Euforia (III)

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Recostado sobre Winry, Ed había cerrado los ojos dejándose envolver por su calor mientras sentía cómo su respiración iba calmándose poco a poco. Pensaba dejarla descansar tanto como quisiera pero, como era habitual, su amada le sorprendió con una idea diferente que le dejó claro que había subestimado su resistencia... y su deseo por él, que no necesitaba de reposo, tal y como estaba a punto de comprobar.

Después de suspirar una vez más, la joven deshizo el nudo de sus piernas y llevó sus manos hacia su cabeza, enredando sus dedos en sus cabellos para alzar su rostro hacia ella.

—Ed... Ven y abrázame.

Él tragó saliva ante esa tentadora propuesta. Después de tanto tiempo soñando con ello ¿de verdad estaba a punto de ocurrir? Por un instante, tuvo miedo de despertarse de pronto en su cama y descubrir que todo aquello solo había sido fruto de su imaginación. Pero no, pasaban los segundos y seguía en el mismo sitio, deslumbrado por los hermosos ojos azules y la sonrisa de Winry. Todo era real. Estaba pasando de verdad.

—Si estás preparado... quiero decir... —añadió ella.

¿Qué si estaba preparado? Le dieron ganas de echarse reír ante su pregunta. Su cuerpo llevaba una eternidad aguardando ese momento. Y en cuanto a esa ocasión en concreto, el festín que se había dado poco antes unido a la excitación que le habían provocado sus gemidos y el resto de interjecciones que había proferido mientras sentía como explotaba entre sus manos hubieran sido más que suficientes para que estuviera preparado de sobra.

—Estoy más que listo... desde hace rato...

Winry le derritió con una sonrisa cálida e invitadora. Casi temblando de la emoción, Ed se dejó arrastrar para recostarse entre sus piernas abiertas, apoyándose sobre sus antebrazos para que su peso no recayera totalmente sobre ella. Incluso si hubiera estado meditando durante un día entero para calmar su mente, sentir su cuerpo bajo el suyo le hubiera encendido al instante. El contacto entre sus sexos fue electrizante, despejando la más mínima duda sobre la necesidad de mayor preparación por su parte. Tenía tal cantidad de sangre acumulada en esa parte concreta de su cuerpo que casi dolía. Aún así, quería asegurarse...

—Win... Si te duele, me lo dirás, ¿verdad? Incluso si solo te molesta o si soy demasiado brusco... Si algo no va bien... —pidió, algo inquieto por la posibilidad.

—Ed, después de hacer lo que has hecho casi sin mediar palabra, ¿por qué dudas ahora?— preguntó ella sonriendo.

Lo cierto es que a Winry sí que le preocupaba un poco ese momento, para que negarlo. Había oído contar muchas historias a las mujeres del pueblo, no todas ellas agradables. Sabía que esa primera vez podía doler. Pero después de ese orgasmo sublime, se sentía tan excitada ante la idea de sentir a Ed dentro de ella que, francamente, lo demás le daba igual, así que intentó tranquilizarle de la forma más sincera que se le ocurrió:

—No sé tú, pero yo me muero por sentirte dentro de mí —confesó.

Si en ese momento le hubiera salido vapor por las orejas, a Ed no le hubiera sorprendido teniendo en cuenta el calor que brotó en su cuerpo ante esas palabras. Su deseo se había seguido calentando a fuego lento mientras había estado centrado en Winry y ahora se disparó de nuevo, haciéndole hervir la sangre.

—No te imaginas... No tienes que preguntar, seguro que lo tengo escrito en la cara.

—Entonces, ven aquí —susurró con voz dulce y una sonrisa irresistible.

Después de eso, ya no había más que decir. Con una última mirada tan ardiente que hubiera derretido de una vez todos los carámbanos de la muralla de Brigss, Ed se inclinó para unir sus labios en un beso lento, rebosante de pasión contenida, acariciándola hasta que sus manos llegaron hasta los muslos que envolvían su cintura. Ella correspondió a sus labios, profundizando el beso, moviendo sus caderas para apretarse contra él, demostrando que quería sentirlo aún más cerca, que su deseo aún no se había saciado del todo. 

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora