Capítulo 26

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Narra Dareck

Falta media hora para que el horario de trabajo de mi princesa de fuego termine. La escolté hace una hora a su reunión en la sala de conferencia. La situación ha estado menos tensa, pero aun la amenaza persiste.

Todavía no soporto a Duncan, quien sigue siendo parte de los ejecutores a cargo de su seguridad, sin embargo, ha estado menos molesto. Y ahora que ya sé que Adriá no siente nada por él, más que una amistad, lo tolero un poco más cada día.

Adriá sale por la puerta de la sala de conferencia, mostrándome una hermosa sonrisa cuando me ve en la silla de espera. Me acerco a ella, no pudiendo evitar tocarla con todo el amor que brota de mi corazón.

—Vamos a la oficina, dentro de unos minutos nos podemos ir. —Menciona cuando me corresponde al abrazo, y me obsequia un breve contacto de nuestros labios.

—Vamos. —La ánimo, mientras sostengo su mano y nos dirigimos al lugar señalado.

Aun hay trabajo que debe realizar. Mientras me siento a esperar que termine no dejo de observarla, mientras resalta puntos en algunos documentos. Me acerque a la puerta y la cerré con llave, a la vez que el sonido constante de los teclados y el murmullo suave de las conversaciones a lo lejos llenaban mi audición, ya que al tener genes de hombre lobo la tengo más afinada que Adriá, puesto que ni siquiera se inmutaba.

Pero para mí, el mundo fuera de esas cuatro paredes parecía haberse apagado, mientras la observaba. Estábamos solos en su despacho, separados por apenas unos pasos, y aunque intentaba mantener la compostura, mis pensamientos giraban en torno a ella y solo ella.

Ella estaba de pie junto a su escritorio, revisando unos documentos, pero cada gesto suyo parecía cargado de una tensión invisible, algo que ambos sentíamos y ninguno de los dos se atrevía a dar riendas suelta en estos momentos.

Me acerqué lentamente, casi con cautela, como si un movimiento en falso pudiera romper ese delicado equilibrio. Cuando finalmente estuve lo suficientemente cerca, ella levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron. No necesitábamos palabras, pero el silencio entre nosotros era ensordecedor.

—¿Por qué me miras así y te acercas de manera tan sigilosa? —Pregunto, sin embargo, omití la respuesta. La acorrale contra el escritorio para que no pueda moverse a otro lugar. —¿Qué haces? —Frunce el ceño.

—Solo me acerco a mi esposa ¿Acaso no puedo tocar a mi bella princesa de fuego? —Indagué divertido, antes de poseer sus labios en un ardiente beso. Me estaba muriendo por saborearla.

Rompió el beso. —Sabes que esto no está bien —susurró, su voz apenas un murmullo, más para sí misma que para mí. —Cualquiera puede entrar y vernos en una situación comprometedora.

—Princesa, estamos casados y tus empleados deben tocar antes de entrar. —Menciono, para luego sostenerla y sentarla en el escritorio. Pasee mis manos por su muslo, a la vez que iba subiendo su vestido en el proceso.

—Dareck—Detiene mi mano antes de llegar a su trasero—Nunca he hecho nada como esto en mi oficina, me da vergüenza. —Menciona esto con sus mejillas coloradas. Sonreí por lo tierna que se ve. Su mirada, sin embargo, me decía algo completamente diferente. Había un brillo en sus ojos que solo lo había visto cuando la lujuria se apoderaba de su cuerpo, algo que, aunque ella intentaba reprimir, estaba presente, ardiendo entre nosotros.

Di un paso más como si fuera posible ser un solo cuerpo. Podía sentir su respiración acelerada, y el leve temblor de sus manos sobre la mía que impedía que siguiera mi camino de desvestirla. Pero esta vez, no había escapatoria.

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