Capítulo 32

8 0 0
                                    


Narra Adriá

El pasillo se alargaba frente a mí, pero cada paso que daba me alejaba más de la Adriá que había sido. Sentía el eco de mis pasos resonando en las paredes vacías, como si el castillo entero estuviera conteniendo la respiración. Mis pensamientos giraban en torno a lo que acababa de descubrir, a lo que Don había hecho, y a lo que Dareck había sido capaz de hacer. Pero ya no había espacio para el dolor. La furia se había apoderado de mí, y en ese momento, no sentía más que una fría determinación.

Dareck había matado a mi padre. Las palabras giraban en mi mente como un mantra oscuro. No sabía si podría enfrentarlo, no sin que las emociones volvieran a arrollarme. Pero lo haría. Tenía que hacerlo. Quería entender por qué, cómo fue capaz de traicionar no solo a mi padre, sino a mí también.

Al llegar a mi habitación, cerré la puerta con fuerza, sintiendo el peso de todo lo que había sucedido caer sobre mis hombros. El mundo exterior quedó silenciado, y finalmente pude dejar escapar el aire que no sabía que había estado conteniendo. Caminé hasta el espejo y me vi a mí misma: los ojos enrojecidos, las mejillas húmedas de lágrimas que no recordaba haber derramado, y una expresión que no reconocía. La Adriá que conocía había desaparecido, y en su lugar, una extraña se había apoderado de mi reflejo.

No podía permitirme derrumbarme. No ahora.

Todo en lo que pensaba era inútil. Nada de eso traería a mi padre de vuelta. Pero había algo más que podía hacer. Puedo vengarlo. Y eso empezaría con enfrentar a Dareck.

Me senté en la silla, dejando que mis pensamientos se aclararan. Dareck no lo había hecho por voluntad propia. Él no era un asesino, no por elección. Don lo había manipulado, lo había empujado a una esquina de la que no pudo escapar. Pero eso no cambiaba el hecho de que lo había hecho. Había tomado la decisión de sacrificar a mi padre por proteger a los suyos. Y ahora, ¿qué? ¿Pretendía seguir actuando como si nada hubiera pasado? ¿Pensaba que podría volver a mi lado después de algo tan monstruoso?

No. Dareck tendría que pagar por lo que había hecho.

Mi respiración se aceleró al pensar en ese momento, en cómo lo confrontaría. No sabía si sería capaz de contener la rabia cuando lo viera. La traición dolía tanto que era difícil imaginarme volver a estar frente a él sin sentir que todo lo que alguna vez habíamos compartido había sido una mentira.

Pero la pregunta que seguía quemándome por dentro era: ¿Por qué lo hizo? Sabía que Don lo había presionado, que había utilizado a la familia de Dareck para forzarlo a actuar, pero ¿hasta dónde estaba dispuesto a llegar Dareck para protegerlos?

No podía evitar preguntarme si alguna vez fui verdaderamente importante para él, o si siempre fui solo una pieza en su tablero, un medio para un fin. ¿Alguna vez me amó realmente, o simplemente me utilizó? Ese pensamiento me carcomía.

Con la mente en torbellino, tomé una decisión. Tenía que encontrar a Dareck. No podía permitir que esta duda me consumiera más tiempo. Necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora. Mi cuerpo entero temblaba de anticipación, pero no era miedo lo que sentía. Era la necesidad de justicia, de enfrentar la verdad, por dolorosa que fuera.

Me levanté de la silla con renovada determinación. Sabía dónde podría encontrarlo. El castillo estaba lleno de sombras, pero ninguna podría esconderlo de mí. Salí de la habitación, cerrando la puerta tras de mí con fuerza, y comencé a caminar. Cada paso me acercaba a Dareck, a ese hombre que una vez había sido mi esposo, mi confidente, mi todo. Pero ahora, solo era el verdugo de mi padre.

El pasillo se sentía interminable, pero pronto, lo vi. Dareck estaba allí, de pie en el balcón, su figura solitaria iluminada por la luz tenue de la luna. Su presencia me detuvo por un segundo, el conflicto interno luchando por mantenerse a flote. Pero el recuerdo de la traición, de la muerte de mi padre, fue suficiente para hacerme avanzar.

El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora