Confesión involuntaria

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¿Cómo podía pasar más tiempo a solas con Winry? Esa era una de las cuestiones que más preocupaba a Ed últimamente. Se sentía afortunado de vivir con ella y poder verla cada día, pero, aunque quería mucho a su hermano y la abuela Pinako, le hubiera gustado tener un poco más de intimidad para disfrutar de esos primeros momentos de la relación con la mujer que deseaba que fuera el primer y único amor de su vida.

Si hubieran estado solos, quizá su última velada nocturna habría acabado de forma diferente. Pero esa situación no solía ser muy frecuente cuando compartían casa con dos personas más y un perro. Ed estaba seguro de que la necesidad de contenerse continuamente tenía mucho que ver con ese deseo voraz que amenazaba con volverlo loco.

Sin embargo, aquel día la fortuna le sonreía. Era increíble que solo un par de días después de una noche gloriosa, la vida le brindara una nueva oportunidad para continuar conociendo a Winry como solo podía hacerlo cuando estaban solos.

Aquella mañana Al había acompañado a la abuela al pueblo a hacer unas compras y el guiño cómplice que le lanzó al despedirse le decía que iba a asegurarse de que se lo tomaran con calma. Ed no había podido esquivar sus insinuaciones y sus preguntas continuas acerca de sus avances con la cuestión de Winry y su hermano estaba bastante al tanto de la situación. Se notaba que se alegraba de verlo feliz, pero su curiosidad era insaciable. Había intentado ser discreto en sus respuestas, guardándose para sí los detalles más jugosos, pero, más o menos, sabía cómo andaban las cosas.

Tenía que reconocer que, a cambio de sus confidencias, Al se estaba empleando a fondo para ayudarle. En sus últimas salidas para aprovisionarse nunca habían regresado antes de la hora de comer. De esta forma, Ed podía hacerse una idea de la hora estimada de su llegada, lo cual era un dato crucial para aprovechar ese valioso tiempo. Winry normalmente solía pasarse las mañanas trabajando, pero Ed estaba decidido a sacarle el máximo partido a cada minuto juntos del que pudieran disponer.

Por otro lado, aunque estaba contento de que el negocio de los Rockbell fuera tan bien, también estaba deseando que pasara esa época de trabajo intensivo y la joven pudiera tomarse un día libre de vez en cuando. No necesitaba ir a ninguna parte, pero estaría muy bien tener un día entero para ellos solos. En fin, por soñar que no fuera...

Hacía rato que el sol había pasado su cenit cuando Ed se detuvo para tomar un descanso. Esa mañana Winry también tenía trabajo pendiente, así que él había quedado a cargo de las tareas domésticas. Tenía que confesar que hasta ahora no se había parado a pensar que una casa daba tanto trabajo. ¡Siempre había algo que hacer! En ese momento debía llevar más de una hora cortando leña. Era una tarea cansada, pero el hacha le venía genial para fortalecer el brazo derecho. Y además, liberaba tensiones, lo que últimamente no le venía nada mal.

Miró hacia el cielo, secándose el sudor de la frente. Por la posición del sol, debía faltar poco más de una hora para la hora de comer...

Entró en la casa con la intención de bajar al taller a ver qué tal le iba a Winry, pero ella ya estaba en la cocina, removiendo la olla que había puesto a calentar en el fogón. El aroma del estofado llegó hasta su nariz, haciendo que su estómago rugiera. Ese plato era una de las únicas formas de conseguir que incluyera leche en su dieta sin protestas, así que la abuela y Winry lo preparaban a menudo. Hasta ahora, él se había limitado a ayudar con los ingredientes, pero estaba decidido a descubrir los secretos de ese sabroso estofado familiar. Sin duda, era el primer plato que quería aprender a cocinar, dejando de lado su precario recetario de cocina de supervivencia.

Sin embargo, en ese preciso momento para Ed había cosas mucho más interesantes en las que pensar que la receta del estofado. La vista de la joven rubia de espaldas le provocó aún más hambre que el agradable olor de la comida al fuego. Bastó con posar sus ojos sobre ella para tirar por tierra toda la calma que había conseguido ejercitándose con el hacha. Winry debía haberse puesto a los fogones nada más subir del taller, así que seguía llevando su habitual mono de trabajo. Era increíble cómo una prenda como esa podía resultar tan sexy. Como era costumbre en ella, se había atado las mangas de la parte superior a la cintura, dejando su espalda y sus hombros al descubierto. Completaba su atuendo con una camiseta sin tirantes. Ed no estaba seguro de que mereciera ni siquiera ese nombre. Era poco más que una banda de tela que le ceñía el pecho.

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora