Palabras con sentido

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A pesar de que aquella noche no habían gozado de demasiadas horas de sueño, entretenidos en otros quehaceres mucho más emocionantes, cuando despertaron a la mañana siguiente los recién casados coincidieron en que habían descansado como nunca y lo mejor de todo, tenían todo el día por delante para dedicarse todo su tiempo en exclusiva. Aunque había supuesto algunas dificultades añadidas para Ed en su noche de bodas, la tradición era bastante respetuosa con los nuevos esposos en lo referente a ese día. Aparte de Al, May y Pinako, que regresarían a casa a la noche, ya se habían despedido del resto de invitados el día anterior, así que los recién casados podían disfrutar de esa jornada con toda la tranquilidad del mundo. ¡Qué menos, teniendo en cuenta la ocasión!

Cuando Winry abrió los ojos Ed ya llevaba un buen rato mirándola, tan fascinado por la expresión de su rostro dormido como la primera mañana que amanecieron juntos y sintiéndose infinitamente afortunado. 

—Buenos días, esposa —saludó, con una sonrisa tan brillante como el sol de esa mañana.

Ella se echó a reír al ver su cara exultante, que demostraba que se había despertado pletórico y conservaba el mismo entusiasmo que el día anterior.

—Te morías por decirlo, ¿verdad, esposo? —comentó, incapaz de no corresponderle con las palabras que sabía que estaba deseando escuchar.

—Desde el momento en el que abrí los ojos —confirmó él, acariciando su mejilla.

Un instante después, Winry pudo constatar del todo que Ed se había levantado de un ánimo inmejorable y totalmente descansado, en vista del apasionado beso de buenos días que la regaló para comenzar su primer día como marido y mujer. Si iba a saludarla así todas las mañanas, quizá sería buena idea empezar a poner el despertador un poco antes...

—Me encanta tu forma de dar los buenos días —dijo, cuando tras un largo rato, consiguieron separar sus labios.

—Reconozco que no me importará acostumbrarme a esto —comentó Ed, notando como el ritmo de su corazón se había disparado tras ese intenso beso.

—Sin duda, es mucho mejor que despertar sola —apuntó ella con una cálida sonrisa, que hizo que el corazón de él se acelerara aún más— ¿Dormiste bien?

—Como nunca, como puedes ver.

—Sí que lo veo —respondió Winry, riendo suavemente—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres que bajemos a desayunar?

—Claro... Pero no me hace falta moverme de aquí para eso...—dijo Ed recostándose sobre ella— Hoy luces de lo más apetitosa... —continuó, deslizando sus labios y su lengua por su cuello, como si estuviera saboreando un manjar exquisito.

—Y tú pareces bastante hambriento.... —susurró ella, enredando sus dedos en sus cabellos sueltos mientras echaba la cabeza hacia atrás, temblando de gusto ante las caricias y el entusiasmo que demostraba aquel joven, que parecía estar disfrutando a lo grande de su nueva condición como esposo.

—Siempre lo estoy si se trata de ti... —contestó él, mientras sus besos se deslizaban hasta sus pechos, lentos pero cada vez más intensos— ¿O quieres que me detenga? —preguntó, solo por el gusto de escuchar la respuesta de los labios de ella.

—Sería muy cruel hacerte ayunar en tu primer día de casado —respondió ella, estremeciéndose al sentir un suave mordisco sobre su pecho.

—Muy considerado por tu parte —señaló él, riendo entre dientes—, pero ¿qué hay de ti?

—Exactamente lo mismo. Has aprendido muy bien cómo abrirme el apetito —reconoció la joven, con una risa suave. 

—Por suerte, no necesitamos más para darnos un auténtico festín... —afirmó él feliz, alcanzando de nuevo sus labios para empezar a disfrutar de ese particular desayuno.

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora