Palabras sabias

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Aunque no eran suficientes ni de lejos para quedar satisfecho, los besos de buenas noches habían levantado bastante el ánimo de Ed y sobre todo, habían conseguido que estuviera tan centrado en disfrutar de ese breve momento que no se paró a pensar en lo que acababa de ocurrir. Sin embargo, cuando finalmente Winry se despidió de todos y bajó las escaleras rumbo a su taller, la realidad lo golpeó de repente. Había tentado demasiado a su suerte y habían sido descubiertos totalmente. El beso que había presenciado la abuela no dejaba lugar a la interpretación. La situación parecía justo lo que era. 

Cuando estaban juntos, tenían cosas mejores que hacer que hablar sobre cuándo y cómo hacer oficial su relación ante el resto de la familia. Al ya lo sabía, por supuesto, pero había prometido mantener las formas hasta que decidieran contárselo a la abuela. Los días pasaban y la conversación se seguía retrasando. Ahora se arrepentía de no haber hablado en su momento. Después de ser pillados in fraganti de tal forma, habían quedado totalmente expuestos. ¿Le esperaba una reprimenda? Ed tragó saliva, preparándose mentalmente para enfrentarse a la anciana.

Podía sentir claramente la presencia de la abuela a sus espaldas. Winry había vuelto al trabajo y Al también se había escabullido escaleras arriba dando una excusa de lo más sospechosa, así que estaba claro que la charla que le esperaba le concernía exclusivamente a él. Se había quedado totalmente solo ante el peligro.

—Hace una bonita noche, ¿verdad? Creo que saldré a fumar un rato. ¿Por qué no me acompañas, Ed? —comentó la anciana.

Su tono era casual, pero Ed no pudo evitar preguntarse si era una amenaza velada. Era raro que lo llamara por su nombre en vez del habitual "enano", "pulga", "inútil" o cualquiera de los calificativos similares que solía utilizar para referirse a su persona.

Resignado a su suerte, siguió a la mujer hasta el porche que tan bien conocía. Pinako se sentó en su mecedora de madera, como una reina en su trono, mientras él tomó asiento en el suelo junto a ella, dejando una distancia prudencial entre ambos. Esperaba que no fuera necesario, pero los golpes rápidos de la pipa de la abuela podían resultar muy dolorosos.

—Y bien, niño... ¿así que ya te has decidido? —preguntó finalmente Pinako, directa al grano.

—Sabes que casi tengo veinte años, ¿verdad, anciana? —respondió, en un intento inútil de desviar el tema.

—Comparado conmigo, sigues siendo un niño. Uno que ni siquiera sabe respetar a sus mayores.

Discutir con la abuela siempre era divertido. Le asombraba su inventiva para encontrar formas nuevas para meterse con él y restregarle su baja estatura, aunque ya hacía tiempo que había alcanzado la altura de un hombre normal. Al menos, era más alto que Winry, con lo que cumplía con el único requisito que exigía a su futuro marido. Eso sí se fiaba de las palabras de una niña de siete años, claro.

Esa noche, sin embargo, la abuela no parecía dispuesta a caer en su provocación. Solo se le quedo mirando mientras fumaba su pipa con parsimonia. Estaba claro que esperaba una respuesta. 

—Te refieres a Winry —dijo.

No era una pregunta. Era normal que la abuela quisiera una explicación sobre lo que estaba pasando bajo su techo.

—¡Y a qué si no! Por todos los diablos...

—Yo... Lo siento, abuela. No era mi intención faltarte al respeto, de verdad. Es solo que...

—¿De que hablas, grandísimo idiota? No quiero una disculpa. Te pregunto por Winry.

La buena noticia era que no parecía molesta por haberles encontrado besándose en la cocina. La mala era que hablar de este tema con ella no le resultaba nada cómodo. Ed tomo aire profundamente, decidido a dejar claras sus intenciones.

—La quiero —declaró, intentando que su voz sonara lo más firme posible.

—Por supuesto que la quieres, niño. Y ella te quiere ti. No me cuentes lo que ya sé —resopló la anciana.

Ed abrió la boca algo impactado por su afirmación. Estaba bien saber que la abuela consideraba un hecho que Winry también le amaba. Tomaba nota. Sin embargo, después dudó. ¿Estaban hablando de lo mismo? Era lo malo de utilizar ese verbo, que también servía para describir el amor entre familiares. No le gustaba la alternativa, pero no quería volver a tener esa conversación, así que era mejor asegurarse de que lo había entendido.

—Estoy enamorado de ella —intentó de nuevo.

—Te entendí la primera vez, zoquete.

—Oh —respondió, algo confundido.

—Te pregunto que piensas hacer al respecto, pedazo de burro —aclaró ella.

Iba a protestar por el insulto, pero estaba demasiado contento por ahorrarse más explicaciones así que se concentró en darle una respuesta sería. Una que implicaba hablar de algo que por aquel entonces ni siquiera sabía la misma Winry.

—Quiero casarme con ella —anunció.

—Vaya, veo que lo tienes claro, ¿eh? Me alegra oírlo.

—Aún no se lo he preguntado.

—Si fuera tú, no esperaría mucho.

—¿Por qué lo dices? —preguntó, con un interés genuino.

—Oh, por nada en especial, niño. Solo son las sabias palabras de alguien que ha vivido mucho más tiempo que tú.

—¿Crees que querrá casarse conmigo? 

—Desde luego que lo hará. Eres muy inteligente, Ed, pero cuando se trata de las personas puedes llegar a ser realmente espeso, ¿sabes?

—Agradezco tu opinión, abuela. Y seguiré tú consejo -dijo, sin poder evitar una gran sonrisa al escuchar tan esperanzador pronóstico —. Definitivamente, lo haré. Pronto.

—Bien, bien... —la abuela siguió dando caladas a su pipa y exhalando anillos en el aire mientras sonreía con una expresión nostálgica en los ojos —Hay que ver, ¡que rápido habéis crecido! Parece que era ayer cuando os cambiaba los pañales y miraos ahora... Será agradable volver a tener niños correteando por la casa.

-¡¿¿Pero qué dices, abuela??! Eso... ¡Eso es ir muy rápido! —exclamó el joven, rojo hasta las orejas.

—¿Eso crees? Ya me dirás dentro de uno o dos años —cuestionó la abuela, riendo con ganas ante su reacción —. En fin, solo digo que el amor es maravilloso. ¿Por qué esperar para disfrutarlo? La vida es corta, niño.

—Tiene gracia que seas tú quien diga eso, te queda poco para convertirte en una vieja centenaria.

—Consideraré afortunado si llegas a mi edad, enano impertinente.

—Si lo hago, espero que Winry esté conmigo.

—Me alegro de que al fin seas sincero. Os deseo una vida larga y feliz. Y ya que estamos, te diré que confío que seas mejor hombre que tu padre en ese sentido. No dudo de que amaba a Trisha ni de que ella lo amaba a él, pero sufrió mucho por su ausencia... Se pasó la vida esperando a alguien que nunca regresó y que no vio crecer a sus hijos.

La mirada de Ed se ensombreció un poco ante esas palabras. Estaba totalmente de acuerdo. Quizá la abuela intuía que su futuro aún le depararía muchos más viajes. Pero al menos, podía asegurar una cosa:

—Yo siempre regresaré. No importa lo que pase o donde esté, siempre regresaré con ella.

Meditó un momento antes de concluir:

—Y si ella me lo pide o creo que me necesita, no me iré de su lado jamás.

La abuela sonrió complacida.

—Entonces, ve a por ello, niño.

Ed sonrió también, sintiéndose reconfortado tras recibir su bendición y sus ánimos. Era afortunado de contar con una familia así.

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora