Capítulo 4

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Buenas noches, espero disfruten este capítulo que es hecho con mucho amor. Pronto va arder el reino de los demonios cuando la noticia sea revelada. Muchos cambios se avecinan para nuestra princesa.

Narra Dareck

Escuchaba una incesante voz, igualmente molesta, la cual me insistía para que abriese los ojos. Algo se sentía mal en mi interior, pero no sabía qué. Esa sensación martillaba en mi mente, mientras obedecía al pedido.

Mi vista se enfocó en Mario, lo que provocó, que cierto recelo se elevara en mis pensamientos, alborotando mis instintos, los cuales eran claros: asechar, matar y huir. Aunque, por más que este mensaje se reproducía, mi cuerpo no cooperaba.

—Dareck—otra vez, Mario, llama mi atención—Sé que cuando terminemos esto, me vas a odiar, pero no hay de otra. Quiero sobrevivir, y que los míos también lo hagan. Sólo espero que confíes en nosotros, tenemos un plan; aunque aun no es el momento para que lo sepas.

—Mario, deja de perder el tiempo—escucho la voz de Ricardo reprender a su amigo. Aunque intento buscar su ubicación, no puedo. La frustración aumenta en mí. Sé que está cerca cuando vuelve a hablar—. Tengo a la princesa en el auto, ahora solo debemos llevar a la maquina hasta allí.

—¡Mierda! ¿Sabes lo que pesa un prototipo?

—Claro que lo sé, también soy uno al igual que tú, zopenco. Justo por eso nos enviaron, saben que somos suficientemente fuertes para controlar a un muy drogado Dareck. Deja de lloriquear y mueve tu trasero.

—El creador está loco, mira que hacer esta jugarreta con la niña linda del rey demonio, no es de alguien cuerdo—argumenta Mario, mientras me agarra por debajo de las axilas y Ricardo sostiene mis piernas.

—Más locos estamos nosotros, por dejarnos guiar por el plan de Brister.

—¿Cuánto falta para que la sustancia termine de asentarse en la máquina? —intento gruñir y mover mi cuerpo en defensa, pero algo me detiene, es como si una fuerza invisible anulara mis movimientos libres, además de las reacciones de mi cuerpo, y me dejara atrapado en mi mente.

—Diez minutos como máximo.

—Entonces ¿por qué no esperamos los minutos? De esa forma no nos agotamos físicamente.

—¡Estás loco, Mario! Debemos darnos prisa antes que ese pastor, imitador de Elvis, ceda nuestra plaza. —Con tono duro y severo, se dirigió Ricardo a Mario— No quiero que por estar de lentos y haraganes, ese demonio de alto rango, que la princesa no dejaba de ver, decida hacer su trabajo de velar por su seguridad.

—Tienes razón. Ese chico me cae mal, su líder le confía lo más sagrado, y el bueno para nada, se va atrás de un par de tetas.

—Mejor para nosotros, ya que es una preocupación menos. De lo contrario, él terminaría drogado o muerto.

—Sigue sin gustarme—Mario, gruñe en desaprobación—¿Dónde diablos pusiste el auto?

—Ya estamos cerca. Ahora cállate—es lo último que escucho hasta un largo rato.

Llegamos a un viejo SUV Audi Q7, abren el maletero y tardan unos largos minutos para ubicarme en el reducido espacio, la razón es por mi proporcionado cuerpo, puesto que alguien con menos musculo podría caber sin ningún esfuerzo. Me siento perdido y desorientado, no sé que pretenden hacer para que cumpla con el plan de Don. Intento regular mi respiración para no entrar en pánico, puesto que el no tener pleno control de mi cuerpo me deja impotente e inútil. La rabia y la traición bullen en mi sistema, tarde o temprano obtendré mi venganza contra estos machos y no seré nada condescendiente para con ellos.

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