Capítulo 26: Desenlace y Reconciliación

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                                       Joon

La tensión en el aire era palpable mientras nos mirábamos fijamente, como si ambos supiéramos que lo que estaba a punto de suceder cambiaría todo. Los secuestradores no eran el tipo de personas con las que se podía jugar, pero no tenía otra opción.

—Quiero que desaparezcan a Jeon Jungkook —solté sin rodeos, sabiendo que mis palabras sellaban un destino que aún no entendía del todo.

El primer hombre arqueó una ceja, sorprendido, y luego sonrió con desdén.

—¿A su amante?

—Así es —respondí con frialdad, tratando de que mi voz no temblara.

El primer hombre me miró durante unos segundos, evaluando la situación.

—Dejen que pase al menos una o dos semanas. Yo les diré su ubicación y les pagaré el doble por hacerlo.

—El triple —intervino el primer hombre, sin dejar de mirarme fijamente.

Solté un suspiro profundo, odiando cada segundo de esta conversación.

—De acuerdo —acepté, mi garganta apretándose con cada palabra.

El tercer hombre, que hasta ahora había permanecido en silencio, intervino.

—No haremos nada hasta que nos pagues por completo.

—Claro —respondí rápidamente, ansioso por salir de esa situación.

—Ese idiota se interpone demasiado en mi camino con ella —murmuré, sintiendo cómo el veneno en mis palabras se mezclaba con mi propia frustración.

—Descuida —el segundo hombre dijo con una sonrisa malévola—, déjanos a nosotros.

Sentía un nudo en el estómago, pero traté de mantener la compostura.

—Y... ¿en dónde la tienen? —pregunté, cambiando de tema rápidamente.

—Está en la habitación —respondió el tercer hombre, señalando una puerta al fondo.

Caminé hacia la puerta, intentando no mostrar mi ansiedad, y la abrí con cuidado antes de cerrarla con seguro. Eunji estaba sentada en el suelo, con los ojos hinchados de tanto llorar. Mi corazón se encogió al verla en ese estado. Me acerqué rápidamente, le quité la cinta de la boca y la desaté.

—Dime que estás bien —le dije, acariciando su rostro.

Su respuesta fue una cachetada que resonó en la pequeña habitación. Me quedé helado, sorprendido por su reacción.

—¿Por qué les dijiste eso? —me preguntó con la voz quebrada. Ella había escuchado todo.

—Es una trampa —mentí, intentando justificarme—. Quiero hacer más tiempo antes de que llegue la policía. ¿Te hicieron algo?

Acaricié su mejilla suavemente, notando su labio partido.

—No... no me hicieron nada —respondió, temblando—. Ya vámonos, por favor. No quiero estar aquí.

Justo cuando intentaba calmarla, escuchamos cómo movían la manija de la puerta, y luego comenzaron a golpearla con fuerza.

—¡ABRE LA PUERTA! —gritó el segundo hombre desde el otro lado.

—¿Por qué la cerraste? —me preguntó Eunji, alarmada.

—Sabía que no nos iban a dejar ir —respondí, corriendo hacia la puerta y bloqueándola con una silla.

—¡QUE ABRAS LA MALDITA PUERTA! —vociferó el primer hombre, seguido de el tercer hombre, que gritó con tono amenazante:

—¡NO SABES LO QUE TE ESPERA AL ABRIR LA PUERTA, JOON!

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