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mi suerte

Yo ya gasté toda mi suerte
Mi suerte la usé en encontrarte a ti





Miraba a Brian mientras él manejaba y yo jugaba con mis manos nerviosamente. 

Estaba nerviosa, mucho. 

Hoy era nuestro último día en Uruguay y Brian había propuesto ir a casa de su mamá. Ella tuvo la idea de que me llevara a comer y así pudiera conocerme. 

Brian puso su mano en mi pierna acariciándola suavemente, para intentar tranquilizarme. Sonreí suavemente y puse mi mano sobre la suya. 

— Todo va a estar bien, rubia. No te va a pasar nada, ya veras que mi mamá es un amor. 

— No, yo sé. Pero, qué tal que no le caigo bien. 

— Sofía. — dijo mirándome fijamente cuándo para el auto en un alto. — Eso no va a pasar, no es posible que le caigas mal después de las maravillas que hablé de ti. 

Lo miré detenidamente, sin poder evitar que el sonrojo subiera por mis mejillas. 

— Eso es aún peor. Que tal que no cumplo sus expecta… — Brian me cayó de un beso y acarició mi mejilla suavemente. 

— Rubia… Tranquila, le vas a caer de maravilla. 

— ¿Seguro? 

— 100% seguro. — Lo miré con una sonrisa y asentí lentamente al escuchar su confirmación. 

Brian siguió manejando hasta llegar a una residencia con casas amplias y con jardines inmensos. Estacionó el carro frente a una casa un tanto rústica. Pude observar un columpio y una hamaca en el jardín frente a la casa. 

Él se bajó a abrirme la puerta y extendió su mano para ayudarme a bajar y caminar así hasta la puerta de sus casa. 

Tocamos el timbre y esperamos a que su mamá abriera. Yo seguía aún muy nerviosa pero las palabras de Brian me tranquilizaban un poco. 

Una señora sonriente abrió la puerta y se acercó a saludarme a mi antes que a su hijo. 

— ¡Sofía! Que gusto conocerte, por fin. De tanto escuchar hablar de ti, me moria de ganas por conocerte. — dijo dándome un abrazo y besando mi mejilla. 

— Mamá… — se avergonzó Brian. 

— Mucho gusto, Silvia. Yo también me moría de ganas por conocerla. 

— Que linda chica te conseguiste, hijo. — dijo haciendo que el calor subiera por mis mejillas. — Vamos adentro, pasen. 

Nos dirigimos adentro de la casa y pude ver un hogar. Cálido, bonito, acogedor. Había fotos por todos lados, los sillones eran coloridos al igual que las cortinas. 

Nos sentamos en la sala, Brian junto a mi y Silvia en el sillón frente a nosotros. Los nervios habían casi desaparecido de mi cuerpo, por la calidez con la que me había recibido la mamá de Brian. 

— Entonces… ¿Tú trabajas en el club? — yo asentí ante su pregunta y ella sonrió. 

— Sí, soy la fotógrafa del equipo, y también hago algunas dinámicas y así. 

— ¿Y qué estudiaste? 

— Estudié fotografía en una universidad en Barcelona y después tomé un diplomado en Marketing y redes sociales. 

— Qué padre, Sofi. Me alegro mucho por ti. 

Después de otro rato de estar conversando sobre mi vida y de cómo nos habíamos conocido, nos hizo pasar a la mesa para comer. 

RUBIA | brian rodriguez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora