Brindis por la pareja

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Ese día, el exterior del hogar de los Rockbell se había transformado totalmente para albergar la que, sin duda, sería una de las mayores fiestas que se celebrarían en Resembool ese año. Al reconocía que sin la alquimia hubiera sido difícil conseguir ese resultado. Hubiera sido aún más bonito si lo hubiera hecho con sus propias manos, pero el corazón de su hermano había resultado tan impaciente que no le había dado tiempo para ello. Aún así, estaba bastante satisfecho de cómo había quedado todo. Y también orgulloso, para que negarlo.

Gracias a su esfuerzo y a sus buenas ideas, en la pradera conjunta a la casa se ubicaba ahora el escenario principal de la celebración, enmarcada por una gran pérgola de madera que en ese momento había sido recubierta de guirnaldas de flores blancas. El mayor Armstrong había demostrado tener un sentido de la estética exquisito con ese arreglo.

La parte central de este improvisado patio estaba ocupada por una pira de madera, preparada para encender la hoguera que era tradicional en esas celebraciones en Amestris para simbolizar el amor de los nuevos esposos. El fuego se encendía cuando caía la tarde y no se apagaba hasta que acababa la fiesta. También era la señal convenida por costumbre para informar a los invitados no oficiales de que ya podían pasarse por allí. Y además, la tradición también decía que había que usar ese fuego para encender una vela que luego debía ser colocada en el dormitorio de los recién casados durante la noche de bodas y permanecer encendida hasta consumirse del todo, marcando el final de la misma. Ed no conocía esa costumbre, pero, si lo hubiera hecho, seguramente hubiera apuntado que una sola vela no le parecía suficiente.

Rodeando a la hoguera se extendía una gran bancada de madera, además de una enorme mesa para albergar la comida principal y una larga barra, que en ese momento ya se encontraba hasta arriba de ricas viandas para acompañar esa cantidad ingente de barricas de vino que a Ed le habían parecido claramente demasiadas. Viendo el entusiasmo con el que brindaban muchos de los invitados, quizá Pinako no había calculado tan mal.

Como remate final, en otro de los laterales Al había aprovechado las sugerencias de May basándose en las bodas de Xing para crear un espacio realmente confortable, con sillas, sillones y taburetes dispuestos en torno a toneles vacíos convertidos en mesas improvisadas, que también habían sido tocados por la magia decorativa del mayor Armstrong. Y para los que quisieran ponerse aún más cómodos, parte de la pérgola estaba cubierta por unos bonitos toldos de colores bajo los que se habían dispuesto un par de grandes alfombras en el suelo cubiertas por lo que parecía una verdadera montaña de enormes y mullidos cojines y almohadones, con varias mesitas bajas. ¡Porque nunca debía faltar sitio para dejar el vaso!

Sí, todo había quedado muy bonito, pero durante un buen rato los novios recibieron tan avalancha de atenciones que no pudieron echarle ni un vistazo. Ed apenas pudo pronunciar palabra mientras era arrastrado a un abrazo tras otro, aunque aún en medio de todo ese torbellino de entusiasmo pudo reconocer la identidad de muchos de los invitados. Los musculosos brazos del mayor Armstrong eran inconfundibles, así como el olor a tabaco de Havoc o las demoledoras palmadas en la espalda de Darius.

Por supuesto, ahí estaban también Riza Hawkeye y Roy Mustang, así como el resto de su equipo: Jean Havoc, con su eterno cigarrillo en la boca; el corpulento Heymans Breda, con su sonrisa bonachona; el discreto pero amable Vato Falman; y Kein Fuery, el más tímido de todos ellos pero igualmente emocionado. Todos conocían a los dos hermanos desde hace tiempo y los exaltados intercambios dialécticos entre Ed y Mustang siempre habían sido motivo de diversión para ellos, pero después del Día Prometido su relación se estrechó notablemente.

Los Elric habían pasado un tiempo en el hospital, por lo que habían trabajo especial amistad con Havoc, que también tuvo una rehabilitación bastante larga. Y siempre que este recibía alguna visita de sus camaradas, estos no olvidaban pasar por la habitación de los hermanos para saludar y entretenerles durante un rato. En opinión de Ed, Mustang se dejaba caer por allí demasiado a menudo, pero al final esas visitas contribuyeron a que su tiempo allí pasara mucho más rápido. Y al parecer, en cuanto Al les informó de su inminente boda, todos quisieron compartir con él tan feliz acontecimiento.

La cuestión de WinryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora