Capítulo 29

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Narra Dareck

El aire de la madrugada estaba cargado de una tensión que hacía que cada paso resonara en mis oídos. Había llegado al claro en el bosque, el lugar donde solía correr cada mañana para despejar mi mente, pero esta vez, no se trataba de una simple rutina. Sabía que alguien me estaba esperando. Y no era cualquier persona.

El traidor, el hijo del padrino del rey, había sido lo suficientemente convincente como para hacerle creer a Don que yo traía información de suma importancia. No era la primera vez que me encontraba con él en circunstancias tensas, pero esta vez, el riesgo era mayor.

Cuando llegué al centro del claro, lo vi. Don estaba allí, de pie bajo la luz pálida de la luna, su figura envuelta en las sombras, como si la oscuridad misma lo siguiera. Su presencia era imponente, pero no me intimidaba. Sabía lo que estaba en juego, y también sabía que tenía la ventaja de la información.

—Te esperaba, Dareck —dijo, su voz suave pero cargada de una autoridad que solo alguien con poder absoluto podía tener—. Espero que lo que tienes para mí valga la pena.

Darius como se hacía llamar el traidor que estaba a su lado, el cual me observa con una mezcla de desdén y satisfacción. Sabía qué hace tiempo había vendido su lealtad, pero lo que no sabía era que, al traerme aquí, él mismo estaba cayendo en una trampa.

—Don —dije, manteniendo mi tono firme pero calmado—. Sabes que no estarías frente a mí si no fuera importante.

Don dio un paso adelante, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—Habla entonces. No tengo tiempo para juegos.

Respiré hondo, sabiendo que lo que estaba a punto de decir tendría un impacto profundo. Era parte del plan, después de todo.

—Leonel —empecé, observando la reacción en su rostro—. Ha estado actuando a tus espaldas.

Una chispa de interés cruzó sus ojos, pero no dijo nada. Sabía que estaba esperando que continuara, que le diera algo más sustancial.

—Hace unas semanas atrás, fue a un club... un lugar donde no debería haber estado. Intentó secuestrar a la princesa, pero en su defecto se llevó a la amiga, ya que no pudo dar con Adriá.

El silencio que siguió a mis palabras fue denso, casi sofocante. Pude ver cómo Don se tensaba, sus puños apretándose a los costados. No le gustaba que lo contradijeran, que tomaran decisiones sin consultarle, y mucho menos que sus subordinados actuaran de forma tan impulsiva. Aunque fueran sus hermanos, porque para él todos eran sus títeres.

—¿Qué dices? —gruñó, su voz baja pero llena de peligro.

Di un paso adelante, manteniendo mi postura.

—Leonel quiso tomar ventaja de la situación, quiso adelantarse. Intentó secuestrar a la princesa sin consultarte, Don. Sabía que, si te lo decía, nunca le habrías permitido arruinar tu plan. Actuó por cuenta propia, y casi lo logra.

La furia comenzó a brotar en sus ojos. Era como si todo su cuerpo comenzara a vibrar con la ira contenida. No había nada que odiara más que la deslealtad, y Leonel había cruzado una línea muy peligrosa.

—¡Ese maldito! —exclamó finalmente, su voz retumbando en el claro—. ¿Quién demonios se cree que es para ir detrás de mis espaldas?

Podía ver cómo luchaba por contenerse, pero el enojo lo consumía. No era solo por el acto de Leonel, sino por la audacia, la traición implícita. Sabía que no podía tolerar que alguien lo desafiara así.

—Te dije que ir contra el rey es demasiado riesgoso, y mucho más, porque... —agregué, golpeando donde sabía que más dolía—. Leonel es impulsivo, y ahora lo ha demostrado. Si hubiera tenido éxito, tu plan se habría arruinado, y estaríamos enfrentándonos a una guerra prematura.

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