Narra Dareck
Me encontré extraño que Adriá no discutiera la decisión de que yo la llevara a su trabajo. Aunque puede ser que al tocarle el tema sobre el desgraciado de su amor platónico le quitara cualquier defensa. Me molesta que justamente sea ese tipejo que lo hayan puesto como el líder de nuestros guardias, a pesar de que comprendo que el rey demonio quiere cuidar a su hija, sin embargo, yo soy más que capaz de poder defenderla.
Porque seamos conscientes de algo, puede que haya entrado seguro de lo que iba a hacer en este territorio. Pero cada día tengo que buscar razones por la que estoy haciendo esto. Se que lo hago por mi familia, sin embargo, sigue sintiéndose mal. Porque quiera admitirlo o no, Adriá es mi alma gemela.
Sumidos en un tenso silencio me parqueo donde Adriá me señaló. Impido que baje del auto, colocando el seguro.
—¿Qué rayos pasa ahora? —Suspira enojada, mientras me mira tratando de decidir como matarme.
—Antes de salir del auto, debemos hablar sobre las reglas que debes de seguir. —menciono.
—¿Reglas? ¿Quién te crees para mandarme?
—Sí, reglas. Tu segunda pregunta como que esta de más, porque bien sabes que soy tu esposo. —no puedo evitar burlarme un poco de la situación— Ahora bien, estas reglas son para salvarte la vida princesita.
—¿Para salvarme la vida? ¿De qué hablas?
—No hay mucho tiempo, muy pronto vendrá tu amor a interrumpirnos. Te contare cuando estemos solos. Pero de ahora en adelante, no saldrás del auto hasta que te abra la puerta y te diga que puedes salir.
—¿No crees que estas siendo un machista?
—Princesita, solo imagina que por salir presurosa del auto y no tener nadie cuidando tus espaldas un francotirador te vuele tu linda cabecita, simplemente porque sientes que puedes abrir tu puerta. En este caso no tiene que ver sobre machismo, y mas bien sobre protección.
Mis palabras la dejan analizando la situación, y asiente. De modo, que tomo esto como señal para bajarme e ir a abrir su puerta. Desde la otra camioneta, Duncan me fulmina con la mirada y antes de que se apresure a nuestro lado, le doy luz verde para salir a Adriá.
—Aquí viene tu romeo—le susurro en su oído de modo que solo ella puede escuchar mis palabras.
—Estas equivocado de historia y de protagonista. Duncan solo es mi amigo, no siento nada por él...
—Ja, no te creo.
—Adriá. Es mejor que nos movamos de este lugar. —Duncan nos interrumpe, y solo imagino que será las primeras de muchas interrupciones.
—Por supuesto que nos vamos a mover. Mientras este con mi esposa, te voy a pedir que nos de nuestro espacio. —Le sonrío socarronamente, tomando de la mano a Adriá.
Los demás guardias nos rodean mientras avanzamos en el parqueo subterráneo, a pesar de que el acceso es limitado ninguna precaución es exagerada, mientras no sepamos quienes están de nuestro lado. Porque si de algo estoy seguro es que mientras este aquí, nada malo le sucederá a mi princesa de fuego.
Cuando las puertas del ascensor están abiertas guio a Adriá atrás, y tres de los guardias junto con Duncan se suben con nosotros. Cuando subimos al ultimo piso que es donde esta la oficina de la princesa dejó que los guardias hagan su trabajo detectando alguna amenaza. Una vez que han revisado todo nos dan el visto bueno.
Según el rey comento, en este piso solo están tres empleados, los cuales han sido depurados y dos de ellos son humanos. De modo, que la princesa debe de estar segura en este lugar. El protocolo no es extraño para los que están en sus lugares.
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El legado
Fantasi- ¡Te amo Adriá! Dame una oportunidad de ser más que tu amigo. ¡El dilema de mi vida! Tan solo hace unos días deseaba escuchar esta proposición, cuando era libre para tomar la decisión afirmativa que quería darle, pero ya es tarde. ¿Por qué ahora qu...