Privilegio

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Cuando la luz del sol naciente le despertó esa mañana, Ed sintió que iba a costarle más que nunca salir de la cama. A partir de entonces y durante una temporada, cuando abriera los ojos al comenzar un nuevo día se encontraría con una escena muy diferente y sin duda alguna, despertar no sería tan agradable como ahora. No dudaba de que su  viaje por las tierras del oeste sería emocionante, pero... ¡cómo echaría de menos esos momentos!

Sabiendo lo mucho que iba a añorarla, contempló con detenimiento la silueta de la mujer que dormía entre sus brazos de espaldas a él intentando grabar hasta el más pequeño detalle de esa imagen en su memoria: su largo cabello rubio desparramado sobre la almohada, su piel clara y suave como el terciopelo, la preciosa línea de su cuello, las curvas que definían su espalda medio descubierta por la sábana, su cintura y sus caderas... 

Estrechó sus brazos en torno a ella y cerró los ojos, sintiendo el calor de su piel y el movimiento de su respiración, inspirando ese aroma único que tan reconfortante le resultaba, notando el peso de la cabeza que reposaba sobre su brazo y la forma de su cuerpo contra el suyo mientras escuchaba el latido acompasado de su corazón, deseando poder guardar todas esas sensaciones en una botella para llevárselas consigo, igual que su recuerdo.

—Mi vida... —susurró, consciente de que sería la última oportunidad que tendría para decir algo así en una temporada.

La respiración de Winry seguía siendo tan profunda que Ed pensaba que aún dormía, pero después de pronunciar esas palabras la joven se removió lentamente entre sus brazos para girarse y acomodarse de nuevo contra su pecho, besando su piel dulcemente.

—Buenos días, amor mío.

Ed sonrió, pensando que su amada debía haber tenido exactamente la misma idea que él. Y la verdad era que no le molestaba escuchar esa frase de sus labios una última vez.

—¿Ya es la hora? —preguntó ella, resistiéndose a abrir los ojos aún.

—Aún es pronto... Falta más de una hora para que suene el despertador —contestó él, después de echar un vistazo al reloj sobre la mesilla. 

—¿Demasiado emocionado por empezar tu viaje para dormir? 

—Más bien, deseando tener tiempo para disfrutar sin prisa este último despertar contigo, diría yo. O simplemente, descansé tan bien que no necesitaba dormir más...

—Hmmm... Me parece genial... Así podemos quedarnos un rato más en la cama... —suspiró ella, satisfecha.

Ed la abrazó y se recostó de espaldas, acomodándola contra su pecho y envolviéndola entre sus brazos de esa forma que tanto le gustaba a ella, que sonrió claramente complacida. ¡Cómo echaría de menos esos abrazos también!

—Lo cierto es que me viene muy bien haberme despertado antes de tiempo. Aún hay una última cosa que quería decirte. Pensaba haberlo hecho anoche, pero al final... En fin, entre unas cosas y otras... —explicó, sonriendo para sí al recordar las "unas" y las "otras cosas"— Ni siquiera tienes que abrir los ojos. Solo escucha. Escúchame bien, porque durante una temporada no estaré aquí para recordártelo.

—Está bien. Tienes toda mi atención. O casi... Tu pecho es tan cómodo... y tu piel es tan cálida... —susurró ella, besándole de nuevo.

—Si entramos en ese juego, volveré a olvidarme de lo que quería decir, como ocurrió anoche. Lo sabes mejor que nadie —afirmó él, con una sonrisa, intentando no distraerse por el hormigueo que le provocaba el roce de sus labios sobre su piel—. Así que, de momento, escúchame, al menos con la atención suficiente para que no lo olvides. 

Ella rio suavemente y finalmente abrió los ojos, buscando la mirada del joven.

—Te escucho.

—Bien... Es algo que ya deberías saber más que de sobra. De hecho, se lo dije a la abuela hace bastante tiempo. ¡Una eternidad, si lo pienso! Pero creo que nunca te lo he dicho nunca claramente. No pensé que hiciera falta, pero ya no estoy tan seguro...

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora