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end of beginning , Djo

you take the man out of the city
not the city out the men







Bajo del avión y me dirijo a buscar mi maleta a las bandas del aeropuerto. Cuando por fin sale la mía, decido llamar a mi hermano para saber en dónde está.

Acabo de llegar a Buenos Aires y mi hermano dijo que él estaría aquí en el aeropuerto para recogerme.

— ¡Sofiii!

— Leooo, ¿dónde estás? Ya llegué. — dije en cuanto escuché que contestó.

— Ahhh… ¿Cómo?  ¿Era hoy cuando llegabas?

— Leoooo, eres un idiota ¿Sabías? — dije y escuché su risa al otro lado de la línea.

— Fueron los chicos por ti, insistieron en irte a buscar.

— Dale, solo diles que estoy en el estacionamiento principal.

— Está bien, nos vemos peque.

— Chauu.

Salí del edificio y llegué al estacionamiento buscando alguna cara conocida, ni siquiera me había dicho quien venía. Sabía que todos ya estaban aquí, pero no me especificó quiénes eran “los chicos”.

Sigo buscando y estirando mi cabeza para ver sobre la gente, el aeropuerto estaba a reventar. Por fin veo una cara conocida.

Nicolás Otamendi.

Sonrío inconscientemente y me dirijo a él. En cuanto me ve sonríe y camina hasta mí para abrazarme.

— ¡Llegó la peque por fin! — dijo sin soltarse del abrazo, yo tampoco lo suelto. Lo había extrañado muchísimo.

— Ya llegó por quién lloraban, boludos. — dije sonriente y viendo a los demás.

Lisandro Martínez, Cristian Romero y Enzo Fernández acompañaban a Nico. Los saludé a todos y me ayudaron con mi maleta para dirigirnos a la camioneta.

— A ver boluda, ya nos dijo el Cuti que estás viviendo en la Ciudad de México. ¿Porque nunca nos cuentas nada? — habló Enzo cuándo todos estuvimos en la camioneta y nos dirigimos hacia la villa que habíamos rentado.

— Re exagerados ustedes, pues supuse que lo sabrían. Leo les cuenta todo.

— Pues justo ese detalle, se lo saltó. — se quejó Licha.

— Bueno, ya lo saben. Vivo en México, trabajo en el América y acabamos de salir campeones.

— Y… — dijo Cristian.

— Te odio ¿sabías?

— ¿Y qué? — dijeron los demás perdiendo la paciencia y con desesperación en su tono de voz. Yo reí suavemente.

— Bueno, es una larga historia, pero… Se acuerdan de Manu ¿no? — pregunté y ellos asintieron. — Bueno, terminamos, me puso el cuerno.

— Hijo de puta. — dijo Nico.

— ¿Vive en Barcelona todavía? — preguntó Licha.

— No le van a hacer nada. Dejenlo por la paz, ya está.

Todos me miraron desconfiados, hasta Cristian que iba manejando me miró por el retrovisor.

— Bueno pero supongo que eso no es toda la historia.

— Pues no Enzo, pero si me dejaran terminar. — dije mirándolos. — Bueno, y ahora… estoy conociendo a alguien.

— ¿A alguien? — preguntó Licha sugerentemente.

RUBIA | brian rodriguez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora