Capítulo 30

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Narra Dareck

Los días que siguieron al encuentro con Don estuvieron llenos de tensión y silencio. Cada movimiento, cada palabra debía calcularse con precisión. Sabíamos que Don ya estaba haciendo sus propios movimientos, impulsado por la ira y la sospecha que habíamos sembrado en su mente. Pero aún no habíamos visto la magnitud de su reacción.

Yo había vuelto a mis rutinas habituales, tratando de no levantar sospechas mientras mantenía mis oídos y ojos atentos a cualquier señal de Don o sus aliados. Sabía que Leonel estaba en grave peligro, y aunque lo habíamos empujado hacia esta situación, no podía evitar sentir cierta empatía por él. Era una víctima más de Don, igual que tantos otros.

Una mañana, mientras me encontraba corriendo en el mismo sendero donde solía encontrarme con Don, escuché pasos rápidos detrás de mí. Mi cuerpo se tensó, y de inmediato me volví, esperando lo peor. Sin embargo, al ver quién era, relajé un poco mi postura.

Era Brister, el prototipo que estaba encabezando la revuelta en el clan, y que había manipulado a Don magistralmente. Su rostro mostraba una mezcla de nerviosismo y urgencia. Me acerqué a él con cautela.

—Dareck, tenemos que hablar —dijo rápidamente, apenas sin aliento.

—Habla —respondí, cruzando los brazos—. No tengo todo el día.

—Don está más furioso de lo que pensábamos. Ayer confrontó a Leonel, lo acusó de traición frente a varios de sus hombres. Casi lo mata allí mismo.

Eso no me sorprendió, pero ver el miedo en los ojos de este hombre me hizo darme cuenta de que las cosas estaban escalando más rápido de lo que había anticipado.

—¿Casi? —pregunté, aunque ya intuía la respuesta.

—Leonel logró escapar. Pero Don ha dado la orden de cazarlo, por eso estoy aquí. Me envió para poder rastrearlo, y aproveche para venir hasta aquí. Está paranoico, cree que Leonel está conspirando con otros. Mandó a sus hombres tras él, y no se detendrán hasta encontrarlo.

—Perfecto —dije, aunque la situación no me tranquilizaba. Esto solo significaba que Don estaba actuando justo como habíamos planeado, pero también que estaba dispuesto a tomar medidas extremas.

—Esto no es bueno, Dareck —insistió Brister, moviéndose de un pie al otro con inquietud—. Si sigue así, el caos estallará antes de que podamos controlarlo.

Me acerqué a él lentamente, asegurándome de que mis palabras quedaran grabadas en su mente.

—El caos es parte del plan. Don no es un hombre que pueda ser contenido con diplomacia o con cuidado. Debe ser destruido desde dentro, y eso solo se logra cuando se siente acorralado, cuando ya no confía en nadie. Ahora que duda de Leonel, pronto comenzará a dudar de todos a su alrededor. Es cuestión de tiempo antes de que cometa un error fatal.

El hombre me miró como si no comprendiera del todo lo que estaba diciendo.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó finalmente, su tono resignado.

—Sigue cumpliendo con tu misión como hasta ahora. Pero mantente cerca de Don. Necesito saber cada paso que dé, cada decisión que tome. Si empieza a dudar de alguien más, debes informarme de inmediato. No te desvíes ni un centímetro, o caerás en vez de él cuando todo termine.

Asintió rápidamente y, sin decir una palabra más, giró sobre sus talones y desapareció por el sendero, dejando atrás el peso de sus miedos.

Volví a mi carrera, pero mi mente ya no estaba enfocada en el camino. Don estaba en su punto más vulnerable, pero eso también lo hacía más peligroso. Sabía que este juego no se decidiría con simples maniobras políticas. Al final, alguien tendría que caer, y el que lo hiciera lo haría para siempre.

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