Las llamas de la hoguera bailaban iluminando la noche cuando Ed se dejó caer sobre el banco de madera, resoplando. Hacía ya tiempo que había perdido la cuenta de las personas a las que había saludado a lo largo de las últimas horas. Dudaba que hubiera un solo vecino del pueblo con quien no hubiera brindado. Para él apenas había un puñado de caras familiares, pero Pinako parecía conocer a todos y cada uno de ellos y llevaba la tarde entera y parte de la noche poniendo todo su empeño en que nadie se quedará con el vaso vacío, por lo que estaba resultando una fiesta bastante animada y llena de risas.
Además de los brindis, el joven recién casado también se había llevado unos cuantos pellizcos en los mofletes a manos de la querida señora Julie, una mujer tan incombustible como Pinako, que abrió la veda para que todas las comadres del pueblo de mayor edad siguieran su ejemplo hasta que sus mejillas estuvieron tan rojas que incluso si alguien soltaba algún comentario demasiado subido de tono, nadie notaría la diferencia.
Este hecho le vino bastante bien algo después, cuando recibió las felicitaciones del carpintero y su mujer que, muy en su línea, le había deseado con gran entusiasmo y una voz demasiado alta para su gusto que esa noche hiciera un buen uso de la excelente cama que había adquirido recientemente.
Había otros que no habían podido venir, pero habían transmitido sus mejores deseos a los novios a través de Al, como Gracia Hugues, que les recordó que no olvidaran visitarla a ella y a su hija Elizia cuando pasaran por Central para celebrarlo juntos con esa tarta de manzana que tanto les había gustado y había enseñado a hacer a Winry; Sheska, que le había regalado un gigantesco tomo sobre la historia de Aerugo, el primer país que tenía pensado visitar en su viaje por las tierras del oeste; el doctor Marcoh, que les había hecho llegar un bote lleno de píldoras redondas con instrucciones bastante detalladas para Al por si los efectos de la fiesta resultaban demasiado devastadores el día después, con el deseo de que no fuera necesario utilizarlas, o el inolvidable Ling Yao, recién ascendido a emperador de Xing.
Ed se rio a carcajada limpia cuando May le relató el enorme lío que había montado Ling, quién solo había renunciado a la idea de estar allí ese día después de tener una terrible discusión con los encargados del protocolo y la diplomacia de palacio que no estaban para nada de acuerdo con que el emperador acudiera a un evento sobre el que habían sido avisados con tan poca antelación y que representaba una verdadera pesadilla desde el punto de vista de la logística y la seguridad, por mucho que dicho emperador insistiera en que bastaría con que Lan Fan le acompañara. Aún así, Ling les había invitado a ambos a visitarles en Xing, asegurando que le devolvería todas las comidas que les debía. ¡Si eso fuera cierto, podrían comer a cuerpo de rey durante un mes!
Junto a esa invitación, Ling enviaba a May como embajadora con un pequeño presente, aunque la joven dijo que aún tendría que esperar para verlo, con una sonrisa enigmática. Al oír esto, Ed levantó una ceja y lanzó a Winry una mirada inquisitiva, pero la joven solo carraspeó, sonrojándose ligeramente, así que, aunque quedó aún más intrigado, le dio la impresión de que no iba a sacarlas nada más e iba a tener que resignarse a esperar para descubrir lo que fuera que fuese a su debido tiempo.
Ed tampoco tenía ninguna pista que explicara de donde habían salido ese violinista y el músico que lo acompañaba al acordeón. Al le había asegurado que no tenía nada que ver, así que sospechaba que había sido Pinako la encargada de las gestiones. Reconocía que la música de fondo le daba un toque muy alegre a la fiesta, pero también le habían puesto en un buen aprieto porque donde había música, había baile. Y si había baile y se trataba de una boda, los novios tenían que bailar, al menos una canción. Eso era totalmente obligatorio, sí o sí. La tradición era así y no había más que decir, por lo que Ed no pudo librarse por mucho que lo intentara.
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La cuestión de Winry
RomanceDescubrir el amor con Winry está siendo una aventura muy emocionante para Edward, pero sus sentimientos se están descontrolando hasta el punto de volverle loco. ¿Cómo iba a manejar esa situación, totalmente nueva para ambos?