Capítulo 25

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Narra Dareck

Este día empezó y terminó de manera inesperadamente hermosa. Después de unas horas de tensión, Adriá y yo finalmente encontramos el momento para sentarnos y hablar. Lo que comenzó como una conversación complicada terminó en lágrimas y una gran decepción hacia mi persona. Pero su comprensión renovada en mí y el querer luchar por nuestro amor, me hicieron sentir una mezcla de alivio y alegría tan grande que no podía quedarme de brazos cruzados.

La idea de cocinarle algo para celebrar nuestra reconciliación me pareció la forma perfecta de expresar lo que sentía. Mi princesa de fuego merece ser mimada. Así que me dirigí a la cocina con una energía que no había sentido en mucho tiempo, decidido a preparar algo especial.

Escogí preparar algo que sabía que le encantaría: papas salteadas con romero y pechuga a la crema. No es un plato complicado, pero para mí tiene un valor sentimental; es uno de esos platos que compartimos en su casa y que su madre tuvo el detalle de informarme que es su favorito. Cuando lo supe, inmediatamente vi un tutorial de cocina para una ocasión especial y por fin a llegado. La idea de cocinarlo me daba una sensación de propósito, de querer poner todo mi cariño en cada detalle.

No soy un chef profesional, pero me gusta cocinar. Puesto que desde muy temprana edad aprendí para no depender de otros. Ya que no sabias que sustancia podían echarle a tu comida. Además, cocinarlo me daba una oportunidad perfecta para concentrarme en cada paso, para poner todo mi cariño en cada movimiento. Empecé por preparar las papas. Las pelé y las corté en cubos uniformes, asegurándome de que fueran del mismo tamaño para que se cocinaran de manera uniforme. Me sentí increíblemente relajado, como si cada corte y cada removida en la sartén estuvieran borrando las huellas de la discordia que habíamos tenido.

Mientras las papas se doraban en la sartén con un poco de aceite de oliva, el aroma del romero fresco empezó a llenar la cocina, y me sentí envuelto en una sensación de calidez y nostalgia. La cocina se llenaba de aromas que me hicieron sonreír, y me di cuenta de lo importante que es para mí hacerla sentir especial, de una manera tan simple y auténtica.

Luego, me ocupé de la pechuga a la crema. La sazoné con sal y pimienta y la doré en la sartén hasta que estuvo perfectamente dorada por fuera, pero jugosa por dentro. Después, preparé una cremosa salsa con un toque de ajo y cebolla, añadiendo un poco de vino blanco y crema de leche. Al combinar todo, la salsa se volvió rica y aterciopelada, ideal para acompañar la pechuga de pollo.

Todo estaba casi listo para la cena.

Mi princesa de fuego entró a la cocina, al comprobar lo que estaba en la estufa sus ojos se iluminaron. Sus pasos eran ligeros, y pude notar la calidez en su mirada.

—Wow, esto se ve increíble, —dijo, con una sonrisa que me hizo sentir que todo el esfuerzo había valido la pena. —Gracias, por esto. —susurro conmovida, mientras sus brazos rodearon mi cintura. Correspondí a su abrazo y le di un rápido beso en los labios.

—Gracias a ti por darnos una oportunidad. —Le sonrío, mientras le doy varios besos cortos. — En unos minutos estará todo listo, voy a preparar la mesa.

—Yo la preparo a lo que terminas aquí. —Mencionó, a lo que estuve de acuerdo.

Ella fue a preparar la mesa, mientras terminé con los últimos toques de la comida. Cuando me avisó que estaba listo, llevé la comida ya servida en los platos. Nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer, disfrutando de cada bocado. Mientras lo hacía, observaba cómo sus tensiones se desvanecían, cómo se relajaba cada vez más. Nos reímos, hablamos de cosas triviales y, sobre todo, disfrutamos de la compañía del otro. Era como si la comida hubiera creado un espacio para la conexión genuina y la felicidad compartida.

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