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mi kryptonita , doble one flow letal

Y es que el problema no es qué haya chicas a full
Sino que, especialmente, ninguna es como tú

Se da una vuelta sexy, menea su pelo largo
Me gusta me fascina, me encantas toda todita







Tocamos la puerta de la casa de Zende y cuando nos abren finalmente la puerta, puedo ver a Sab abrazada al dueño de la casa.

— Oaaaa, ¿y ahora ustedes? ¿Ya se contentaron? — dijo Zende saludándolos a los dos.

— Ya ves como es de insistente tu amigo. — hablé mientras le pegaba suavemente en el hombro a Brian.

— Tuve que rogarle para que me perdonará, es bien caprichosa.

Yo lo miré ofendida y él nada más se rió de mí. Entramos a la casa y me acerqué a saludar a todos los chicos que estaban aquí.

Al llegar con Igor y Kevin me jalaron para que me sentará entre ellos en el sillón.

— ¿Ya lo perdonaste? — dijo Igor.

— ¿Qué te dijo? Cuéntanos todo el chisme. — habló ahora el mexicano.

— Que les importa. — dije riéndome y ellos me miraron con cara ofendida. — Ya nos arreglamos, fue a mi casa y me pidió perdón y tal. Ya está.

— ¿Fue a tu casa? — dijo sonriendo el chileno.

— Si, idiota. Para hablar.

— Mmmm...

— Callense mejor.

Sab se acercó a decirnos que la cena estaba lista y que pasáramos a la mesa. Fui a sentarme y me senté entre Brian y Caro, la esposa de Igor.

Todos comenzamos a hablar de distintos temas, algunos de los chicos comentaban del próximo partido, Caro preguntaba por mi trabajo y Sab hablaba de su relación con Alex.

En un momento de la cena, sentí que Brian puso su mano en mi pierna. Solo así, dejándola ahí recargada. Yo lo miré, pero él seguía hablando con Álvaro tranquilamente, como si no estuviera haciendo nada. Y yo me moría de los nervios. No porque fuera incómodo, de hecho me gustaba la sensación de su mano cálida en mi piel. Pero el hecho de que él lo hiciera con tanta naturalidad y que a mí me afectara tanto, me ponía nerviosa.

Después de un rato él comenzó a trazar pequeños círculos en mi pierna, enviando un escalofrío por todo mi cuerpo. No puede ser posible lo mucho que me afectaba con un simple toque. Finalmente volteó a verme y al ver mis mejillas rojas sonrió.

— ¿Por qué tan callada? — dijo susurrando en mi oído.

— Te odio.

El uruguayo solo se rió y yo mordí mi labio nerviosa. Vi como su mirada se dirigió a mis labios y mentiría si dijera que no moría por besar los suyos.

— Deja de hacer eso, rubia. — dijo nuevamente susurrando cerca de mi oído, poniéndome la piel de gallina.

— ¿Qué cosa? — hablé haciéndome la tonta.

— Sabes bien lo que estás haciendo.

Yo me limité a sonreír y beber de mi copa de vino sin quitar el contacto visual. Él negó riendo y se volteó para mirar a Kevin, quién le había hablado unos momentos antes.

La cena transcurrió con normalidad y después de un rato todos nos levantamos para ir a la sala y beber algunos tragos.

Me acerqué a platicar un rato con las chicas. Caro y Pilar, eran geniales y super simpáticas. He hablado con ellas una sola vez y ahora que pude convivir con ellas un poco más me di cuenta que son increíbles.

RUBIA | brian rodriguez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora