desde que Derek se convirtió en un recuerdo agridulce. A veces, me sorprendía pensando en él, especialmente en el día de su boda. Era una mezcla de emociones que me desgarraba el corazón. Lo vi decir "sí" a otra mujer, mientras mis propios sueños se desvanecían como humo. Pero, en ese momento, había entendido que, aunque él nunca fue mío, lo mejor que podía hacer era desearle felicidad, incluso si eso significaba verlo con alguien más.

Además ya habían pasando 5 meses en los que mi abuela había partido de este mundo, pero deseándome que fuera feliz, y lo estaba cumpliendo. Aún recuerdo las palabras de los vecinos.

« Lo siento mucho, mi niña»

«Mi más sentido pésame »

«Ella era una gran mujer, siempre dispuesta a ayudar a los demás», decían con ternura, mientras me miraban con ojos llenos de compasión. A veces, sentía que sus palabras eran un consuelo, pero otras, me recordaban el vacío que había dejado su ausencia.

Los primeros días tras su partida fueron un torbellino de emociones. La casa, que solía estar llena de risas y aromas de su cocina, se sentía extrañamente silenciosa. Sin embargo, con el tiempo, empecé a recordar los momentos felices, esas charlas largas en la cocina y las historias que contaba sobre su juventud.

Me senté en la cama, absorta en esos pensamientos, mientras miraba por la ventana. El sol brillaba, iluminando todo a su paso. A veces, me sentía culpable por sentir alegría en medio de mis luchas, pero la vida seguía. En los momentos más oscuros, Lukas había sido mi faro. Siempre estaba a mi lado, apoyándome en cada una de mis quimioterapias, animándome con su risa, incluso cuando yo misma me sentía demasiado débil para sonreír.

Recuerdo la primera vez que me enteré de que tenía cáncer. La sala del médico estaba llena de sombras y murmullos, y cuando escuché la palabra "tumor", todo se volvió borroso.

—Lo siento mucho, Melissa. Pero si no iniciamos con las quimioterapias, no sobrevivirás mucho tiempo —dijo el doctor con una seriedad que se sentía como un golpe en el estómago. Las palabras resonaron en mi cabeza, y las lágrimas no paraban de salir, como un torrente incontrolable.

Lukas estaba a mi lado, acariciando mi espalda con ternura, su presencia una luz en medio de mi tormenta. Pero esta vez, lo vi llorar. Sus ojos, normalmente llenos de energía y alegría, estaban empañados, y el dolor en su rostro me desgarró el corazón. En ese momento, entendí que su dolor era tan real como el mío, y me sentí aún más pequeña frente a la magnitud de lo que enfrentábamos juntos.

—No quiero que sufras por mí —murmuré entre sollozos, sintiendo el peso de la situación. —No quiero que te veas arrastrado a esto.

Lukas se inclinó más cerca de mí, su voz era suave pero muy firme. —Nunca te dejaré sola, Melissa. Siempre estaré aquí, apoyándote, incluso si el camino es difícil. Si mueres... —su voz se quiebra un momento—, si mueres, una parte de mí también morirá contigo. No puedo imaginar un mundo sin ti.

Sus palabras me atravesaron como un rayo. La idea de que alguien pudiera sentir tanto por mí, que estuviera dispuesto a enfrentar la oscuridad a mi lado, era abrumadora. En ese instante, las lágrimas se detuvieron y una calma extraña me envolvió.

—Pero, Lukas, ¿y si no puedo luchar? —pregunté, con miedo reflejado en mi voz.

—No importa. Te ayudaré a luchar. Cada día, cada momento. No estás sola en esto. Y aunque las quimioterapias sean dolorosas, cada sesión será un paso hacia la vida. No importa lo que pase, estaré contigo —me aseguró, su mano envolviendo la mía, brindándome una calidez que sentí hasta el fondo de mi ser.

Cuando el corazón habla [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora